EL JICOTE
Coincido con la convicción de que crítica que no propone soluciones crea pestilencia; también comparto la idea de que si le va bien al Presidente le va bien a México. Mi reiteración, hasta el fastidio, de evaluar al gobierno es que considero que si López Obrador fracasa, la posibilidad de tener otro Presidente, ya no digamos de izquierda, que él no lo es, pero más o menos progresista, se alejaría de nuestra historia. La opinión pública quedaría alérgica al pregón de la voluntad popular, de los pobres y hasta de la democracia. Por eso me permitiré ofrecerle al Presidente, no consejos, que como bien se dice, los inteligentes no los necesitan y los tontos no los siguen. Simplemente someteré a su consideración una serie de sugerencias que pretenden llamar la atención sobre cuestiones que me parecen errores, metidas de pata o simples extravíos de López Obrador. Es una asesoría absolutamente gratuita, no pido nada, ni siquiera boletos para la rifa del avión.
1.- El Presidente no termina por acostumbrarse a la idea de que ya es Presidente. Licenciado López Obrador ya ganó las elecciones, ya vive en Palacio Nacional, no en un departamento en Copilco; véase en el espejo con la bandera nacional cruzada en el pecho; pellízquese. Después de su tenaz lucha por la silla presidencial ya es suya. Puede sentarse en ella, recibir embajadores, dar órdenes a su gabinete, pensar, leer y cabecear después de la comida. Ahora bien, algo de lo que también debe convencerse, el triunfo no lo hace infalible ni súper héroe, pero su jerarquía y su deber público lo hacen diferente, muy diferente. Su seguridad, por ejemplo, no puede, no debe ser la de cualquier ciudadano, los intereses que toca son muchos y muy poderosos. Cuídese, su vida no es solamente suya, su compromiso con la nación lo desborda. Nada de que “el pueblo me cuida”, eso es demagogia e irresponsabilidad. En consecuencia, si su vida ya no le pertenece tampoco le pertenece su tiempo, valiosísimo por la complejidad de la vida política, En verdad me dolió e indignó verlo parado en una carretera, congelándose, arriesgando su salud y esperando a que cambien una llanta; no quiero imaginarlo en una sala de espera de un aeropuerto y el anuncio de que el vuelo está retrasado. Dice un aforismo chino: si quieres un placer intenso y fugaz, haz el amor; si quieres ser feliz más tiempo, cultiva un jardín, pero si quieres el poder: piensa, siempre piensa. Señor Presidente, muchos de sus errores son porque no medita, lo que dice y/o lo que hace. Inserto en el bullicio del contacto popular; el tumulto de información; la agitación y contradicciones de su equipo; la permanente vibración de los medios de comunicación; los rumores en las páginas sociales, el griterío internacional, y Usted, viendo cambiar una llanta. Es no tener la más mínima óptica institucional e histórica. Ciertamente, como afirmaba Sieyés, todos los privilegios son injustos y despreciables. Lo suyo no es un privilegio, que lo cuiden y protejan de manera especial; que Usted respete su tiempo, no es odioso ni injusto, menos aún despreciable, es algo que es implícito y necesario para el mejor cumplimiento de su deber con México. Señor Presidente, primera sugerencia, viva, piense y actúe como Presidente.