El Señor Presidente, en su pedagógico mensaje virtual A los líderes del G-20, le ha solicitado al mundo una política de borrón y cuenta nueva. Eso va a ser imposible planteado así, de un machetazo.
Así lo sintetizó en dos puntos:
“Uno. Hacer realidad el compromiso de quitar montos de deuda y del pago de servicio de la deuda a naciones pobres del mundo.
“Dos. Garantizar que los países de ingresos medios puedan tener acceso a créditos con tasas de interés equivalentes a las que están vigentes en países desarrollados…”
Ese punto de vista contrasta notablemente con las afirmaciones del Fondo Monetario Internacional de hace unos meses, cuando la pandemia no había creado tantos problemas de deuda, morosidad de pagos y urgencia de renegociación.
“…Más de seis meses después del inicio de la pandemia del coronavirus, el Fondo Monetario Internacional (FMI) advirtió a los Gobiernos que no pusieran fin a los programas de apoyo fiscal a pesar de los altos niveles de deuda pública.
“En su informe de supervisión fiscal, el organismo financiero mundial dijo que los altos niveles de deuda pública no son los riesgos más inmediatos para los Gobiernos como sí podría serlo retirar prematuramente el apoyo fiscal en las economías afectadas por la pandemia.
“Incluso antes del brote del virus, la deuda pública y privada era alta… alcanzando el 225% del PIB (Producto Interno Bruto) en 2019.
“En 2020, se estima que la deuda del Gobierno general global dará un salto sin precedentes hasta casi el 100% del PIB”, destacó el informe”.
En esas pocas línea se expresa un panorama desolador: todo el mundo vive endeudado y sus pasivos sobrepasan a su capacidad de generación. Una deuda global de hasta 225 por ciento en algunas naciones es un espanto.
Pero también es un horror ignorar la recomendación inicial del FMI: aplicar programas fiscales. No en el sentido de recaudación salvaje, cercana al terror social, como aquí sucede. Fiscal de fomento.
Para el FMI las políticas fiscales a las cuales alude son las de impulso y facilidad para la inversión. En México sucede lo contario. La informalidad no paga y recibe subsidios indirectos, la UIF y el SAT, cada vez más cercananos al terrorismo.
El reciente triunfo de Santiago Nieto, cuya capacidad de congelación de cuentas lo ha convertido en el abominable hombre de los hielos, es una prueba de ello.
El impuesto a las pensiones de los jubilados, es otra prueba de una inhumana voracidad: se gravan dineros producto del ahorro cuya renta ya HA pagado impuestos a lo largo de los años.
El gobierno mexicano, cuyo volumen de deuda ya ha aumentado al 51 por ciento del PIB, pide comprensión de la banca internacional. La banca pide respaldo fiscal a las economías perjudicadas por el COVID y México les dice a quienes tengan problemas o quiebren de plano, cúrense la rasquiña con sus propias uñas.
La receta para el mundo es sensata:
“…aunque no contratamos deuda adicional, la consecuente pérdida de riqueza elevó la deuda pública de nuestro país, de 44.8 a 51.1 del Producto Interno Bruto nacional.
“…la deuda creció a partir de la pandemia en un promedio del 20 por ciento, y si no abordamos este asunto desde ahora, en el futuro, se va a convertir en otra amenaza para la estabilidad económica y al bienestar social”.
Si el problema macro de la deuda se resuelve con la comprensión de los dueños del dinero, por qué en lo domestico el gran dueño del dinero, el Estado, no se muestra tan comprensivo y diseña una política fiscal estimulante para el trabajo, la inversión, el rendimiento, la riqueza y no a favor de la dispersión del gasto público en programas electorales.
–¿Será esa la manera de evitar (como le advierte al mundo) otra amenaza para la estabilidad económica y el bienestar social?
AGUA
Una vez más se colapsa el sistema Cutzamala. Una vez más la realidad asoma su negro rostro. De aquí a cuando vengan las lluvias, por ahí de mayo del año próximo, la ciudad de México sufrirá –en plena pandemia—recortes en el suministro de agua.
El genio cuya inventiva les dijo los cerveceros, vayan a donde hay agua e instálense ahí, no ha tenido la ocurrencia de hacer un acueducto de las zonas abundantes en agua (demasiada como Tabasco), al altiplano.
¿Y eso cuánto costaría?
Mucho. Pero más cara es una ciudad muerta de sed.
Pobres tenochcas, de la laguna al erial.