LA APUESTA DE ECALA
El reporte a Lyndon B. Johnson
Dirigiéndose a la sala de porcelana China de la Casa Blanca, el presidente Lyndon B. Johnson, buscaba una taza para su café – sin el permiso de la encargada de cuidar la sala, porque aún no llegaba- abrió el trinchador con separaciones en cristal cortado, tomó la más brillante, una elegante y fina porcelana blanca, que le cabrían apenas unas 6 onzas del aromático café, por cierto, el grano tostado traído desde Colombia.
En el camino de regreso a la sala oval -sosteniendo con una mano el pequeño plato y en la otra la fina y costosa taza- su escolta interno, un aguerrido guardia del Servicio Secreto de los Estados Unidos, de casi dos metros y fortalecido por sus rutinas de marine, generación 65, le entrega el sobre con el informe del jefe del FBI, el astuto y maquiavélico John Edgar Hoover.
Solo de recibir el sobre, el suspiro del presidente llamó la atención de su escolta, al llegar al despacho principal, ingresó, saludando a su secretaria privada.
Caminó hacia su asiento, con el sobre aún bajo la axila derecha, y se sentó, dando la indicación a su secretaria que le sirviera el café en esa taza – gesto solo con la mirada- y ella asombrada trató de hacerle un comentario, él con la palma de la mano le indicó que se contuviera.
Abrió el sobre elegante de papel azul marino, de algodón finamente confeccionado, sacó el reporte que esperaba desde la noche anterior.
…1 de octubre de 1968…… informes preliminares hablan de un levantamiento de estudiantes financiado por la URSS, un golpe de estado rango 4, a lo que el general de la defensa nacional llama “operación Galeana”, investigamos a más de 60 líderes estudiantiles, mismos que no dan razón alguna de la existencia de armas y municiones para enfrentar a las milicias mexicanas… fecha probable del ataque: 2 de octubre a las cuatrocientas hrs…
El educado y alineado Johnson, tomó un sorbo del caliente café, y sacó uno de los habanos que guardaba en su traje, un fino Royal Coronas de la casa Bolívar, respiró cerca de la pieza de tabaco joven, con algunas notas de madurez y chocolate, en el estado perfecto para ser consumido… le cortó la parte de la perilla y lo encendió, con el cuidado de saber reconocer una pieza de manufactura artesanal…
Tomó el teléfono y marco al ya nervioso presidente Díaz Ordaz…
-¡Buen día!… – una bella voz de una joven mujer, dulce y a la vez angelical…
-¡Habla el presidente de Norteamérica Lyndon Johnson señorita… quiero hablar con el Sr. Gustavo…
-¡One minute Mr President!…
Le avisaron al presidente de México, Gustavo Díaz Ordaz Bolaños, oriundo de Chalchicomula Puebla, -lugar al que le cambió él mismo el nombre, a Ciudad Serdán, para evitar burla alguna…-tomó el teléfono y su mano izquierda la puso en puño sobre su cadera, tratando de darse soporte de algo.
-¡Mr President Johnson, que gusto saludarle, How are you? – en un inglés mecánico.
-¡Sin vueltas presidente!, me informan que todo un ejército de estudiantes comunistas están a punto de terminar con tus aspiraciones, de tener los mejores y por primera vez saliendo en la televisión, juegos olímpicos… – en un excelente español.
-¡oh Mr Johnson! estamos en este momento discutiendo un operativo, tengo mis reservas del ejército de estudiantes… pero se harán los juegos, que ni duda le quepa.
-¿la seguridad de mis atletas está garantizada?..
-¡por completo Mr. President…
¡el gringo colgó!
Ya de por sí misma Reforma llena de autos se colapsaba, lleno de camiones chatos de esos verdes que todos los estudiantes los reconocían, ¡más!, y que en estas fechas eran conducidos por algunos de ellos, del comité de huelga, los pasajeros estaban asombrados.
Por las ventanas se veían cientos de soldados finamente armados, con sus fusiles y una mochila, no tenían grado alguno y quienes los cuidaban, sorprendían por el negro profundo de los uniformes y unos guantes blancos en las charreteras del hombro derecho.
Así pasamos toda la glorieta en donde pudimos ver más hacia el lado derecho y otros hacia el izquierdo, ¡pareciera desfile del 16 de septiembre!
Los estudiantes que nos dirigíamos hacia Tlatelolco, no percibíamos que la fecha fuera relevante -es la mañana del 2 de octubre- íbamos unos 40 cabrones en el camión, sentados unos, arriba del chato otros, y una que otra madrecita despistada con su mandado, ¡seguro le cobraron el pasaje para sacar para las superiores, o unos tabacos! hijos de su…
Al dar la vuelta en la calzada del Canal del Norte, vimos tanques de guerra, y más soldados uniformados y a otros, cambiándose de civiles.
Cuando bajamos a la plaza de Tlatelolco, vimos el río de estudiantes que ya llenaba la plaza, unos frente al edificio de apartamentos… ¡enorme centro de vivienda!, mientras se hacían pruebas del sonido.
Helicópteros estaban en el aire, y muchos estudiantes estaban fumando sus “churros” de mota y otros más, cantaban y bailaban al son de guitarras, como si se tratara de un festival cultural…
En el escritorio elegante de la oficina principal de Palacio Nacional estaban dos grandes fólderes con información relevante, – para que el presidente Díaz Ordaz decidiera- cada pasta del expediente tenía la leyenda: “secreto” pintada feamente con pinceles.
