EL JICOTE
¿A quién le hace caso López Obrador? A los normalistas que se van a huelga; a Trump cuando lo amenaza con aranceles; a la Coordinadora Nacional de Educación; recientemente a la delincuencia organizada. De ahí en más no le hace caso a la Constitución, que quiso borrar con un memorándum; a su Secretario de Hacienda que se la pasa corrigiéndolo; a los organismos económicos internacionales ni a los del gobierno, cuando no coinciden son sus datos. Bueno, no le hace caso ni a la naturaleza, se inundó donde se va a construir la refinería Dos Bocas y no provocó ni una duda ni una nueva investigación. ¿Le hará caso a las inconformidades contra su gobierno dentro de las fuerzas armadas? En un desayuno con los altos mandos del ejército que encabezó el Secretario de la Defensa, tomó la palabra el general Carlos Gaytán Ochoa y advirtió que en México la sociedad está polarizada políticamente porque la ideología dominante, pero aclaró, no mayoritaria, se basa en corrientes pretendidamente de izquierda que acumularon durante años gran resentimiento. Además, agregó el general, los frágiles contrapesos existentes han permitido un fortalecimiento del Ejecutivo que propicia las decisiones estratégicas que no han convencido a todos, para decirlo con suavidad. Agregó, hablando fuerte: “Ello nos inquieta, nos ofende, eventualmente, pero sobre todo nos preocupa, toda vez que cada uno de los aquí presentes fuimos formados con valores axiológicos sólidos que chocan con la forma con que hoy se conduce el país”. López Obrador abordó este discurso, afirmando que el problema es que antes había una política de exterminio y ahora se defienden los derechos humanos. En forma mañosa el Presidente no responde a las críticas muy concretas del General a quien han apoyado otros miembros del Ejército. López Obrador se anda por las ramas cuando el tronco está muy ancho. La inconformidad es por dos cuestiones fundamentales: ha polarizado al país y no tiene contra pesos en decisiones que van contra los valores del Ejército. Hace meses en un texto advertí sobre el peligro de un discurso estridente, intolerante, maniqueo y violento. Escribí. ”Muchas cosas deberá cambiar López Obrador ahora como Presidente, Su discurso en campaña fue esencialmente emotivo, hizo énfasis en lo que llamaría Ortega y Gasset, su majestad el odio. El que explotó en todas sus vertientes: rencor, rabia, indignación, resentimiento, despecho, furia. En su campaña supo aprovechar ese sentimiento de desesperanza ante un gobierno alejado de los intereses populares y una supuesta racionalidad política distante y cínica. Este discurso se reflejaba en una visión binaria de la realidad: son “ellos” y somos “nosotros”. El país dividido entre buenos y malos; entre policías y ladrones; entre héroes y villanos. Esta polarización tiene como reflejo el rechazo a la pluralidad democrática y se transforma en consigna bíblica: quien no esté conmigo está contra mí. López Obrador tendrá que pasar de los antis a los pros. Deberá dar fin a todo lo que es ruptura y forjar un nuevo discurso conciliador e integrador”, Eso escribí y hoy lo ratifico, el Presidente tiene en su discurso una oscura vocación por animar la discordia, el cainismo nacional, es algo sumamente peligroso. Quien lo dude que se lo pregunte a Abel.