GOTA A GOTA
La Palabra
El presidente electo de México ha regresado al templete, su espacio predilecto. Ahora para agradecer a sus votantes la confianza en él depositada. Pero más que un periplo de gratitud, parece una nueva edición de su gira de campaña. Vocifera, inventa nuevos antagonistas, salen de su boca expresiones sin haberlas meditado. “México está en bancarrota”. ¿Cabe aplicar aquí el aforismo de Montesquieu: “cuanto menos piensan los hombres, más hablan”? Y cuando se le aclara que la palabra ‘bancarrota’ significa insolvencia para cumplir obligaciones financieras, responde con una afrenta: es cosa de la prensa fifi, de los conservadores. La palabra ‘fifi’, según el “Diccionario de Mexicanismos” de Francisco J. Santamaría, significa entre otras cosas, “ocioso que viste bien, y es presumido, insustancial y necio…”. Y el vocablo ‘conservador’, ¿A qué se refiere? ¿A conservar qué? ¿Nos remite a la lucha entre conservadores y liberales durante el siglo XIX?
El señor no acaba de entender que es ‘presidente electo’, que el activista opositor ya quedó atrás, que sus palabras tienen una resonancia económica y social importante ¿Por qué mancha la virtud del agradecimiento autodenigrándose, haciendo pensar que, como se dice coloquialmente, “su mecha es corta”; que es un tirano en ciernes, incapaz de admitir crítica alguna.
Baruch Spinoza decía que “la experiencia nos ha demostrado que a la persona no le resulta nada más difícil que dominar su lengua”. Y tenía razón. Pero y AMLO ya no es una persona cualquiera. Es, si el tiempo no dice otra cosa, un jefe de Estado obligado, si se considera un demócrata, a evitar que la palabra no se adelante a su pensamiento. Pues una sola palabra suya puede destruir la dicha de millones de personas.
Y él, tan refranero, debería recordar aquello de que “el pez por la boca muere”