EL JICOTE
Una amable lectora me reclama que en la serie del suicidio no hice mención al suicidio por celos. Efectivamente, pero no creo que ese tipo de suicidio tenga una especial incidencia, en ese caso se ubicaría en la mentalidad del suicida que actúa bajo el concepto: “para mí la muerte, para ti la culpa”. Casi ya no existe ese tipo de martirologio, la vertiente que he leído es que el homicida mata por celos y luego se suicida, y ocurre principalmente con los hombres celosos. Este tipo de acontecimientos me parece que irán a la baja, pues una corriente del feminismo rechaza los celos, en los que no ve nada positivo ni romántico. Antes de reflexionar al respecto vale reconocer que palmariamente no tengo estudios académicos de psicología y que en mis hipótesis y pesquisas sólo tengo como muestra de investigación a mí mismo, muestra poco representativa. Dicho esto, manifiesto mi oposición a la idea de que los celos no tienen nada positivo ni romántico. En primer lugar los celos son totalmente normales, todos tememos perder a la persona amada y obviamente deseamos conservarla cerca de nosotros. Nunca la sentimos ni segura ni garantizada. Es facilismo amar al enemigo, lo tenemos identificado, no lo deseamos, nos importa poco que se vaya o que se quede, aunque lo ideal es que se vaya. Lo duro es amar al amante consciente de que en la relación puede estar en todo, menos en misa. El peligro se agudiza pues no somos seres terminados, concluidos y estamos en un permanente devenir y cambio; cotidianamente está a prueba el amor, las expectativas que tiene cada uno. Los celos recíprocos son un espacio de negociación de cada pareja.
Los celos, como el colesterol, pueden haber celos buenos y malos. Además son diferentes en todas las personas. En general los celos nos mantienen alertas y curiosos a la evolución de la pareja, ¿Qué hace? ¿Con quién comparte su cotidianeidad? ¿ A quién admira? No creo que a ninguna relación le haga daño este interés, este misterio, ¿por qué no decirlo? este sufrimiento. ¡Qué alivio después de que comprobamos que nuestras sospechas eran falsas! Qué sosiego tan maravilloso que hace renacer el amor y aumenta la dicha de que el amante siga a nuestro lado. Para los que preferimos la exclusividad, los que no somos indiferentes a que alguien nos acompañe en un mismo corazón, exorcizar el demonio que todo lo quiere compartir, es ver la vida de colores. Y si en la tormenta hubo relámpagos y centellas la reconciliación es volver a ver el sol con una intensidad casi olvidada. Mi convicción es que en una relación sentimental todo, menos el aburrimiento.
Los celos en extremo son un infierno, no descansan, no duermen; pasado, presente y futuro concentrados en observar sombras, en hacer suposiciones. El gusto por darse no es gozoso sino una tiranía que mata la espontaneidad. No soy libre, estoy secuestrado; no me abandono por placer sino por amenaza. Los celos en extremo terminan con los grandes y pequeños placeres del amor y todo tiene un tono de desesperación y asfixia.
Escribía San Agustín que cada quien es como es su amor, agregaría, cada quien es también como son sus celos. Cuando se sienten celos, antes de ver al amante, veámonos a nosotros mismos. Ayuda a la comprensión y a la tolerancia.