ENERGÍA Y MEDIO AMBIENTE
El transtorno de déficit de naturaleza y la ciudad
Éste artículo es la tercera parte en los cuales, por interés mostrado de los lectores, plasmamos un conjunto de enfoques conceptuales relacionados con la ciudad y la naturaleza, así de ésta forma quiero tratar algo muy reciente en los análisis, llamado “Solastalgia” o mejor conocido como el Síndrome de “Transtorno de Déficit de Naturaleza”, considerada una de las enfermedades «psicoterráticas y somaterráticas», según las bautizó el filósofo australiano Glenn Albrecht. Pero fue Richard Louv, un periodista y autor estadounidense, quien acuñó el Trastorno por Déficit de Naturaleza, frase utilizada en su libro de 2005 «El último niño del bosque».
Louv sostiene que entre más tiempo pasemos en el interior, más alejados estaremos de la naturaleza y tal vez más vulnerables a estados de ánimo negativos o a que se nos reduzca la capacidad de concentración. Y agrega que mientras estemos más conectados a la tecnología moderna y a las cosas que observamos, menos observamos el mundo que nos rodea.
Dentro de los síntomas que se han estudiado, se encuentran los siguientes:
Ansiedad
Estrés
Fatiga atencional
Y también ha sido asociado con cuatro grandes patologías:
la obesidad
las enfermedades respiratorias
el trastorno por déficit de atención
la hipovitaminosis D
El planteamiento parte de la premisa de que como seres biológicos, estamos fisiológicamente adaptados para estar en relación o contacto con la naturaleza, en donde ejercemos una serie de actividades, pero al desligarnos sucede un trastorno mental y por ello, se debe pensar en cómo los espacios verdes juegan un rol determinado, de ahí que el paisaje es, obviamente, un referente que rompe con el estilo de “vida de un ladrillo” y cuya interacción con la naturaleza o espacio verde tiene un cierto potencial. Y se diría que a medida que aumenta la magnitud y la calidad de la misma, los beneficios se multiplican.
Los cambios constantes, vertiginosos y abruptos en el entorno suscitados por el crecimiento de las ciudades que nos van aislando de la naturaleza, tal como sucede en la metrópoli queretana, provocan también éste tipo de trastornos mentales y que afectan en mayor medida a los niños.
El Derecho a la Ciudad, en este sentido, se direcciona hacia un derecho del ciudadano a tener contacto con la naturaleza, a contar con un paisaje vivo y no de anuncios o edificios, a ser educados en las escuelas sobre aspectos naturales y además poder tener contacto directo sea mediante huertos, salidas de campo o arbolados al interior de las escuelas, a contar, con camellones o en las calles, arboladas. Pues ello en su conjunto, es decir ese contacto vital con la naturaleza fortalece según Furnass las actividades del hemisferio derecho. Por otra parte, dentro de la Teoría del Desarrollo Cognitivo formulada por Piaget, se plantea que las experiencias visuales, auditivas y de contacto (medioambientales) influyen en la densidad de las respuestas neuronales y ello a su vez, permite al niño, adquirir capacidades de etiquetar, clasificar e identificar.
Por otra parte, el Premio Putlizer, Edward Wilson, señaló que “el mundo natural es el entorno más rico en información que las personas pueden encontrar”.
Una ciudad sin o poca naturaleza, provocará trastornos mentales, por consiguiente, la planeación urbana del hábitat en que vivimos debe ir de la mano con un conjunto de elementos que conecten al ser humano con elementos naturales y esto implica, que la ciudad y su instrumento del ordenamiento ecológico debe prever los espacios naturales o forestales, agrícolas, zonas protegidas, paisajes, cuerpos de agua, parques y circuitos de conectividad.
El Derecho a la Ciudad trae consigo el Derecho a la Naturaleza, simplemente por salud mental