SERGIO A. VENEGAS RAMÍREZ
La captura del ex director de Pemex Emilio Lozoya Austin –ayer en España- es, sin duda, un triunfo institucional y personal del queretano Santiago Nieto Castillo, titular de la Unidad de Inteligencia Financiera y principal operador del presidente Andrés Manuel López Obrador en su lucha contra la corrupción.
Largo fue el camino recorrido por el ex fiscal de delitos electorales y ahora zar antilavado para probar los desvíos del jefe de la principal empresa del estado mexicano, su conexión con el Caso Odebrecht y el desvío de millones de pesos.
La caída.
Me queda claro que ni Enrique Peña Nieto ni Emilio Lozoya Austin, pensaron que la destitución en 2017 de Santiago Nieto Castillo como titular de la Fiscalía Especializada en Delitos Electorales (FEPADE), les complicaría la existencia y –en el caso del segundo- lo llevaría a la cárcel.
Dos días después de las declaraciones, el titular de la FEPADE fue cesado del cargo.
En un escueto comunicado, la PGR informaba que Nieto Castillo había transgredido el Código de Conducta de esa institución.
Dos meses antes, la fiscalía electoral había abierto una investigación por un supuesto soborno de 10 millones de dólares provenientes de la petrolera española que –buena parte- habría sido transferidos por Lozoya Austin a las elecciones que llevaron a Peña Nieto directamente a Los Pinos.
“Me envió una carta diciendo que quiere que yo haga un pronunciamiento público sobre su inocencia y me envía un currículum diciéndome quién es su papá, quién es su mamá, en dónde estudió. Nunca entendí esta parte”, dijo a Reforma.“Creo que esta carta refleja en gran medida la impunidad, es decir, el planteamiento de que ‘soy una figura pública. La autoridad se tiene que disculpar’. Esto es lo que me parecía particularmente grave”, declaró Santiago Nieto en la entrevista.
Y fue destituido…