Más Escepticismo/ Altanería Molesta
Del rencor pasamos a los votos; de éstos, con 30 millones de boletas de peso, a la euforia; después siguió la apoteosis de la popularidad mayor a la de ningún otro caudillo del país; seguimos entre dos fuegos extremos, el de los radicales que no admiten señalamiento alguno sobre el icono considerado intocable por su jerarquía y aquellos decepcionados, en menor o mayor grado, por la tibieza mostrada por el jefe del Ejecutivo contrastante con el furor de sus discursos opositores y sus propias exigencias de transformación; comenzó el escepticismo y finalmente sobrevino, en un terreno bien conocido por el mandatario, el beisbolero, la primera rechifla seria contra quien creía tener en cintura a una inmensa mayoría de compatriotas. Fue, quiérase o no, un encontronazo como una más de las noticias del marzo de los sacudimientos.
Pese a ello, Andrés Manuel López Obrador mantiene altos índices de aprobación de acuerdo a sus encuestas diarias pero ello no significa el “todo México” y debe reconocerlo no para lanzar descalificaciones “fifís” –para usar su lenguaje-, sino para gobernar con sapiencia con conocimiento pleno de que la oposición política no es lo mismo que un importante porcentaje de la población atenaceada por la crecida de la violencia, las contradicciones en la cúpula del poder y, sobre todo, la catarata de nuevos adjetivos injuriosos para quienes disienten o no están de acuerdo, al cien por ciento, con las decisiones del titular del Ejecutivo a quienes rodean dos decenas de enanos –no me refiero al físico porque los pequeños me merecen el mayor respeto-, incapaces de actuar sin línea siempre atenidos a la suprema voluntad; es decir, como antes, como siempre.
Ante las protestas el presidente ha tomado dos actitudes:
1.- Sorprendentemente, en el caso de la termoeléctrica de Morelos, asumió que nadie interrumpiría el progreso y lanzó un ultimátum contra los manifestantes con el saldo de un activista acribillado.
2.- Por lo general los espaldarazos guían sus discursos de circunstancias lo mismo para asegurar que habrán de darse soluciones acerca de los “desaparecidos” –sin subrayar que muchos de estos están muertos y que él tiene información segura al respecto-, y hasta respecto al magnicidio contra Colosio, una vez más desnudados sus principales autores intelectuales –los salinas y zedillo con Córdova Montoya y Domiro García Reyes de corifeos-, con el consiguiente clamor popular. No es nada nuevo pero el refresco a la memoria del colectivo inundó de indignación hasta a los muchachos que poco conocían del drama cuyas consecuencias, al cambiar el perfil histórico del país, están a la vista: devastación, hambre, terrorismo y violencia imparable.
Si desde 1994 el candidato sacrificado colocó a la seguridad nacional como su prioridad, ¿su asesinato acaso no sirvió para desatar a las mafias refugiadas en la ridícula “superioridad” de los ex presidentes todavía intocable? De esto se trata la consulta programada para el 21 de marzo y pospuesta… ¿para el primero de julio?
La anécdota
Sólo un testimonio, uno solo, pretende exonerar a los salinas del magnicidio de Lomas Taurinas hace veinticinco años. Es obviamente una reflexión subjetiva que no analiza los hechos: el crimen fu cometido guiado por el aparato de seguridad del Estado. Ya lo habíamos dicho pero ahora tiene repercusión mundial a través de la serie presentada por Netflix que contiene no pocas imprecisiones pero es medularmente CIERTA.
¿Va el presidente de la República, aunque sólo tenga ciento veinte días en el poder, las cosas como están alegando que él sólo mira hacia el futuro? De ser así, ¿tiene caso exaltar la historia para reconocer los frutos del heroísmo de Hidalgo, Morelos, Juárez, Madero y Cárdenas? El relato de los hechos no sólo debe ser para ponderar virtudes sino también para atajar pecados con el flagelo de la justicia. Por ejemplo, ¿cómo habría actuado Andrés Manuel si hubieran asesinado a su padre por motivos políticos? ¿Hablaría de un perdón con olvido?
Por ello, el presidente debe entender que cumplir con las Constitución “y las leyes que de ella emanan”, como juró el primero de diciembre pasado, no es sólo ver lo gratificante de la historia sino también ejercer la justicia, y por ende la coerción contra los infames, como pendón de la libertad.
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