EL JICOTE
La cruzada contra la corrupción es uno de los cambios estructurales impulsados por el Presidente que apuntalan su popularidad. Hasta el momento no han afectado mayormente las terribles anomalías de su proyecto anticorrupción que despiertan muchas dudas sobre su eficacia y sinceridad. En la entrega pasada, destacamos su angostura ideológica cuando sostiene que la experiencia no es importante y pretende olvidar que la ineptitud es una forma también de corrupción. Todo indica que el Presidente está más preocupado por la lealtad a su persona que por los valores institucionales. También provocan muchas dudas su política a favor de la honestidad cuando el setenta por ciento de los proyectos y las compras de su administración se realizan sin licitación sino por asignación directa. La corrupción es una planta de sombra y las asignaciones directas son su vivero más propicio. También provoca mucha desconfianza su convicción en contra de la corrupción, pues en el sexenio pasado, con el acuerdo de todos los partidos políticos y después de un amplísimo debate, se creó el Sistema Nacional Anticorrupción. La ley correspondiente exige un sinnúmero de cambios legislativos y la creación de otros organismos. Nada se ha hecho, lo que ha propiciado que la lucha contra la corrupción no sea general sino discrecional y selectiva. Por supuesto que ya no se hace mención a los 50 mil millones de pesos que se consideraba se podrían obtener de las ganancias ilícitas, mismas que servirían para los programas sociales. Ni tampoco se recuerda su promesa de que, si la ciudadanía lo pedía, se juzgaría a los ex Presidentes. Todo lo anterior, es necesario reconocer, no ha incitado una disminución sensible en la popularidad presidencial. Otro cambio estructural e histórico que le ha proporcionado grandes simpatías al Ejecutivo es la austeridad. Los lujos y dispendios faraónicos del sexenio anterior, ahora ampliamente difundidos, han enmarcado muy positivamente los ahorros de una austeridad realmente republicana. Lamentablemente la austeridad ha sido llevada a extremos que algunos analistas la han bautizado como “Austericidio”, pues ha afectado a programas sociales importantes, por señalar sólo dos, las guarderías y los centros de cuidado y protección a las mujeres maltratadas. Lamentablemente un claro subejercicio del gasto público se ha pretendido encubrir con la idea de que se trata de ahorro. Esta austeridad tuvo su garrafal excepción en el cambio de la sede de aeropuerto, donde ya se habían gastado 140 mil millones de peso. Otra cuestión que permite que López Obrador mantenga niveles de beneplácito fue el aumento en el salario mínimo, subió más que en los últimos treinta años. Otra decisión que quizá no tiene tanta trascendencia nacional pero que me permití aplaudir en forma entusiasta, fue el cambio de destino de las Islas Marías, de prisión a un centro de investigación ecológica. Le comento a un amigo de Morena, lo lamentable que resulta que el Presidente boicoteé, él mismo, cambios muy importantes, con tantas metidas de pata, me dice: “Es la curva del aprendizaje”. Le comento ¿Curva del aprendizaje? Curvas del aprendizaje, a cada recta política viene la Cuesta China. Yo me río pero a él no le hace ninguna gracia.