Así como Miguel de Cervantes se inspiró en un cuento oriental para construir su “Retablo de las Maravillas”, siglos más tarde el danés Hans Christian Andersen (1805-1875) abrevó en el mismo relato para regalarnos su versión, entre jocosa y dramática, en la que un emperador entregado a su buen vestir muerde el anzuelo de dos pícaros que se decían capaces de producir las telas más espléndidas que pudieran imaginarse. Dibujo y color sorprenderían a todos aquellos que eran merecedores de su cargo, o bien, tontos en extremo. El traje sería visible solo para aquéllos. Así pues, los tejedores pusieron manos a la obra: instalaron los telares y fingieron laborar en ellos no sin antes exigir sedas e hilos de oro. Enviado por el emperador para supervisar a los estafadores, nada pudo ver, sino los telares. Y sin embargo, para no parecer tonto, cayó en el engaño. Y con él, otros muchos cortesanos. Incluso el mismísimo emperador que condecoró a los tejedores. Y llegó el día de ponerse la prenda, aunque nada veía. Así, en plena desnudez, inicia la procesión bajo el magnífico palio. Condescendiente la multitud, celebraba el nuevo traje del emperador, hasta que un niño grita: “pero si no lleva nada”. En efecto, no lleva traje, gritó por fin el pueblo. No obstante, sordo el emperador a esa revelación multitudinaria, y más arrogante que nunca, continuó la procesión.
Trayendo a nuestra realidad mexicana, ese niño bien pudo ser Víctor Manuel Toledo, prestigiado ambientalista y colaborador del inquilino de Palacio Nacional, quien declaró: “la 4T no existe, no hay un proyecto; está llena de contradicciones”. Y se alejó para no ser cómplice del engaño, de ese espejismo político. Pero esta vez, no fue la voz de la inocencia, sino de la crítica de un hombre honesto. E hizo bien, pues que detrás de la mampara que anuncia cada mañana una supuesta ‘conferencia de prensa’ del tabasqueño, todo es un vacío, la ridícula simulación de un traje nuevo que no existe, pero que él, como el arrogante emperador imaginado por Andersen, continúa su procesión rumbo al precipicio donde yacen el desorden, la corrupción, la inseguridad y muchas otras desgracias. Se fue Toledo. A tiempo. Y tal vez murmurando: “es un honor abandonar a López Obrador”.