ENERGÍA Y MEDIO AMBIENTE
En el desarrollo histórico de la humanidad, se han presentado innumerables tragedias de diversa índole como las catástrofes naturales, pandemias, guerras, desaparición de especies, contaminaciones en gran escala y otras más que se pueden enumerar hasta llenar una o varias páginas, y que seguramente en su momento provocaron enormes daños, impactos, muertes y desesperanza, sin embargo, las lecciones han sido bastante cuantiosas, para ser retomadas en el tiempo hacia futuro. En el tiempo del ahora, cuando leemos, vemos o nos platican noticias, acontecimientos, ensayos, artículos científicos y toda una gama de opiniones a cargo de cualquier humano que cuente con un teléfono inteligente para plasmar un par de líneas o audio en las plataformas existentes, consciente o inconscientemente, percibimos o intuimos que algo o mejor dicho, demasiado, estamos haciendo mal. El plantea lo estamos enfermando, contaminando, desnudando, explotando y lo peor, caminamos hacia nuestra propia extinción como especie, por ello, yo y otras personas más, insistimos en que vivimos la era de la estupidez humana, pues si en verdad fuéramos la especie más inteligente, ¿cómo es qué estamos cavando el hoyo para sepultarnos a sí mismos?
La pandemia del coronavirus, sólo fue una lente dura de aceptar, asimilar y vivir, que nos permitió en un breve tiempo, darle un respiro al plantea, y ver por nosotros mismos, en un espejo, observándonos grotesca y salvaje imagen del humano que está destruyendo su casa y en consecuencia, como tragedia, a sí mismo. Ahora científicos, críticos, intelectuales, gobiernos, organizaciones de la sociedad y hasta algunas empresas, hablan, plantean, diseñan, analizan, invierten, se preocupan y juran que al regreso del aislamiento social y sanitario, habrá una nueva época, una nueva normalidad. Pero en verdad, ¿podemos creer que eso sucederá en forma casi inmediata?, parece imposible, ya que el sistema socioeconómico que ha sustentado esta crisis civilizatoria no se ha derrumbado aún. Y ahora, hasta se proclama la construcción de la Internacional Progresista (IP) como una iniciativa global con la misión de unir, organizar y movilizar a las fuerzas progresistas de todo el mundo para recuperarlo después de la Covid-19.
La ruta, lo digo de manera contundente, no está escrita aún, no obstante, que se vislumbran de manera tenue, algunas pautas como la producción y consumo local, sano y ecológico; la restricción severa del tráfico de animales; la incursión de producción de energías renovables bajas en carbono en manos de ciudadanos, cooperativas y micronegocios; el impulso y ampliación de redes alternativas de distribución y; una decisiva y amplia participación social en los designios de cada nación y del planeta.
Hoy para éste 5 de junio, nos quedamos no con la celebración del día mundial del medio ambiente, sino con la reflexión de la tragedia ambiental planetaria.
El cambio necesario, no es el resultado de la suma de cada esfuerzo individual como algunas personalidades lo han creído y planteado, a ellos les digo que se requiere algo más que eso para dar el salto adelante. En toda transición de un sistema a otro, se ha llevado mucho tiempo y muchos ensayos, así tenemos en la actualidad un salpullido de pequeños, muy pequeños ensayos de modelos socioeconómicos en casi todos los países, que se están probando, y unos fracasan y otros avanzan pero no sin tropiezos, Falta tiempo para mejorarlos y crear otros nuevos que se adapten mejor, empero, sin duda alguna, en todos ellos hay un componente común: la colaboración en Red. La cantidad que se acumule de casos, permitirá la mejora y sólo entonces, estaremos frente a un cambio cualitativo de modelo, a mi parecer nos tomará algunos 25 o 30 años más.
Los eventos, sí es que llegan a realizarlos en cada país, bajo el lema “La hora de la naturaleza” de Naciones Unidas, como una acción global para concientizar a la población sobre los vínculos que conectan a todos los seres vivos de la Tierra y cómo actuar, mediante campañas, ahora ya todos sabemos que eso y las campañas anteriores no fueron suficientes, pues de lo contrario nos estaríamos camino al precipicio como se demostró durante la pandemia.
La tragedia, nos sirve para vernos a nosotros mismos, pues el reconocer de muto propio, es harto difícil, sobre todo a los que fueron y a los actuales tomadores de decisiones en los gobiernos, en los organismos mundiales, o como líderes sociales, que nos hemos equivocado, que no ha sido suficiente, que ha faltado mayor fuerza o que estamos arraigados en la rutina de esta espiral descabellada. Sabemos también que unos han jugado un rol de depredadores y otros han pagado la factura con pobreza, hambre y enfermedades, y que tal desequilibrio, como en cualquier ecosistema no durará por siempre y lo mejor, terminará en desastre, en el colapso social.
Desde la antigua Grecia, la tragedia tenía como objeto un efecto purificador en el espectador, sólo que ahora no se trata de una obra teatral o literaria, sino de la realidad misma, de los actores en sus respectivos papeles cotidianos, de los funestos errores cometidos, pero ocultados, y finalmente del castigo que afrontamos para purificarnos. El ejemplo de ésta pandemia, es evidente, en tanto gestación de un proceso masivo, global, acelerado y contundente. En otras palabras, se trata de un fenómeno acumulativo que crea un nivel superior de fuerza capaz de desarticular o golpear parte de la estructura por un determinado tiempo, dejando una zaga de eventos críticos encadenados de mayor permanencia. El miedo al COVID no es lo que interesa, el verdadero miedo es a la incertidumbre basada en las condiciones que hemos creado, es como construir un edificio con demasiados vicios ocultos que desafían a la gravedad y por tanto, el temor nace del estado de alerta, pues la probabilidad que se caiga es alta y en consecuencia vayamos a morir, pero como se trata de un evento que se desarrolla lentamente, y con múltiples fachadas, entonces nuestra conciencia deja de alarmarse, es decir se aletarga, a diferencia del contagio con el Coronavirus, que es inmediata su amenaza, en cuestión de menos de un mes puedes morir, y el tiempo de ese ahora, parece más fuerte y aterrador, que cuando sabes que vas a morir en el futuro.
No se trata de re-inventar al medio ambiente, no es tampoco la salvadora del mundo la tecnología, no son las promesas de los gobernantes, ni el voluntarismo individual, es más simple, se trata de la forma de organización societaria bajos pautas de valores y reglas éticas ambientales, que toman como condición el bien común y la colaboración en Red.