QUERETALIA
EL QUERÉTARO QUE PERDÍ
El que la entidad haya bajado sus índices de crecimiento me lleva a pensar que han subido los índices delictivos, la galopante corrupción, la arterioesclerosis múltiple de movilidad y la excesiva tramitología para invertir. Este año 2017 no ganaron la partida ciudades medias como Colima y Aguascalientes, aunque eso sí, seguimos estando arriba de la media nacional. Que todos los secretarios se pongan las pilas como mi querido Hugo Burgos García, para seguir desarrollando a Querétaro con mejores y mayores empleos.
Esta pequeña distracción me entristece y vuelo a la carga con la pregunta de ¿qué sería mi ciudad santiaguense sin el cerro de El Zimatario (así, en chichimeca, que significa Coyote Macho)? Sería Zacatecas sin La Bufa, Acapulco sin bahía, Atlixco sin ovnis, Jalapa sin café, Veracruz sin puerto, estrella sin luz, la tierra sin luna, IMSS sin medicinas, PRI sin Meade, el Banco de México sin Carstens, AMLO sin demagogia, la UAQ sin Rectora, la UNAM sin Narro, Santana sin guitarra, cronista sin crónica, Universidad sin autonomía, político sin mentira, teléfono sin línea, trasvesti sin playera americanista, Querétaro sin Heraldo, corrupto sin gazapo, cervecero sin tarro, tirano sin marro, Cruz Azul sin Chaco, Malgesto sin Paco, junior sin carro, viejillo prostático sin pato, golozo sin taco, cornudo sin Sancho, arquero sin arco, borracho sin trago, menudo sin cazo, Paco de Lucía sin mano, dentadura de fumador sin sarro, capitán sin barco y jarro sin barro.
El Zimatario (como está escrito en la supuesta acta de fundación del pueblo de Indios de Querétaro de 1537) es entrañable para los queretanos: es un volcán de agua apagado, por su subsuelo atraviesa un manantial de agua hirviendo, fija los límites entre los municipios de Querétaro, Huimilpan y El Marqués y manda a través de sus antenas las principales señales de Internet, telefonía, radio y televisión para los lugareños del valle. No es siquiera la montaña más alta del municipio capitalino y mucho menos la más alta del estado, pero sí la del valle del Bajío Oriental, echándose ojotes de reto con el cerro Culiacán en el cercano estado de Guanajuato. Por muy pequeño que sea, es el eterno centinela de mi Querétaro y su principal pulmón, al que el gobernador Camacho Guzmán protegió con medidas legales y administrativas sin importarle que fuera de jurisdicción federal y su denominación “Parque Nacional”. También para los rezanderos era el profeta que anunciaba si llovería o no en la urbe; pero también era el pequeño Everest al que soñamos un día subir hasta su cima, a pie, no como los huevones comodinos que lo suben en camionetas de lujo y llenas de guaruras.
Pues sí amigos lectores, qué feo sería nuestro paisaje citadino sin El Coyote Macho en su meridión (el Sur pues), el de las primeras aventuras campestres y hasta sexuales, o románticamente donde diste el beso primero. Me imagino a Santiago de Querétaro como una alameda sin álamos, un viñedo sin vides, una pecera sin peces, un jaguar sin manchas, una jirafa sin cuello largo (como Miguel Herrera), una Marilyn Monroe sin erotismo y feromonas, una Sierra Gorda sin divisadero, un San Joaquín sin “Campo Alegre”, “El Monte Casino” sin don Toño Ángeles, a “La Mariposa” sin los De la Vega Burgos, el templo de San Agustín sin fray Camilo Montes Vega o don Enrique Burgos Mondragón, el templo de Carmelitas sin su pobreza o el de San Antonio con su riqueza. Me imagino a Querétaro sin su emperador del paisaje y lo veo como Otelo sin celos y a Carlos Prieto sin cello y a Carlos Campillo sin Chelo; lo imagino como a Julio Figueroa sin red y a Memo Muñoz sin sed y a Tarzán sin Chita y sin liana y a Diego Foyo sin Ariadna; al Avispón Verde sin Kato, a Batman sin Robin, a Superman sin su “S” y a “El Santo” sin su máscara; a Hércules sin sus doce trabajos, a Ariadna sin Teseo, a Julieta sin Romeo, a los tacos sin suadero y a un Secretario de Gobierno sin recelo; a Dédalo sin laberinto, a “El Monje” sin Federico y a los viciosos de “El Barrio” sin perico; a Roma sin Coliseo, a Florencia sin David y a Heminway sin borracheras en París.