En uno de color amarillo con más de 600 páginas, se detalla el operativo del “Batallón Olympia” y en el otro, con informes en inglés, memos y telegramas, se detalla con lujo la “Operación Galeana” … este último, con más de dos mil páginas.
Mismo escritorio, a la misma vez dos expedientes y los minutos contando… son las doce del día del 2 de octubre de 1968.
Díaz Ordaz vestido de color negro, con una corbata delgada amarilla, del mismo ancho que las solapas de su traje, con unos lustrosos bostonianos y sudando en demasía, trataba de atinar el embrollo que la historia le ponía en sus manos.
Por un lado, la sospecha de un golpe de estado, que los informantes del FBI y de la CIA capturados por la secretaria de seguridad del gobierno, habían dicho que los comunistas de Cuba y la URSS tenían apalabrado con el grupo de líderes de estudiantes, financiando armas – que nunca se encontraron-y que se había informado al jefe general del FBI acerca de esto.
Y por otro, la operación -para de una vez y por todas- terminar con el movimiento estudiantil de manera categórica, ¡de un solo zarpazo! comentaba el secretario Luis Echeverría.
Ya para este entonces, mandos militares del ejército nacional habían sido citados -muchos de ellos ni siquiera sabían por qué- y se les envió a palacio nacional a un elegante y lustroso desayuno.
Los agentes del FBI que fueron capturados y – una vez avisado Hoover de haber sido descubiertas sus acciones en México- fueron deportados en vuelos comerciales.
La ruptura de la diplomacia entre los dos países, estaba cercana, aunque los gringos no tenían tiempo de fijarse que en México hubiera golpe de estado, si Vietnam consumía el 80% de sus actividades.
Winston Scott, el jefe de oficina de la CIA norteamericana, estaba por primera vez en muchos años, al borde del paro cardiaco.
Sus informantes le habían mentido acerca de un golpe de estado al gobierno de Ordaz, en las fechas cercanas a los juegos olímpicos, infinidad de falsedades descubrió en los informes de sus contingentes – que libremente operaban en México- acerca de la famosa “operación Galeana”
Pero Win, como le decían sus amigos, cometió el error más grave de su carrera:
Informar al FBI y al propio presidente Johnson, que habría un golpe de estado en México, hecho por comunistas, el 2 de octubre de 1968… al que el general de las fuerzas armadas llamaría: operación Galeana.
Cada uno de los informantes de la CIA recibía cerca de tres mil dólares diarios, para pagos de sobornos e informantes, siendo ellos 15, la cantidad se disparó considerablemente, recursos propios de los contribuyentes norteamericanos.
¡pero ninguno dijo la verdad!, que se trataba de un movimiento estudiantil que buscaba hacer renunciar al sistema de seguridad y militar de México -por las muertes y represiones de los últimos meses- y tratar a toda costa sí, evitar los juegos olímpicos, que resultaban caros y exageradamente inútiles, ante las necesidades reales del país.
¡no queremos olimpiadas! ¡queremos revolución! gritaban los estudiantes…
Win sabía que esto le costaría no solo el puesto, sino la degradación total del gobierno, en todos sus niveles, se desabrochó la corbata, y tomó un sorbo a su wiski, en un vaso pequeño con dos hielos, mientras dilucidaba acerca de su futuro… incierto.
Desde los multifamiliares del Conjunto Habitacional Nonoalco Tlatelolco, obra maestra del arquitecto mexicano Mario Pani -de como exterminar a las vecindades mugrosas y mal olientes del centro histórico de la ciudad de México de los 60´s- se apostaron en sus techos francotiradores norteamericanos.
¡los mejores!
Ellos, francotiradores fervientes de cuidar el golpe de estado, tenían la orden clara por parte del equipo del embajador norteamericano Fulton Freeman y de Marcelino García Barragán, secretario de la defensa nacional, de ser certeros y eficaces.
Por otra parte, los infiltrados del batallón Olympia guiados por el general Luis Gutiérrez Oropeza, tenían la orden de sabotear el evento en Tlatelolco, distinguidos de entre los soldados que entrarían a la plaza a finiquitar el movimiento, porque tenían un guante blanco en sus manos y vestidos de civiles.
¡fulminen y terminen cualquier levantamiento!
… una bengala salió disparada hacia el cielo… los francotiradores no reconocieron la señal – porque no era la suya- y confundidos, dispararon solo contra los jóvenes con guantes blancos…
Los de guantes blancos armados con pistola, – también confundidos- comenzaron a disparar hacia los estudiantes…
El ejército en tanques vio la bengala… ¡era su señal…!
… ¡los jóvenes corrían aterrados…! ¡una cosa era clara! ¡iban por todos ellos!… al costo que fuera…
… disparos de diferentes direcciones y calibres, fulminaron y diseminaron a los estudiantes huelguistas… ¡sorprendió la metralla!
¡los helicópteros mantenían su posición!… como halcones observando a las presas…
¡México completo esa noche lloró!
¿Qué me cuentas a mí que se tu historia?
Luego entonces amigo lector, no nos quejemos del México que estamos viviendo, porque en ello quede claro: ¡Tenemos el País que queremos!? Esa es mi apuesta ¡y la de Usted?…