GOTA A GOTA
El despropósito
Qué difícil es guardar silencio. Es como cultivar una buena amistad. Nunca nos traiciona. Nos lleva siempre por el camino de las grandes cosas. Eso pensaba Nietzsche. Hablar constantemente, en cambio, nos hace tropezar con igual frecuencia. Ese nini decrepito que es Andrés Manuel López Obrador no puede frenar su lengua, voz aguda que lastima el oído. Lengua torpe y reiterativa. Y al propio tiempo lengua y voz vacilantes. Por eso no podemos tener una idea exacta de lo que piensa, si a pensar llegará alguna vez. Habita en la oscuridad. De ahí que no maduren jamás los frutos de su alma. Todo es en él un despropósito. Sus dichos y sus hechos son inoportunos y disparatados. El último, dando por hecho que será presidente, es el de declarar que no ocupará los Pinos, un espacio que convertirá en el centro cultural más grande del mundo, en concordancia con su movimiento. ¿Ocupará Palacio Nacional? ¿Dormirá en desplante digno de su psicopatía, en el camastro en el que falleció el Benemérito Benito Juárez, víctima de una angina de pecho? ¿Tendrá este hombre, reprobado en matemáticas, una idea de lo que costaría habilitar ese inmueble para dar rienda suelta a su capricho? ¿Conmoverá al populacho que le sigue con ese arrebato de ‘austeridad’? ¿O querrá vivir como el primer ministro de Suecia que habita en una casa de trescientos metros cuadrados, lavar su ropa, carece de servidumbre doméstica, entre otras razones porque los contribuyentes no están dispuestos a pagar lujo alguno?
¿Él, López Obrador, el narciso más negro y retrógrado que conozca el presente mexicano, será la esperanza de este país? Mario Vargas llosa ya nos ha advertido que tengamos cuidado a quien le entregamos el poder. El populismo de ese hombre es un clavo ardiente, un falso pastor detrás del cual se esconde una recóndita amargura pero que bien aprovecha la estupidez de sus ovejas desesperadas. Me pregunto ¿Cómo habrá sido su infancia que, como un limosnero pisado, por años y años, todos rincones de México en busca de ‘una voluntad’ por el amor de Dios? De verdad cree que podrá redimirnos. ¿El Redentor? Pienso en la escultura de Miguel Ángel cuyo torso desnudo vigila un monje, temeroso de que miradas profanen el cuerpo de la deidad ahí representada.