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El ajedrez de Lozoya

ESTRICTAMENTE PERSONAL

por Raymundo Riva Palacio
30 julio, 2020
en Editoriales
El reguilete de Lozoya

 

Emilio Lozoya ha dado muestras muy im­portantes de inteligencia estratégica. En dos días de juicio ha puesto a volar el imaginario de una Nación que quiere sangre de corruptos, le ha inyectado helio a los sueños del Presidente para que pueda cumplir el mandato de 30 millones de votos y derruir el sistema político que enfrentó sin éxito casi dos décadas, y subordinado a la Fiscalía General a sus tiempos, formas y deseos. Con apenas pro­baditas, no ha aportado absolutamente ninguna de las pruebas que ofreció para no pisar la cár­cel, está alistándose para irse a vivir a la casa de sus padres y vivir en libertad provisional mien­tras lo cuida la Guardia Nacional, al tiempo de ir construyendo la idea de que es inocente y ven­garse de quienes siente y cree que lo abandona­ron y traicionaron.

Por segundo día consecutivo se declaró ino­cente de las imputaciones que le hace la Fiscalía por operaciones con recursos de procedencia ilí­cita en el caso de Odebrecht, como el martes hizo lo mismo en el tema de Agronitrogenados. Ade­más, repitió la misma frase preparada por la de­fensa: “En relación con los hechos que se me im­putan, fui intimidado, presionado, influenciado e instrumentalizado”. Sus abogados añadieron que Lozoya “fue utilizado en su calidad de ins­trumento no doloso en el marco de un aparato organizado de poder”.

La estrategia de Lozoya es tramposa, lo que no habla mal de él necesariamente, sino de la Fis­calía General, donde si el fiscal Alejandro Gertz Manero no empieza a exigirle pruebas, termi­nará pidiéndole perdón, para llevar al extremo grotesco lo que está sucediendo. Lozoya está utilizando la retórica para confundir. No puede declararse inocente si al mismo tiempo afirma estar negociando con la Fiscalía para convertir­se en testigo colaborador. Para apelar al crite­rio de oportunidad, que es lo que busca le otor­guen para disminuir sus penas o que le condonen sus actos criminales, como establece ese recur­so, primero tiene que ser culpable de un delito. Si fuera inocente, no tendría necesidad de recu­rrir a esa figura.

Lo que dicen sus abogados también es enga­ñoso. Cuando afirman que fue “un instrumento no doloso”, se refiere al artículo 13, fracción IV del Código Penal, sobre las personas responsa­bles de delitos. Los abogados la conocen como la “autoría mediata”, que significa que la perso­na incurrió en un delito sin saber que estaba co­metiéndolo, por lo que es inocente. Los exper­tos sostienen que esa fracción no se aplica en el caso de Lozoya. La propia búsqueda del criterio de oportunidad y los testimonios de los ex ejecu­tivos de Odebrecht sobre los sobornos por unos 10.5 millones de dólares al ex director de Pemex, lo contradicen.

Los fiscales aún no lo confrontan porque se encuentran en la presentación de las imputacio­nes. Lozoya igualmente ha respondido, y coloca­do las piezas sobre el ajedrez que está jugando. El martes y miércoles dijo que daría los nombres de las personas que lo presionaron, dejando ver su estrategia: está preparando una acusación di­recta contra el expresidente Enrique Peña Nie­to, y el ex secretario de Hacienda y Relaciones Exteriores, Luis Videgaray. Ellos dos son los pri­meros objetivos claros cuyas siluetas dejó ver en los dos primeros días de audiencias.

Sus cabezas son las que había ofrecido desde un principio a Gertz Manero, en su “Declaración Nitrogenados”, descrita en este espacio, donde los acusó de haber sido los arquitectos de un me­canismo de corrupción desde el poder mismo, como lo han parafraseado sus abogados. Eso ya lo sabía Gertz Manero, quien después de 48 ho­ras de juicio, aún no tiene nada en las manos de todo lo que ofreció. Por ejemplo, no ha entrega­do ninguno de los videos que se comprometió, manteniendo en la oscuridad a los fiscales sobre la valía y contundencia de ellos.

Lozoya está manejando el juicio en sus tiem­pos. Ayer mismo le solicitó al juez de control de­finir el miércoles su situación jurídica con res­pecto al Caso Odebrecht. Las jugadas las está de­finiendo el ex director de Pemex, junto con los tiempos del juicio. La Fiscalía General, al solici­tar el martes la ampliación a seis meses para que puedan acumular pruebas le regaló a Lozoya un primer periodo para que pueda ir administran­do la documentación para construir el caso de corrupción contra los gobiernos de Peña Nieto y, eventualmente, Felipe Calderón.

Los tiempos le funcionarán políticamente bien a López Obrador, pero hasta un cierto lí­mite. El Presidente no podrá mantener el discur­so de lo mucho que aportará Lozoya para mos­trar la corrupción del pasado si, en efecto, no produce las pruebas esperadas. Probablemen­te en Palacio Nacional no hay angustia todavía por la falta de pruebas, pero en la Fiscalía Gene­ral deben estar preocupados. El juicio ya comen­zó y no les ha dado nada todavía. Lo único que han recibido son frases y promesas ante el juez, pero dentro de su propia estrategia de defensa.

La Fiscalía General ha cumplido con lo que le pidió Lozoya a través de su padre: no pisaría la cárcel cuando llegara a México, ir del aero­puerto de la Ciudad de México a un hospital, y de ahí a su casa. Tampoco dio algo política­mente útil para la narrativa del Presidente, co­mo la fotografía al llegar a México. La imagen al entrar a la cárcel no existe porque ni siquie­ra estuvo cerca del reclusorio. Entonces, nada para el caso jurídico, nada para la semiótica. El trato a Lozoya es notoriamente excepcional a cambio de migajas y promesas de un poco de pan. Es una burla.

Gertz Manero tendría que estar revisando si a todo lo que hizo para que Lozoya regresara a México, le ha faltado una segunda parte de es­trategia, antes de que junto con López Obrador empiece a perder todas sus piezas en el astuto ajedrez que está jugando Lozoya.

[email protected]

twitter: @rivapa

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Etiquetas: Emilio Lozoyaguardia nacional
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