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El dogma apasiona; la práctica decepciona

EL CRISTALAZO

por Rafael Cardona
29 julio, 2020
en Editoriales
El “fusil” tecnológico en la IV-T

 

Un día se descubrieron convencidos.

Un lampo celestial los derribó del caba­llo en el camino de Tabasco (no de Damas­co), y sin reparar en sus previas convicciones y acciones, se dejaron arrastrar por la palabra cierta y el verbo salvador; cayeron postrados ante la prome­sa de la nueva sociedad, de la Cuarta Transformación y a ella se dedicaron fieles y devotos, persuadidos de la justicia de la doctrina, de la necesidad de su practica anunciada desde el principio de los tiempos, y en cuer­po y alma orientaron su vida en pos de una causa justa y necesaria para México, siempre México, patria em­pobrecida cuya riqueza y justicia son promesas en ru­ta del cumplimiento, porque ya pronto regresaremos al Edén perdido.

Unos lo hicieron porque sus intentos previos los ha­bían llevado al fracaso y la amargura, el resentimien­to perdurable de las izquierdas radicales; otros porque adivinaron en el grupo oportunidades para destacar, o –por fin–, ser alguien notable, necesario, prestigiado. Y en la fila se formaron y a la bola se sumaron. Otros practicaron por real convicción, por fe o credulidad, porque en el fondo de sus corazones sí es justo el em­peño y por ese camino trazado con mano firme, sí se redimirá a la patria de los pecados de sus muchos hijos egoístas, explotadores, corruptos, sobre todo corrup­tos, capaces de robarse la entraña y la montaña; el ver­de de los campos y hasta el blanco de las mazorcas del bendito maíz de nuestras tierras. Pero una vez extin­guidos los destellos del festejo, cuando se comenzaron a levantar las varas y ya no es oía el escándalo cohete­ro de las celebraciones cuyo entusiasmo tiñó la patria con el verde feliz de la esperanza, fue necesario conver­tir el dogma en práctica, eso conocido por los teólogos, como el ministerio sacramental, y a partir de ahí, no en el dogma, sino en el culto y a veces hasta en la liturgia, comenzó el negro sendero de la decepción.

Ya son varios los apóstoles declinantes.

No se han ido por traición ideológica, ni por mu­danza de credo. Se han ido por desacuerdos con la for­ma de gobernar esa congregación llamada gobierno y antes de otro desaguisado mayor, del cual no quieren ser corresponsables (cómplices, diría otro), han prefe­rido emigrar en busca de verdes prados para descansar cerca de aguas en reposo, como dice el Salmo XXIII.

Se ha marchado ya varios.

Una, Josefa González Blanco, responsable de la Eco­logía, por haber retardado la salida de un vuelo en me­dio de una polémica por las autorizaciones para iniciar la obra del Tren Maya. A saber.

El secretario de Hacienda, Carlos Urzúa; quien en­derezó la economía de la ciudad cuando el actual pre­sidente gobernaba el DF, tomó las de Villadiego y cada y cuando le es posible advierte sobre el peligroso cami­no por el cual se lleva la máquina financiera del país.

Pero si nadie lo escuchaba adentro, menos caso le hacen afuera, señalado ahora como réprobo y hereje, sobre todo cuando dice:

“…Ya veníamos enfrentando problemas desde el año pasado y la crisis de la Covid nos hundió y nos man­dó por una espiral hacia abajo; pero el problema ya se veía venir desde antes. Entender lo que está pasando en México, al menos en términos económicos, no es difícil porque está muy bien diagnosticado desde ha­ce mucho tiempo.

“¿Cuál es el problema principal, seas el Gobierno federal o los estatales, qué enfrentas? Esencialmente que no tienes dinero…”

Pero si no hay dinero se aumenta el diezmo, o la frecuencia del óbolo; se exigen las primicias, se rifan los haberes de la parroquia, ya sean “cacheteras” y tan­gas para señora; computadoras decomisadas, casas de narcotraficantes, vehículos suntuosos, joyas o un avión arrumbado en el rincón de la propaganda e in­servible para cruzar los cielos así fuera para retacarlo de mascarillas contra la pandemia o batas quirúrgicas para los médicos desatendidos. En lugar de ponerlo a volar –para eso son los aviones, ¿sabe usted?—se pre­fiere usarlo como materia de exhibición de viejos dis­pendios por los cuales ahora no tenemos ni para las as­pirinas o la fabricación masiva de los respiradores de la doctora Buylla, cuya producción será como los baluar­tes campechanos: cuando los terminaron ya no había piratas de los cuales protegerse. Ahora, para no des­cribir en este breve espacio los motivos y circunstan­cias de otras defecciones, solo valdría la pena enlistar­las para fines de compendiar la decepción o documen­tar el pesimismo.

