En memoria de una de las mujeres más bonitas del Querétaro de mediados del siglo XX, esposa del ex rector de la UAQ Hugo Gutiérrez Vega
Cuando una amiga se va y con esa amiga pasaste muchos ratos de tu infancia y adolescencia, no sólo te hace recordar tantas cosas, sino que las vuelves a vivir. Se trata de una de las mujeres más bonitas que dio Querétaro a su sociedad de mediados del siglo XX. Todas las cualidades que pueda yo decir de Lucinda Ruiz Posada son pocas para lo que de verdad era, al grado de que mi papá siempre me la ponía como ejemplo. Lucinda, única mujer del matrimonio formado por don Eduardo Ruiz Gutiérrez y doña Lucinda Posada, sus hermanos Eduardo, Gonzalo, Jaime y Oscar, todos muy queridos amigos, que convivimos mucho pero mucho, todavía en Jurica, porque don Eduardo Ruiz visitaba a mi papá casi a diario y llevaba a toda la familia. Jugábamos tenis, nadábamos, montábamos a caballo, nos caíamos de las bicicletas.
Había un caballo muy feo, blanco, grandote que nos había regalado don Juan de Alba, y en ese pobre caballo no subíamos todos los Ruiz y todos mis hermanos, Oscar, Carlitos, Guillermo, desde el pescuezo hasta la cola. Al que no cabía, le tocaba picarle la cola y todos caíamos. Huelga decir que a Lalo y Gonzalo les arrastraban los pies, eran muy altos. Lucinda nunca se subió, sólo se reía de tantas travesuras. Cuando había fiesta en la hacienda, Lucinda bailaba flamenco de maravilla, con la admiración de los comensales. En las celebraciones de Balvanera, Galindo o El Colorado, ella siempre ponía el punto artístico.
En su casa siempre le decían “Mona” y así se le quedó. Entró Lucinda a estudiar comercio en la academia de doña Benilde Luque de Mainero, la ECA, y como Lucinda era el modelo para todo, mi papá nos metió a Leticia mi hermana y a mi a la “Benilde”. Quería ella ser secretaria, pero no perdía el tiempo. Daba clases de baile español y de ballet, le ayudaba a su mamá a recoger huevos de un gran gallinero que tenían en la casa de Juárez, casa muy grande que después fue ocupada parcialmente por la mueblería San José.
Lucinda, agradable, simpática, era amiga de todas las chicas que vivían en la cuadra, desde las Fernández Rubio, las Paulín que vivían enfrente. Todas sus amigas la querían muchísimo y llamaba la atención por su belleza. Fue nombrada reina de los Juegos Florales y ahí Hugo Gutiérrez Vega, llegado de Guadalajara, hijo de don Francisco Gutiérrez Arce, no volvió a quitar los ojos de Lucinda y en 1960 contrajeron nupcias en la Iglesia de Santa Rosa de Viterbo. Yo fui madrina en su boda, pero recuerdo que lloré mucho, porque ya había dicho Hugo que se iban a vivir fuera, lo cual no sucedió tan pronto como lo anunciaba porque se quedó como rector de la UAQ.
El gran paseo en aquél pueblito llamado Querétaro en los 1959-60 era ir a La Mariposa a tomar un helado, entonces en la esquina de Juárez y 16 de Septiembre, y de vez en cuando dar una vuelta en el ahora llamado Jardín Zenea los domingos en la noche, día en que teníamos que estrenar vestido, pues todos los chicos estaban al ataque. Recuerdo que cuando le chiflaban a Lucinda ella volteaba muy enojada y les decía: “no chiflen, no soy perro, con su gracia habitual.
Una vez casada Lucinda y cuando sale Hugo de la UAQ, lo nombran agregado cultural de varias embajadas por su amor a las artes y a la literatura, y por supuesto se lleva a Lucinda, quien se entrega en cuerpo y alma a su familia con la que recorrió medio mundo. De su matrimonio nacieron tres bellas niñas: Lucinda, Fuensanta y Mónica. ´Ésta última murió muy joven y empezaron las penas con Lucinda. Fue para ella un golpe muy duro, porque además su hija sufrió mucho con la enfermedad. Ya para ese entonces se fueron a vivir a México, en un departamento modesto en Copilco, lugar en donde la visité algunas veces. Yo también estaba en esa ciudad pues trabajaba en la Suprema Corte de Justicia de la Nación. Pero ya nuestras vidas habían tomado rumbos muy diferentes. Poco tiempo después mueren don Eduardo y doña Lucinda, y entonces la tristeza se refleja siempre en la cara de Lucinda. Si embargo, su belleza nunca la perdió. En 2015 muere Hugo y yo sabía que Lucinda se iba luego. Y así pasó. A principios de junio de este 2017 supimos de su muerte, llevándose el cariño de muchos queretanos y los recuerdos de una bella vida.
(Adelanto del libro “Atrás del telón”, obra inédita de la licenciada María de los Ángeles Urquiza Rubio y Aguiar).
POR: MARÍA DE LOS ÁNGELES URQUIZA