Queretarín sin Zimatario figuraría un Sinahí sin Moisés, un Egipto sin Ramsés y una profecía sin Daniel; un Alcocer con impotencia, un tarado con inteligencia o una Vázquez Mellado Vega sin belleza. Parecería el Sur queretano un Hamlet sin ser o no ser o un Carlos Jiménez Esquivel sin cigarro o sin café; un estadista sin agenda y un influyente sin prebendas; una gallina sin huevos y un joven sin sueños; y un mandilón sin consorte o un calzón sin resorte. Semejaría un Carlos Slim sin fortuna, un bebé sin su cuna o Andrés Garrido sin su luna; una mesa sin frijoles, un pentagrama sin bemoles, el pueblo de Jalpan sin Berrones o un pinal sin sus amoles; a Calcuta sin Teresa, a Juan Pablo II sin nobleza y a mi ahijado Pablo Olivares sin pereza; a Diario de Querétaro sin Luis Amieva, a la calle Otoño sin el poeta Alcocer y a mis Chivas Rayadas sin perder; a hueso sin tétano y a Jorge Ibargüengoitia sin Cuévano; a Óscar Chávez sin “Caifanes” y a Hugo Cabrera Ruiz sin afanes; a un mago sin chistera y a la cultura queretana sin Corvera; a Paulina Aguado sin arte o a Estela Gallegos sin el médico Deolarte; a San Francisquito sin brujos y a Nati Carrillo con tapujos; al infierno sin Luzbel y a Tetillas sin Miguel; a los pollos sin Chucho Coronel y a los “Conspedadores queretanos” sin corcel.
Querétaro sin mi Peregrino Zimatario parecería Orizaba sin su Pico, Jorge Rivero sin su pito o Venecia sin canales y sin tifus; rastro municipal limpio, café tibio o dictador con cincho; bautizo sin escuincle, sexo y perfume sin almizcle y naquito sin chicle; boda sin novia, magistrado sin toca y Andrés sin conchas; hindú sin Calcuta, convento sin cartuja y burdel sin puta; campo sin sementera, fea sin carrera y estofado sin ternera; fiesta española sin curros, legislatura sin burros y plática de orejas de Desarrollo Político sin susurros; macarras sin moral, peregrinos sin portal y gitanos sin puñal; a “El Piojo” Herrera con cintura, a Lupe García con finura, un sastre sin hechuras y a Francisco Garrido Patrón sin usura.
LA CASA DE LOS PERROS: Las tropas carrancistas trajeron el tifo por su falta de aseo, según los queretanos de la alta sociedad. Saquearon el antiguo mercado Pedro Escobedo (hoy mal llamado Mariano). Se prohibió visitar panteones, aún el 1 y 2 de noviembre, por la epidemia de tifo. Hambre y frío campearon en el invierno queretano de 1915-1916. Se instaló un comedor público y gratuito en el hospicio de la Junta Vergara, para abatir la hambruna entre la gente pobre. Se ordenó por el gobierno de Federico Montes la requisa del alcohol en todos los expendios, con el objeto de que la soldadesca ya no robara o comprara vino. El consumo del mismo entre la tropa era de escándalo, como en el Querétaro de fin de semana actual. No les vendo un puerco porque ¡¡¡todavía no encuentro el que me robaron en el Centro Universitario!!!