SERENDIPIA
No muchos gobernantes en la historia de la humanidad han tenido la inteligencia de comprender a sus gobernados y conectar su voz, pensamiento y autoridad con la del pueblo que en los momentos críticos busca consuelo, ser escuchado, y encontrar una guía que conduzca a la sociedad, casi como un padre lleva a su hijo de la mano en la oscuridad, a sortear las crisis, amenazas y tragedias que viven todos los países.
La historia de Winston Churchill es uno de los ejemplos más emotivos del político que logra estar a la altura de su pueblo al tiempo que está sentado en una posición que le permite ver más que todos, tomar decisiones capitales y utilizar la fuerza de su pensamiento para convocar a toda una nación, o permanecer inmóvil y arriesgarse a que la sociedad lo rebase y lo deje atrás para siempre.
“Churchill es para la juventud británica una estatua frente al Parlamento —escribió en El Mundo de España, Pedro G. Cuartango al reseñar el libro El factor Churchill: cómo un hombre hizo historia, escrito por Boris Johnson en 2015— Churchill convenció al gobierno de que un armisticio con los alemanes despojaría a Gran Bretaña de su imperio y la convertiría en títere del nacionalsocialismo.
Johnson explica que con el discurso de “sangre, sudor, esfuerzo y lágrimas” que hizo llorar a decenas de parlamentarios que le abrazaban al final de la sesión y le vitoreaban como líder indiscutible, “Churchill se atrevió a decir en voz alta lo que muchos pensaban en voz baja y apeló a los sentimientos patrióticos de toda la nación. Ese fue el momento culminante de su carrera y por el que merece ser recordado”.
En México la violencia ha tocado un fondo insospechado: ante la indiferencia, la apatía o la incapacidad de las autoridades para evitar que continúen siendo asesinadas, violadas, desaparecidas y agredidas todos los días, miles de mujeres marcharon para protestar contra el machismo y el sistema patriarcal.
La ausencia de un discurso que reconozca y comprenda el problema ha alcanzado una dimensión histórica. No ha habido un presidente, jefe o jefa de gobierno que en los últimos gobiernos haya logrado comprender la violencia contra las mujeres y utilizar su liderazgo como una forma de consuelo y para despertar conciencia sobre las consecuencias devastadoras de la violencia y la urgencia de contenerla desde las raíces de la sociedad.
Las denuncias, la ira, los poemas y las pintas hechas por las mujeres en el Ángel de la Independencia representan la más elocuente y desesperada forma de SOS lanzada por una parte de la sociedad que no se siente escuchada, representada ni cuidada por sus autoridades.
Ante la violencia incontenible, miles de mujeres han alzado la voz.
El desafío para el Presidente y la jefa de gobierno es verlas, escucharlas y utilizar su voz y liderazgo para apelar a los sentimientos de un país desangrado.