EL CRISTALAZO
-Mira, me decía Jorge Díaz Serrano, años después de haber sido injustamente encarcelado, en las actuales condiciones, con un precio de un dólar por barril, el petróleo seguiría siendo un gran negocio. Bueno no tanto, pero el problema no es sacar y sacar crudo, el petróleo, así nada más, no sirve para nada. Necesita procesos de petroquímica para darle alguna utilidad. Y cuando se desarrollan procedimientos para hacerlo útil, indispensable, necesario, es cuando adquiere su inmenso valor”.
Hoy, el gobierno mexicano ha dado a conocer un Plan de Negocios para la destrozada empresa nacional y al parecer se encamina a un plan de mal negocio. ¿Por qué? Porque sustenta toda su estrategia en un pilar equivocado: aumentar la producción en un país de mantos agotados, cuyos veneros posibles están en el fondo marino, para lo cual carece de tecnología extractiva y requiere sociedades ventajosas para quienes pueden aportar técnica y capital.
Pero el nacionalismo del siglo pasado ha contaminado las necesidades de hoy. Sin capital extranjero, por desgracia o no, Pemex no va a flotar de nuevo.
Y por el camino señalado, las empresas extranjeras no acudirán a la fiesta de las migajas. La voz presidencial ha dicho:
“…El plan muestra la nueva visión estratégica de la empresa en la línea con la política del Gobierno de México en materia energética y de desarrollo económico. Los aspectos más relevantes se presentan a continuación.
“En resumen, son tres los problemas estructurales que enfrenta la empresa: la elevada carga impositiva, su deuda y la baja inversión. Esto atrapó a Pemex en un círculo vicioso.
“La estrategia, la esencia de este plan es proponer soluciones que resuelvan estos problemas históricos. Para ello, con el apoyo del gobierno de la República, al anunciar que respaldará y apoyará un cambio al régimen fiscal de Pemex se ha dado un paso histórico a fin de que la empresa tenga un alivio en su carga fiscal que le permita liberar recursos para detonar proyectos de inversión en la producción de petróleo”.
La reducción de la carga fiscal para Petróleos Mexicanos es una buena noticia para el gobierno, pero una pésima advertencia para los contribuyentes cautivos de este país, donde menos de la mitad tributa para sostener la informalidad, la evasión o —de plano— la pobreza de la otra mitad. Y me voy largo.
“…El objetivo es que el gobierno de la República apoye a Pemex los primeros tres años de la administración, en lo que será una etapa de transición para recuperar la producción de petróleo, para que en la segunda mitad de la administración sea Pemex quien apoye al gobierno federal para financiar el desarrollo y el crecimiento económico de nuestro país”.
Durante los primeros 70 años de su vida, PEMEX sostuvo al gobierno. Fue el principal motor fiscal de la economía y de muchas formas cargó con el precio del desarrollo nacional. Tres años para regresar las cosas a un punto de equilibrio, se me hacen muy pocos. Es el optimismo del voluntarismo.
“Para resolver el problema de la elevada carga fiscal, el gobierno federal tiene previsto presentar una propuesta de reforma a la Ley de Ingresos sobre Hidrocarburos para reducir la tasa del Derecho de Utilidad Compartida, el DUC…la tasa actual es de 65 por ciento y que se llegaría a una tasa de 54 por ciento para el 2021.
“…De especial relevancia será la capitalización destinada al financiamiento de la nueva refinería de Dos Bocas, cuya construcción (señalada por los especialistas como caprichosa y a la larga improductiva), será fondeada con recursos federales”.
Hasta ahÍ todo suena maravilloso. Cuando ya tuerce la marrana el rabo, es al escuchar la advertencia de cómo compensar los ingresos fiscales faltantes de la gigantesca aportación de Pemex en las cuentas públicas: aumentar la recaudación fiscal. Eso quiere decir, exprimir al pueblo. No al pueblo de la pobreza celebrada, fomentada y subsidiada. Al otro, al pagador de de impuestos.
Pronto se gravarán puertas, ventanas; perros y gatos…
EMPIRE STATE. En los años 30 del siglo pasado las grandes petroleras con sus infinitas ganancias, construyeron los grandes edificios de la Ciudad de Nueva York. En México se fomentó la industrialización y una de cada tres obras de la nación fue pagada con el dinero del petróleo.
Los símbolos de la opulencia capitalista son el Rockefeller Center y el Empire State. En México, los bustos del general Cárdenas y el paso de productor a importador.
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