SERGIO A. VENEGAS ALARCÓN
“Ahí va Diosito”, dicen cuando lo ven pasar. Es el Cristo de la Cañada, Juan Manuel Rangel Avendaño. El que el próximo Viernes Santo lo encarnará por tercera vez en el Viacrucis 152, el más importante y antiguo de nuestra entidad.
En rigor, tiene 12 años participando en la representación, aunque no siempre fue El Mesías, revela a PLAZA DE ARMAS, El Periódico de Querétaro. Inició como el apóstol Pedro, solo en una ocasion y en ocho actuó como Poncio Pilatos.
Hoy es Jesús. Así reconocen en El Marqués a este arquitecto de 34 años, miembro de una de las familias más antiguas del municipio.
No resulta fácil ser el Nazareno. Más allá del recorrido de 2 kilómetros cargando o arrastrando, cuesta arriba, una cruz de 84 kilos más pesada que él- y de los latigazos, los golpes, los gritos y el calorón, a Juan Manuel le impone un compromiso con su fe y su comunidad de mantener una conducta ejemplar los 365 días del año.
Así lo reconoce en nuestra Plaza de Armas, en donde ha confirmado la cita, en medio de su preparación espiritual y física que comenzó cuatro meses antes. Aquí junto a la emblemática fuente de El Marqués, habla el Cristo de El Marqués. Y lo hace con seguridad. Responde directo, de bote pronto, vestido de playera gris y jeans. Esperaba verlo de cabello largo como en las imágenes de las representaciones 150 y 151, pero lo usa muy corto. Nada que no se resuelva.
Requisitos para ser Mesías
¿Y cuáles son los requisitos para representar al Señor?
-Primero que nada, tiene uno que ser originario de La Cañada. Y, bueno, depende mucho del comportamiento, la moral. Tienes que ser un ejemplo para el pueblo de El Marqués. No puede estar cualquier persona ahí. Debe tener también cierto parecido, no al de las estampitas que todos conocemos. Esa parte es importante, pero sobre todo el ejemplo que das al lugar donde vives.
Toda mi familia, dice, desde mis abuelos son originarios de La Cañada. Y lo curioso es que hace poco más de 50 años un tío mío, hermano de mi mamá, participó como Jesucristo. Se llama Jesús Rangel.
¿Quién es Juan Manuel Rangel Avendaño?
-Soy arquitecto, estudié en la Universidad Marista. Trabajo por mi cuenta. Tengo una pequeña empresa de cantera. Igual también es parte de la región de El Marqués. Toda mi vida he sido un hombre de mucha fe. La Cañada se refiere mucho a eso, la tradición, la fe. Son muy conservadores. Me gusta mucho vivir esa parte. Mi fe, desde pequeño siempre ha sido muy grande. Veía pasar la procesión, veía pasar a los actores y decía yo quiero participar. Y más ahorita, representar este papel que es el principal, ha incrementado mi fe a un mil por ciento.
¿Cómo es la preparación?
Empiezo cuatro o cinco meses antes con un trabajo de gimnasio para adquirir fuerza. Faltando uno o dos meses hago acondicionamiento físico para poder resistir la representación del Viacrucis.
Y es que Juan Manuel pesa 81 kilos, tres menos que la cruz y son casi 2 kilómetros, en subida. “Digo la voy arrastrando, pero aun así, el recorrido, el golpeteo de la parte trasera, los latigazos, los golpes, el sol, la gente, la hidratación. Aparte mi última comida es a las 9:30 de la mañana”.
De él están al pendiente para la hidratación. Hay un paramédico que siempre está a su lado por lo que se ofrezca, “pero gracias a Dios estos 2 años todo nos fue muy bien. La preparación fue muy buena, entonces no tuvimos problema alguno”.
