Desde la víspera de las celebraciones de Todos Santos y Fieles Difuntos, los queretanos se han alistado para recordar a sus muertos, no sólo en los panteones, sino en el disfrute del tianguis que copa el Centro Histórico, desde el Jardín Zenea hasta el Guerrero, con fritangas, ponches, buñuelos, panes de Acámbaro, dulces de leche y camote y, por supuesto las coloridas muñecas, caballos y calacas de cartón que compiten con las máscaras de jalogüin que este año incluyen una de Andrés Manuel López Obrador.
“Que pidan para su calaverita, no jalogüin” les recomiendan muchos padres a sus niños, asegura orgulloso don Francisco Ramírez Tierranegra quien, junto con su esposa Guadalupe Hernández, vende las mexicanísimas figuras producidos por ellos desde hace varias generaciones en el barrio de Tierranegras, fundado por ellos en Celaya, Guanajuato.
Todo está listo para recuperar la memoria, aunque este año no habrá altar de muertos en nuestra Plaza de Armas, pero se instaló el de la Casa de la Corregidora, dedicado a doña Carmelita Ballesteros de Castro, la muy recordada presidenta del Instituto de Protección a la Infancia (hoy DIF) en tiempos del gobernador Juventino Castro Sánchez, los abuelitos de Karina Castro de Domínguez.
En frente, en los restaurantes, está clara, también, la orientación: Josecho con figuras de importación y el 1810, como siempre, preservando las tradiciones, igual que el Nicos del Boulevard Bernardo Quintana en honor de su fundador, el inolvidable Raymundo Vázquez.
Querétaro ya huele a cempasúchil y las familias arreglan las tumbas de sus seres queridos en una docena de panteones de la zona metropolitana, primero para los angelitos y luego para los fieles difuntos.
Luego hay hallazgos, como el encontrado por nuestro jefe de información Fernando Venegas en las tumbas del de la Colonia Cimatario, en donde una de las lápidas evoca a Lázaro Hernández Guzmán, agente del ¡Servicio Secreto del Estado!, “que fue asesinado cobardemente por los trangresores de la ley el 19 de noviembre de 1943. Modesto recuerdo de sus jefes, amigos y familiares. A Perpetuidad”.
Las tradiciones resisten.
El tianguis de muertos, itinerante como las almas, ha transitado por distintos puntos de la ciudad. Desde la Alameda, el Estadio Municipal, La Cruz y, desde hace una década, asentado en el Jardín Guerrero.
Anoche, ahí cerca, en el Museo de Arte Sacro, acompañado de diletantes y espíritus, el cronista de Querétaro y colaborador de PLAZA DE ARMAS, Andrés Garrido del Toral, presentó su más reciente libro: “Crónicas sobrenaturales”, junto con Rubén Páramo Quero y Norberto Alvarado Alegría, que, como El Divo, ya no se espantan de nada.
Lo mismo pasa en el mesón de los Cómicos de la Legua, en las calles de Guillermo Prieto, con la obra de teatro de Eric de Luna y su Catrina, cada vez más elegante y queretana, que ahora tomará por asalto la Plaza de la Independencia, frente a Palacio de Gobierno.
O el festival del Día de Muertos y el CUT OUT FEST del Municipio de Querétaro, con 33 eventos en las siete delegaciones, a celebrarse del 1 al 4 de noviembre, según el anuncio del muy vivo Gerardo Cuanalo, secretario de Turismo del Ayuntamiento.
Y el de la UAQ, colocado el Centro Universitario por la sicóloga Marcela Rodríguez Montoro desde hace más de 25 años con imágenes que le presta Cecilio Sánchez Garduño “Chilo”, el creador de la galería del recuerdo, ubicada en la antigua sede de 16 de septiembre.
Ahí en donde los 365 días del año se honra a los muertos famosos o no de la alma Mater, comenzando por los rectores Fernando Díaz Ramírez, Hugo Gutiérrez Vega, José Guadalupe Ramírez Álvarez, Alberto Macedo Rivas y los dos Enrique Rabell.
Así las tradicionales celebraciones –eso son- de difuntos permanecen entre los queretanos, a pesar de que el jalogüin ya tiene varias décadas cultivándose y ocupa algunos de los puestos del tianguis con máscaras de terror joligudense que llegan, por la calle de Madero, a un establecimiento en donde las imágenes de ESO, el payaso diabólico y del hombre lobo, entre más, compiten con la de El Peje, que hace años pedía que lo dieran por muerto y hoy está –más vivo que nunca- a un mes de ser presidente de México.
POR: SERGIO ARTURO VENEGAS ALARCÓN