Candelaria Ochoa Ávalosrenunció a la Comisión Nacional para Prevenir y Erradicar la Violencia con­tra las Mujeres (CONAVIM); Mara Gómez Pérez se fue de la Comisión Ejecutiva de Atención a Víctimas (CEAV); Mónica Maccise Duayhe, fue empujada a de­jar la presidencia del Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación (CONAPRED);Asa Cristina Laurell­tiró la toalla en la subsecretaría de Integración y De­sarrollo del Sistema de Salud, tras chocar contra el Se­cretario, Jorge Alcocer, protegido y respaldado por el Señor Presidente.

Antes, Patricia Bugarín dejó la Subsecretaría de Se­guridad de la Secretaría de Seguridad y Protección Ciu­dadana y Clara Torres Armendáriz, responsable del Programa de Estancias Infantiles, dio el portazo por desacuerdos con el Palacio Nacional.

Tonatiuh Guillén dejó el Instituto Nacional de Mi­gracióntras el acatamiento federal de las instruccio­nes de Trump para contener a los migrantes centro­americanos.

Simón Levy, Subsecretario de Planeación y Políti­ca Turística, presentó su renuncia y Germán Martínez Cázares, director general del Seguro Social, buscó su propia seguridad en el regreso al Senado.

Todas estas renuncias tiene algo en común: son res­puestas a las circunstancias de una administración in­flexible. Todos se han ido con el ramillete de la grati­tud en las manos por haber recibido la oportunidad de servirle a México (siempre México), pero se ha ido.

Todos reconocen el talento y las buenas intenciones del Señor Presidente, pero no pueden trabajar con él.

Ha habido renuncias sin importancia –o con me­nos trascendencia–, como por ejemplo en las comisio­nes políticamente correctas cuyas materias se podrían atender desde las fiscalías, porque se trata de delitos, (discriminación, violencia contra las mujeres, etc.), pe­ro las más significativas del divorcio entre el dogma y la ejecución administrativa (el magisterio sacramen­tal) o la acción de gobierno, han sido las del Seguro So­cial, Hacienda y ahora Comunicaciones y Transportes.

Si de las otras se ha hablado hasta la saciedad y sus grietas han sido debidamente observadas y diagnosti­cadas en su nociva consecuencia, el caso de Javier Ji­ménez es muy notable, porque él había asumido co­mo suyos parte de los desatinos técnicos de todas las cuestiones relacionada con la aviación, los aviones y los aeropuertos.

Él se plegó a los caprichos de la destrucción de Tex­coco, decisión descalabrada desde el principio, tanto como sus consecuencias. Hoy estamos meti­dos en el cementerio de los mamuts, y ponién­dole más parches a la Terminal II del decrépi­to Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México, a veces llamado “Benito Juárez” y en otras, con más precisión, pinche aeropuerto.

Muchos analistas han querido patentar el “Síndrome de la desilusión” entre muchos de quienes votaron por Morena en las pasa­das elecciones. Muchos se dicen arrepenti­dos, otros se manifiestan desencantados; en­tristecidos uno más, decepcionados algunos.

Eso quizá sea cierto, pero tal actitud no los convierte, necesariamente, en opositores beli­gerantes. No hay opositores de tal condición, ni siquiera entre los abajo firmantes o los es­candaloso “claxonantes”, cuyo número y peso forman una levedad en el aire.

Las decepciones desde dentro deberían lle­var a alguna reflexión en el gobierno, pero tan­to a los internos como a los externos, se les dice lo mismo: ni los veo ni los oigo. Un gobierno vertical y absoluto y total, le otorga a su cabe­za el don de la infalibilidad.

Lo mismo para un cubrebocas o la cons­trucción de “Dos Bocas”.

“…Hay que aceptar sus definiciones con la obediencia de la fe…”dijo el Concilio Vatica­no II al consagrar las capacidades del Sumo Pontífice.

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Etiquetas: Cuarta TransformaciónmexicoTabasco
Rafael Cardona

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