GOTA A GOTA
La ofensa
En las salas de cine de antaño, nos ofrecían funciones matutinas: la ‘matiné’ dominical. Los relatos fílmicos más frecuentes pertenecían al hoy fatigado genero llamado ‘western’. En aquella atmósfera pueblerina del siglo XIX, tenían lugar siempre combates, un tanto, maniqueos: la defensa de la raza blanca contra los ‘indios’, o bien apología del orden contra los forajidos, es decir, criminales que asaltaban bancos, saqueaban a sus habitantes y huían con su botín. En ese mundo, el sheriff era el héroe, el paladín de la tranquilidad.
Como una reminiscencia de aquella sociedad, sobrevive esa figura anacrónica, aunque ha dejado de ser heroica, pues, por el contrario, muestra su revés. Es el antihéroe aborrecible. Un ejemplo: el sheriff Joe Arpaio policía del condado de Maricopa y la ciudad de Phoenix, en Arizona, donde abunda la población mexicana. Electo por voluntad popular, Arpaio se convirtió en icono del racismo, de la persecución de los migrantes; saturó las cárceles a tal punto que se vio obligado a construir un campamento para los presos. Ahí confinaba a sus víctimas en condiciones increíblemente inhumanas, indignas de una sociedad civilizada. El maltrato incluía las privaciones de todo género: sal, azúcar, café; pero también la humillación de exhibir a los presos con calzoncillos color de rosa. Fueron tales sus excesos que no solo perdió las elecciones en 2017, sino también fue amonestado por un juez federal.
Lo peor de todo esto, ha sido el perdón que le otorgó Donald Trump, quien, sin importarle la instrucción judicial de poner fin a esa barbarie, lo liberó de toda responsabilidad, arguyendo que el tristemente célebre alguacil sólo había hecho su trabajo y cumplido con su deber, protegiendo así a la gente del “flagelo del crimen y la inmigración ilegal”.
Con esa medida indulgente, Trump, legitimó el racismo de Arpaio, amén de la crueldad, ese ‘pecado capital, el peor de todos’, según el diccionario filosófico de André Comte-sponville. Aunque a decir verdad, a Trump no le importa la suerte del policía, sino ofender a los migrantes, agraviarlos con otro escupitajo sobre su rostro moreno.