EL JICOTE
En el gobierno de López Obrador todo es tumultuoso, atropellado, intenso, arriesgado, abrumador; su administración es una continuación de la selva tabasqueña. Como en las boticas hay acciones buenas y malas, dignas de aplausos o de chiflidos, pero no terminamos de comprender el alcance de un cambio cuando ya viene uno nuevo que borra o pone de cabeza el pasado, sea un programa o una ley. Todos, incluso su gabinete, estamos a la orilla de la butaca, los cristianos con el Jesús en la boca, los agnósticos mordiéndose las uñas.
Por si fuera poco, el problema es que las palabras presidenciales son dogmas, sus memorándums son leyes, sus opiniones son oráculos, su voluntad es milagrosa. No estamos ante un político sino ante un demiurgo, el eslabón entre la verdad, el pueblo sabio, las benditas redes sociales y la realidad. Reconozco que a veces dan ganas de parafrasearlo y decir: al diablo con el elogio o la crítica, después de todo, el Presidente pone en práctica el arte de lo que va, pues va; voy derecho y no me quito.
Trascendido este hoyo personal de depresión es necesario aprovechar el privilegio de contar con un espacio público. En esta ocasión quisiera celebrar una iniciativa del Presidente y que se perdió en medio del aguacero cotidiano de reproches a sus críticos, rectificaciones a su equipo y otros escopetazos de propuestas. El Presidente afirmó que enviará una iniciativa al Congreso para crear un instituto que devuelva a la sociedad de manera pronta y expedita, todo lo que se confisque a la delincuencia organizada y a los políticos corruptos.
Creo que son varios los rubros importantes que debe incluir la iniciativa, el dinero contante y sonante, los inmuebles y joyas que se decomisan al narco y a los corruptos, pero también todo lo que se recoge en las aduanas. La costumbre de las cosas recogidas en las aduanas era dárselas al DIF, en otras palabras se quedaba bien con la esposa del Presidente, quien hacía una filantropía personal. La rendición de cuentas producto de las irregularidades no existía.
Ojalá que el Presidente se baje de la montaña rusa de acciones, declaraciones y programas y explique con claridad la evolución y contenido de esta iniciativa. No soy ni porrista ni maldiciente, ni peje zombi ni peje fóbico, sin ninguna mezquindad aplaudo esta propuesta presidencial que deberá eliminar la discrecionalidad y cerrará las puertas a un espacio importante de corrupción. Esperamos que no quede como ocurrencia mañanera.