GOTA A GOTA
La sabiduría
La palabra sabiduría proviene del griego: sophia. Es un estado del alma, una forma de habitar el mundo. Reposo lucido, alegre, sereno. No obstante, cada mal encuentra la sabiduría donde se encuentra. Ahí donde aprende a saber vivir. Pero siempre referida a la persona, nunca a la colectividad. Quiero decir que nunca al pueblo. Este es una abstracción, una unidad artificial. Quien diga que el pueblo es sabio, engaña. Tendría sus motivos. Si lo enuncia un líder, tal vez sea para evadir sus responsabilidades.
Lo que México acaba de vivir el 1 de Julio se puede definir como un fenómeno de masas. Cosa que nada tiene que ver con la sabiduría. Freud se ocupó de la psicología de las masas. Vio en ello una pulsión libidinal: ese seguir a un padre, en este caso un líder que representa ‘el ideal del yo’ de las masas. Le Bon, más tarde, explicó el comportamiento masivo como un acto contagioso, caída en un estado de fascinación, agitado por el enojo, enfadado… El contagio emocional se tradujo en una imitación, en un movimiento dirigido a la coincidencia emocional. Esa coincidencia, tal vez evitó el caos, pero devino en sometimiento al líder, una especie de amor filial un tanto pueril. El líder promete un orden nuevo. La subordinación implica un gesto de gratitud. Aleja a las masas del abismo y le abre un horizonte de “esperanza”. No importa la desilusión del mañana. Es el presente lo que vale: como el estallido emocional del momento, como el éxtasis del instante.
Más cercano a nuestro tiempo, Elias Canetti se adentró en ese universo humano en “Masa y poder” (1961) El premio Nobel (1981) sostiene que las diferencias entre los individuos se disuelven en una fuerza común, en un cuerpo unificado. En este sentido el movimiento triunfal de MORENA fue el triunfo de las masas obedientes a la voluntad de un líder. ¿Tendrá duración este sometimiento? No lo sabemos. Lo cierto es que pagará un precio: la libertad. La libertad del sabio… o simplemente la del ciudadano crítico.
“El sabio quien no tiene necesidad, para ser feliz, de mentirse, ni de contarse cuentos, ni siquiera de tener suerte. Se dirá que se basta a sí mismo. Y por eso es libre.” El hombre sabio, es, pues, libre. No tiene amo. Ni Iglesia. Ni apegos. Ni considera un honor estar con alguien para facilitar sus antojos. No necesita pastores que guíen sus decisiones. El único pastor es su propia responsabilidad.