Hasta el pasado viernes, la Presidenta Sheinbaum tuvo la cabeza tan fría que se estuvo contando a sí misma y al país una curiosa versión de la famosa fábula de Esopo “El pastor mentiroso”: en lugar de advertir que viene el lobo, nos dijo a diario que no vendría, que no creía que pudiera llegar. Y para mayor tranquilidad de su rebaño añadía que, en caso de que llegara el lobo ya tenía un plan A, B y C para hacerle frente… “pero no creo que suceda”.
Y como todos hemos visto el lobo llegó, pero no se quedó y no causó mayores destrozos. Le bastó, de momento, con saberse temido y obedecido de inmediato en algunos asuntos que le sirven para consolidar su popularidad entre sus seguidores, como el compromiso de México de desplegar 10 mil efectivos de la Guardia Nacional a lo largo de la frontera para contener el tráfico del fentanilo y, por supuesto, de los migrantes que intentan cruzarla.
Concedió, así, un mes de gracia a un gobierno que, en el fondo, le simpatiza porque es tan autoritario e irrespetuoso de la ley como el suyo. Políticamente un mes es mucho, la Presidenta Sheionbaum puede sonreír porque se imagina que cuando venza el plazo vendrá otra prórroga, tal vez infinita, como la que le solicitó, de acuerdo con la información que ella misma brindó a los medios el día de ayer. Sin embargo, para obtener los resultados prometidos al lobo trumpiano un mes es muy poco. De hecho, frente al tema migratorio quedaremos, si acaso, como medianamente eficientes en las penosas tareas de contención a un costo altísimo en derechos humanos (a los dos lados de la frontera); mientras que en el combate del fentanilo su avance será probablemente imperceptible, por más que en los medios le den vuelo a las detenciones y decomisos.
Lo que es un hecho es que el lobo volverá dentro de un mes y exigirá cuentas. Tal vez, como he dicho, las del tema migratorio lo contenten en alguna medida, pero lo que va a ser muy difícil que lo contenten serán los resultados en torno del narcotráfico. Y esto por tres razones fundamentales.
La primera tiene que ver con la incapacidad técnico-operativa de la Guardia Nacional y el Ejército para desarticular los principales centros de producción, almacenamiento y distribución de drogas en nuestro país. Esto es, que aunque fuera muy en serio el embate al crimen organizado del lado mexicano (cosa muy difícil de creer por las razones que expondré abajo), 30 días son si acaso como para comenzar con las tareas de coordinación y ejecución de los innumerables operativos que serán necesarios. El mucho tiempo perdido con la estrategia de “abrazos no balazos” ha generado una inercia que no será fácil romper, aun cuando sólo consideráramos la respuesta del lado probo y honesto del gobierno (donde quiere que esta sea real).
El segundo tema que es indispensable considerar es que para entregar buenas cuentas en este tema el gobierno de Morena –no sé si ya se dio cuenta la Presidenta– va a tener que actuar contra muchos funcionarios, principalmente de su partido, y en todos los niveles de gobierno, que están coludidos con el crimen organizado. Y esto es algo que va más allá de los presidentes municipales, porque todos sabemos que alcanza a varios gobernadores, jefes policiacos y, siento decirlo, mandos militares que vienen en realidad a ser parte de los grupos criminales toda vez que les brindan protección.
Luego, pero no al último, está un asunto muy preocupante: la reacción de los cárteles frente a todo este nuevo escenario. Habiendo desarrollado por muchos años diversos modus operandi, alianzas, redes de protección y colusión con distintas esferas del gobierno, ¿cómo van a tomar el que desde ya, “por órdenes de la Presidenta Sheinbaum y en acuerdo con Donald Trump” deben dejar de traficar fentanilo hacia su principal mercado? ¿Se les pasa un “memo” y ya? Perdón por el mal chiste, pero se queda corto porque venimos de un sexenio donde López Obrador bromeaba con la idea de “decirles a sus mamás” que se estaban portando mal.
Durante todos primeros meses del gobierno de Claudia Sheinbaum, esta ha venido insistiendo en que la violencia en Sinaloa es resultado de la captura de “El Mayo” Zambada; es decir, la narrativa de su gobierno ha sido la misma que la de López Obrador: todo estaba de maravilla hasta que vino Estados Unidos y de un modo u otro consiguió capturar a este jefe del narco mexicano y eso produjo un escenario de confrontación y violencia en el estado del noroeste.
La pregunta que nos tenemos que hacer es si, con motivo de la presión ejercida por el gobierno de Donald Trump, vamos a enfrentar ahora un escenario de violencia generalizada que tendrá también la misma explicación: todo estaba muy bien hasta que tuvimos que ir con todo contra el tráfico de estupefacientes. Y esto no podrá significar más que una cosa que ya vimos en estas primeras semanas de este gobierno: la guerra del Presidente Calderón contra el narcotráfico, esa que Sheinbaum juró nunca hacer suya, ha tenido que ser retomada de la peor forma, incluso tal vez con un costo que terminará siendo mucho mayor que si hubiera tenido continuidad.
En un mes nos vemos, dijo el lobo. Y Sheinbaum mientras tanto puede seguir con “la cabeza fría”, mintiéndose y mintiéndole al país sobre lo que sigue. Pero es un hecho que la incertidumbre ya no se irá. La próxima vez, ¿el lobo dará una nueva prórroga o tirará la puerta? ¿O tirará la puerta primero y luego negociará otra prórroga? Se valen apuestas.
@ArielGonzlez
FB: Ariel González Jiménez