EL JICOTE
En su renuncia Germán Martínez denunció los recortes presupuestales en los programas de salud y la compra de medicamentos pero también exhibió el absoluto desdén del Secretario de Hacienda que, a pesar de la insistencia de Martínez. lo trataba peor que un agente de ventas de medicamentos, no le tomaba las llamadas ni menos aún lo recibió.
Semejante exhibición de las lacras internas de gobierno lo desacredita gravemente. Es una renuncia que no se hubiera dado con ningún Presidente anterior. ¿Por qué? La Secretaria de Gobernación, que se supone es jefa del gabinete, no manda ni coordina ni en su dependencia. Bueno, no aconseja ni siquiera contra un memorándum violatorio de la Constitución. Ella, antes que nadie, debería de haber sabido del problema y tratar de resolverlo, en su caso debería de haberlo parado o ponderado la renuncia. Es una Secretaria que no ha cursado ni un propedéutico de política real.
Para aumentar el volumen del despiporre se suma la renuncia de la Secretaria del Medio Ambiente? ¿Cuál es la raíz de todo este zipizape? La causa es que López Obrador hizo de su gabinete una olla de tamales donde metió de dulce, chile y de manteca. La cantera para la formación de su gabinete fue con compromisos de campaña, recomendados por amigos y cooptación de académicos. Semejante mondongo tabasqueño derivó en lo que Pareto llama “élite gobernante”, quienes son los que en el círculo cercano del Presidente tienen el poder y obviamente ven encima del hombro a los otros secretarios.
El problema se agudiza porque la élite gobernante le clavan en la nómina a los de sin poder funcionarios en cargos claves. Es un gabinete que no tiene una relación cooperativa, no hay cohesión grupal, no existe lo que los teóricos llaman “esprit de corps”. Ante cualquier divergencia se impone el liderazgo tribal, carismático y autoritario del Presidente, quien impone la política de Catalina II de Rusia, quien afirmaba en relación con sus ministros: “Estoy de acuerdo con ellos siempre…, siempre que ellos estén previamente de acuerdo conmigo”. Por último, estoy seguro que la Secretaria renunciada tiene toda una carrera profesional estudiando el tema y seis meses elaborando programas ¿Cuánto costará al país sustituirla con otro funcionario que vendrá a capacitarse y entrenarse para el cargo? En suma: ¿Representa realmente un ahorro que el gobierno no tenga una flotilla de aviones para los viajes de trabajo del Presidente y el Gabinete? Es un gobierno que opta más por la demagogia que por la eficiencia.