Los últimos días hemos escuchado interminables debates sobre cómo garantizar la educación en jóvenes y niños en el marco de la pandemia. Esto ha resultado mucho más complejo de lo que se pensó en la mayoría de los países del mundo. En algunos se activaron las clases virtuales, para descubrir meses después que estas no eran garantía y que se requería el regreso presencial a las aulas, esto ha sido particularmente polémico en Estados Unidos. Para nosotros en México, nuestros retos, no son solo de conectividad y acceso sino también de calidad y contenido. El pasado lunes 24 de agosto, empezaron a transmitirse por los canales de televisión la currícula de primara y secundaria, siendo el primer país en el mundo de experimentar con esta metodología.
Ante esto, la pregunta que deberíamos hacernos, ¿El reto es el canal por el que se impartan las clases, o más bien es el contenido y las competencias que se están procurando desarrollar en los niños? Para explicarme mejor, les compartiré una anécdota que leí hace algún tiempo, muy esclarecedora para este propósito.
Según cuenta, el Señor E. Rutherford, presidente de la Sociedad Real Británica y Premio Nobel de Química en 1908, había un estudiante que resolvió un problema de física de una forma controversial y se le invito a ser árbitro para establecer si el estudiante había contestado correctamente o no. La pregunta del examen indicaba “Demuestre cómo es posible determinar la altura de un edificio con la ayuda de un barómetro”. El estudiante respondió “lleve el barómetro a la azotea del edificio y átele una cuerda muy larga. Descuélguelo hasta la base del edificio, marque y mida. La longitud de la cuerda es igual a la longitud del edificio”. Su respuesta, aunque era correcta no era la convencional, por lo se le pidió que presentara en su respuesta evidencia de que tuviera conocimientos de física. Sobre esto Rutherford cuenta: “Habían pasado cinco minutos y el estudiante no había escrito nada. Le pregunté si deseaba marcharse, pero me contestó que tenía muchas respuestas al problema. Su dificultad era elegir la mejor de todas. En el minuto que le quedaba escribió la siguiente respuesta: coja el barómetro y láncelo al suelo desde la azotea del edificio. Calcule el tiempo de caída con un cronómetro. Después, aplique la formula altura = 0,5 A por T2. Y así obtenemos la altura del edificio. Después de terminar el examen el estudiante me explico las múltiples formas en que se podía resolver este ejercicio, le pregunté si no conocía la respuesta convencional al problema (la diferencia de presión marcada por un barómetro en dos lugares diferentes nos proporciona la diferencia de altura entre ambos lugares). Dijo que la conocía, pero que, durante sus estudios, sus profesores habían intentado enseñarle a pensar”.
El estudiante se llamaba Niels Bohr, físico danés, premio Nobel de Física en 1922, más conocido por ser el primero en proponer el modelo de átomo con protones y neutrones y los electrones que lo rodeaban. Fue fundamentalmente un innovador de la teoría cuántica.
¿A qué va toda esta historia? A que desgraciadamente en México uno de los principales problemas en la educación es que no se enseña a pensar al alumno. Esto explica porque tenemos tan pocas publicaciones a nivel internacional en las más prestigiadas revistas científicas, así como el porque innovamos y registramos muy pocas patentes. Con el contexto actual, esto va a empeorar y la brecha y el desarrollo relativo con otros países aumentará. Si las clases son por televisión, radio o por la computadora no es el principal problema, el problema es si estamos enseñándoles o no a pensar a nuestros estudiantes.