GOTA A GOTA
La Ira
Cesar Augusto Lachira Sáenz publica en Facebook una nota intitulada “Tirano imbécil”. En ella nos cuenta que el ayuntamiento de Querétaro cita a jóvenes provenientes de diversas universidades y preparatorias para escuchar unas conferencias bajo el título de “chavos sanos”. A las 7am en el auditorio Josefa Ortiz. El presidente municipal, Marcos Aguilar Vega llega a las 9am, es decir con dos horas de retraso. El fallido mandatario pronuncia el discurso inaugural que interrumpe cuando observa que un estudiante dormita, el presidente estalla: insulta al estudiante y lo califica de “mediocre”.
La ira se ha apropiado de su estado de ánimo. Ciertamente, la ira puede ser justa. Un ejemplo la ira de Aquiles ante la muerte de Patroclo, de la que nos habla Homero en “La Ilíada”. Pero la ira de Marcos más bien emana de su soberbia, de ese sentimiento de humillación generado cuando alguien no se ha postrado ante él, ante sus palabras ‘sabias’; cuando se siente defraudado por la acción del joven, acaso fatigado por la tardanza.
La reacción de Aguilar solo muestra la impaciencia, el desorden de sus emociones. Pues contra la ira, el único antídoto es el equilibrio interior, la paciencia, la magnanimidad. Está claro que ese señor no tiene control de si, que cualquier contrariedad desata su venganza, en este caso, la injuria.
Lo que no me explico es cómo el resto de los asistentes no se hayan solidarizado con su compañero y abandonado el recinto en son de protesta dejándolo hablar solo, como lo merecía su demora y majadería.
Poner en evidencia el arrebato iracundo de ese tiranuelo hubiera sido una gran lección. Le hubiera enseñado que la paciencia es una virtud creadora. Como lo expuso el genial Van Gogh en una Carta a su hermano Theo. Pensando en su quehacer artístico, Van Gogh expresó, ‘Hoy he leído una verdadera frase de artista. Tengo la paciencia de un buey’. Una sentencia que, parafraseándolo, convendría recordar en esta época de políticos torpes e
impacientes.