Ya es su tercer año y cada vez es más difícil
“Conforme va pasando el tiempo va incrementado más la complejidad. El primer año no sabía qué iba a pasar. Todo era como a la expectativa de… El segundo ya sé a lo que voy, pero creo que este tercero es el más difícil. Te preparas mucho más todavía, tanto personalmente, espiritual y físicamente, que te cuesta más trabajo. Eres un ser humano, también cometes errores. Soy joven, me gusta divertirme. También esa parte de poner el ejemplo al grupo te hace que tengas que moderarte en tu comportamiento y cómo hablas; todo, todo”.
Soy creyente al 100 %
¿Te identifican?
-La mayoría de la gente en La Cañada nos conocemos aunque sea de vista y quieras que no, te deja marcado el personaje. Te ven en la calle y te dicen “Ahí va Diosito”.
¿Qué te deja?
-Primero que nada, mi fe. Soy un creyente al 100%. Eso me emociona, me ilusiona. Me hace creer mucho más en Dios. Y, por otro lado, que la comunidad te identifique, te ubique y te salude es muy gratificante. A mí me gusta mucho platicar con la gente mayor, sus anécdotas impresionantes sobre El Marqués y lo que ellos han vivido.
¿Tu meta en la vida?
-Mi meta es mi familia. Quiero disfrutarla. Quiero vivir tranquilo. Quiero vivir bien. Mi meta, a los 40 años ser libre financieramente para poder disfrutar realmente lo que me gusta hacer. Soy casado. No tengo hijos y tengo la oportunidad de hacer muchas cosas.
¿Cómo percibes los problemas de México y el mundo?
-Yo siento que la paciencia de la gente se va terminando. La fe se va terminando. Yo he visto, jóvenes y muy niños ya en la drogadicción y el alcoholismo. Algo está pasando con los padres. La economía. Ahora los dos padres tienen que salir a trabajar para que realmente puedan sustentarse y eso ocasiona que los hijos se queden solos y anden de un lado a otro. Lo que lleva a la delincuencia.
Él ha sido empleado y sabe que cuesta mucho trabajo hacer una carrera. “Y para ser de los mejores tienes que empezar desde abajo, te pagan muy poquito, sufres mucho. Eso hace que algunos se vayan por la vida fácil. Yo soy de la idea de que en la vida tiene que haber un equilibrio. Hay que dedicarle tiempo a la familia, al trabajo, a la salud, al ejercicio y a la diversión”.
Sobre si hace algún retiro para representar a Jesús, comenta: No. Llevo durante todo este tiempo mi preparación espiritual. Es leer, escuchar, ver videos, películas, aparte tener pláticas con el Sacerdote, gente que esté involucrada en la Iglesia que nos enseñan la mayor parte de lo que significa todo esto. Eso es lo que hago para prepararme. Ya en el momento, antes de salir, desde un día antes me encomiendo a Dios, hago oración. Ese día llegamos todos a la Iglesia. Soy el primero en llegar, me meto al templo. Doy gracias ahí y pido por que todo salga bien, por mis compañeros. Y que la gente que vaya lo haga en un plan de fe y no de morbo.
¿El Cristo de la Cañada advierte las expresiones populares a su alrededor?
-Son muy chiquititos los tiempos en donde me doy cuenta si pasa algo. Todo el trayecto son unas emociones que de pronto me dan ganas de llorar y llorar. De repente como que quiero flaquear, pero otra vez agarro fuerzas. Algunos compañeros me cuentan: había una persona que tenía a su hijo y lo aventaba para que te tocara. ¿No te diste cuenta? No, la verdad es que no me doy cuenta, ni de lo que dicen. Que te van echando porras.
Y después del Viacrucis, ¿qué sigue?
-Llegar con la familia. Agradecer primero que nada al de allá arriba que todo salió bien. Llego con la familia, me doy un baño, como y a descansar, porque la verdad sí es muy complicado. Al día siguiente, muy adolorido de todo y aparte todavía en shock por las muchas emociones vividas en el trayecto.
Y es que no es fácil ser el Elegido, pero lo mejor es que después, al verlo pasar por la calle, lo reconozcan y digan: “Ahí va Diosito”.