GOTA A GOTA
Entre indiferencia y desdén
Hace veinticinco años, el entonces gobernador Enrique Burgos me convocó a una reunión en casa de gobierno. Un desayuno frugal. Como él acostumbra. Hablamos de una fecha histórica: 125 años del sitio de Querétaro y el triunfo de la República. Deseaba él conmemorarla. Le propuse un libro que dejara un testimonio. Aprobó la idea y lo hicimos. Contribuyeron el Archivo General de la Nación; la investigadora Irma Cruz Soto con textos y selección de imágenes: fotografías de personajes. Grabados anónimos, magníficas litografías de Casimiro Castro… y por supuesto la presentación de Burgos; todo bajo mi coordinación. El resultado, magnífico: un libro de colección, que todavía conservo.
Se trataba de guardar en la memoria la gran gesta. Como dice Tzvetan Todorov “la recuperación del pasado es indispensables; lo cual no significa que el pasado deba regir el presente, sino que, al contrario, éste hará del pasado el uso que prefiera. “Un buen uso es volverlo fértil, vivir sus lecciones, agradecer ejemplos, distinguir germen y fruto. México era ya republicano, por legítima vocación; venció a la intervención extraña de la que víctima, tal vez por su ingenuidad a despecho de su cultura, Maximiliano el príncipe de Habsburgo, quien, después de todo, puso toda su amorosa voluntad en hacerle un bien a México con sentido liberal y creativo.
Creo que así lo entendió el gobernador Burgos de cuya lúcida presentación reproduzco un párrafo:
“Después de un penoso sitio impuesto a la ciudad de Querétaro, la lucha de los republicanos, por ventura, puso fin no sólo a la tentación monárquica de algunos mexicanos, sino también a las ambiciones europeas de intervenir en nuestros asuntos internos. El triunfo republicano posibilitó entonces el inicio de la modernidad mexicana; tal es la tesis que Daniel Cosio Villegas, uno de nuestros más ilustres historiadores, defendió con justa razón. Pues, en efecto, si entendemos por modernidad política un Estado nacional consolidado por instituciones republicanas, capaz de mantener el orden, de salvaguardar las libertades y de impulsar el desarrollo social, eso significó la república restaurada”
Paradójicamente, el sesquicentenario (2017) pasó casi inadvertido. Lamentablemente en la medida en que hoy necesitamos más que nunca aprender de esos episodios. Apenas una evocación discreta en el Senado, pero por lo demás nada. Me lo explico en nuestro Querétaro, protagonista de ese momento, como de otros de relevancia nacional. Oficial mixtura de indiferencia, desdén… y prejuicios históricos. La memoria de esas hazañas tiene gran significado. Es una manifestación alegre de gratitud, una ocasión de aprovechar las lecciones de las injusticias sufridas para luchar contra las que hoy se producen, que muchas son: corrupción, violencia impunidad… desigualdad social.
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Comprendo que, a veces, es mejor olvidar y perdonar. En la vida de los individuos, pero no en las sociedades, en la historia. Y cito, como ejemplo, de nuevo a Todorev: “los verdugos nazis quisieron aniquilar a sus víctimas sin dejar rastro; el memorial recupera, con una sencillez consternadora, los nombres propios, las fechas de nacimiento y las de partida hacia los campos de concentración. Así se restablece a los desaparecidos en su dignidad, La vida ha sucumbido ante la muerte, pero la memoria sale victoriosa en su combate contra la nada.”
Guardemos la memoria de todos nuestros desaparecidos. No sólo en Ayotzinapa … México es un cementerio. Una tragedia que se multiplica por doquier.