GLOBAL BRIEF
Los lectores más jóvenes no lo van a creer, pero hubo una época en México en la que los presidentes eran figuras hieráticas. Casi nunca se les escuchaba hablar salvo en ceremonias cívicas. La excepción más notable era el día primero de septiembre cuando presentaba en el congreso su informe de gobierno. Para el niño que fui en los ochentas era el peor día del año: no había clases (hasta ahí todo bien) pero tampoco caricaturas. Todos las cadenas televisivas y todas las estaciones de radio se enlazaban desde temprano para dar cobertura a las actividades del presidente. Era una transmisión larguísima que empezaba en la residencia oficial de Los Pinos donde el presidente congregaba a su familia y a sus más cercanos colaboradores. De ahí se desplazaba en convoy por las calles de la ciudad rumbo al Palacio Legislativo de San Lázaro. En el interior del recinto, y con toda la pompa republicana que el presupuesto permitía, daba cuenta del estado de la nación y las acciones de su gobierno. Eran informes minuciosos que tomaban 5 ó 6 horas y en los que se revisaban a detalle las cuentas de cada rubro y área de gobierno. Aburridísimo todo. Al finalizar, el presidente recibía una sonora y cerrada ovación, e inmediatamente partía en convoy a Palacio Nacional donde saludaba a la muchedumbre desde el balcón presidencial. Se despedía y no se volvía a saber mucho de él hasta el año siguiente.
Cómo ha cambiado todo.
El primero en romper el solemne mutismo presidencial fue Vicente Fox. No sorprende. Además de ser un tipo lenguaraz, fue también el primer presidente no-priísta y decidió dejar su impronta en el cargo. Quizá inspirado en el programa Aló Presidente del finado Hugo Chávez, Fox ideó el cacofónico Fox contigo, Fox en vivo, un programa radiofónico en que el presidente discutía temas públicos y hacía de anfitrión. A diferencia de Chávez, sin embargo, Fox tuvo el buen tino de no usar los medios de comunicación del Estado para transmitir su programa —y por lo mismo su audiencia fue limitada. En contraste, Aló Presidente mutaría de ser un programa radiofónico a convertirse en el espacio privilegiado de Chávez en donde ejercía su mandato, anunciaba políticas públicas, pontificaba sobre la situación mundial, etc.
La exposición mediática de la presidencia mexicana tuvo continuidad con el sucesor de Fox, Felipe Calderón, quien creó el programa Diálogos Ciudadanos, claramente inspirado en el programa Diálogos en Confianza que transmitía Canal 11. Sin embargo, su sucesor en el cargo, Enrique Peña Nieto, puso fin a este programa. La razón salta a la vista: a pesar de su supuesto buen tipo, Peña tenía pocas tablas de orador y una limitada capacidad de improvisación.
Ahora con Andrés Manuel López Obrador la exposición mediática de la presidencia se ha salido de control. El presidente habla todos los días en sus susodichas mañaneras utilizando los medios oficiales. Llena así el espacio público con declaraciones, anuncios, condenas, chascarrillos, y utiliza a su gabinete como figurantes de un gobierno escenográfico. Pero, ironías de la vida, a pesar de todos los cuidados que se tienen en las mañaneras, a López se le nota incómodo en ellas. No es ahí donde él se siente a sus anchas. Donde realmente se siente a gusto y se deschonga es en las plazas públicas de pueblos y municipios. Ahí, bajo un tenderete o al rayo del sol, y frente a acarreados o simples curiosos, el presidente es su versión más fiel. Eleva su voz pituda, lanza duras anatemas contra sus adversarios, y otorga su bendición a las autoridades locales que (pobres de ellas) esperarían mucho más del gobierno federal que simples palabras.
Pero la plaza pública tiene una audiencia limitada, y por ello quizá una mejor opción para López sea fijarse en el ejemplo de Diosdado Cabello, número dos del régimen de Nicolás Maduro en Venezuela. Cabello lleva varios años como anfitrión del programa Con el Mazo Dando, trasmitido todos los miércoles por la televisión oficial venezolana. Se trata de un mitín callejero grabado en un estudio de televisión, juntando así dos estrategias preferidas de López: el espíritu de la calle y los reflectores de las cámaras. Al tiempo.
Alejandro García Magos es doctor en ciencia política por la Universidad de Toronto. Su trabajo de investigación gira en torno a procesos de democratización y de regresión autoritaria. Es autor de “López Obrador in Democratic Mexico,” incluido en la Oxford Research Encyclopedia of Latin American History. Es además Editor Senior en la revista canadiense Global Brief.