LA APUESTA DE ECALA
La idea de la reelección
Una idea macabra surgió en la mente del presidente Miguel Alemán Valdés:
¡Reelegirse!
Sí, pareciera que los ánimos de su ciclo presidencial eran buenos – 1946-1952- sus obras de infraestructura, modernidad, el declarar una economía mixta, en donde el capital privado y el Estado lograron entenderse de manera tal, que el crecimiento económico se viera.
Tenía ventajas considerables para pensar en repetir, la idea y el control de las cámaras no le era ajeno, lograr cabildear esta característica y extender los periodos presidenciales, le llevaría a una propuesta de ley, aunque no necesariamente bien aceptada.
¿Qué se diría en la historia que el único presidente civil no emanado de la revolución decidiera volver a participar en elecciones?
– ¡No es mala idea presidente! – le insinuaba Adolfo Ruiz Cortines, su secretario de gobierno y ex gobernador de Veracruz, quien había llegado después de la muerte de Héctor Pérez Martínez, hacía ya un año, quien ocupaba su puesto.
– ¡Dime Adolfo! ¿cuántos años tienes realmente?, te miro unos 70… ¿qué no?
– ¡No presidente! sesenta y uno señor.
– ¡Mira! Te ves acabado Lic.
– ¡Soy contador!…
Adolfo, de tez ya anciana y dedicado en tiempo completo al cigarro, quien ya había sido secretario del propio Alemán cuando gobernador -también de Veracruz- no se sentía presidenciable, porque los ojos del presidente estaban postrados en Fernando Casas Alemán ¡el mejor amigo del mandatario!
Experto en estrategia del Beis Bol, Adolfo gustaba de ser enérgico y de buena voz, en la toma de decisiones trascendentales para el país.
La visión loca de Alemán de reelegirse se vio de pronto truncada, e ideó un nuevo episodio.
– ¡Adolfo! ¿Qué pasaría si te aventara como presidente de México?
Los ojos del secretario de gobernación se salieron de sus órbitas.
– ¡¿Yo porqué presidente?!
– ¡Eres leal! con alta experiencia y con un matiz señorial… ¡no se diga más! ¡venga un abrazo fraternal candidato del PRI a la presidencia!
¡Así de simple fue!
Lo que la historia tal vez no vislumbraba, era que Alemán deseaba que Adolfo fuera el presidente de la República, con un futuro no muy saludable, y que al durar poco por la edad, él regresara a la presidencia, no sin antes, solicitar permiso a las cámaras para lograr hacerlo.
¡Una reelección sui géneris!
Para 1952 Adolfo Ruiz Cortines iría en contienda contra la recién formada Federación del Partidos del Pueblo Mexicano, con su candidato Miguel Henríquez Guzmán quien representaba a los movimientos comunistas, altamente desvirtuados por la presidencia en turno.
Vicente Lombardo Toledano con un proyecto nacionalista y antiimperialista, postulado por el Partido Popular y Efraín González por el PAN, quien ya había luchado en Jalisco que como requisito para votar, las credenciales tuvieran una foto.
Para el PAN resulta Efraín González su primer candidato oficial para presidente, pero no fue así, ya había habido varios, uno que fue en contra de Alemán, José A. Castro.
El más bravo de los contendientes de Adolfo Ruiz Cortines, fue sin duda el comunista Henríquez, quien no se callaba en nada los atentados a la corrupción, las faltas gubernamentales y las sospechas de robos y fraudes del gobierno de Alemán.
Que decir de Lombardo Toledano, que, aunque tenía la fuerza sindical disminuida, si era el presidente de la Federación Sindical Mundial, un movimiento sólido fundado en París, que anexaba el pensamiento de ultraizquierda.
En este escenario, arrancan las contiendas electorales con mítines por todas las principales ciudades del país, siendo al que más “cancha” le dio el sistema, a su candidato, el propio Adolfo Ruiz Cortines.
Estadios llenos de multitudes aclamaban al candidato Ruiz Cortines.
El primer “trancazo” a Ruiz Cortines, fue la participación en la invasión con los marinos norteamericanos en 1914 a México, debido a que prestaba servicio militar en los “iunaites”, acusaba Henríquez a la opinión pública.
Cosa imposible de ser cercana a la verdad, debido a que, en esos años, Ruiz Cortines había obtenido el grado de Capitán Segundo en el ejército Carrancista, para expulsar a los norteamericanos por la vía de Veracruz, junto al General Heriberto Jara Corona.
Querétaro Girón de la Patria querida -canta el vate Aurelio Olvera Montaño- vio el 15 de mayo de 1952 comenzar la campaña política de Ruiz Cortines, con las palabras que harían eco en la nación:
“…la tarea que con más firme resolución debemos redoblar:
Combatir la escasez y la carestía; hacer que queden más al alcance del pueblo los artículos que más consume, como maíz, frijol, azúcar, piloncillo, grasas comestibles, manta y percal, y que pueda obtener mejor alimento, mejor vestido y mejor habitación”
¡El público lo ovacionó de pie!
De ahí partió a una campaña de tres meses por todo el país, siendo su base de mayor fuerza, el estado de Veracruz.
En Tlaxcala se vio por primera vez -de forma pública- un regaño a las avanzadas y al gobernador de dicho estado, así como al coordinador de campaña, porque las pancartas de apoyo al candidato oficial decían:
“¡Viva el candidato! Tlaxcala apoya al Lic. Adolfo Ruiz Cortines”
“… yo no soy Licenciado hijos de la chingada… ¿cómo quieren que gane? el que es licenciado es el presidente Miguel Alemán, yo soy un modesto militar… ¡la gente no votará por mí si saben que soy licenciado…!
¡Todos se quedaron con la boca abierta!
Así, el 6 de julio de 1952, ante el asombro de propios y extraños, sale a la calle por toda la República el ejército mexicano, para salvaguardar y hacer valer el voto de las mayorías.
Siendo una contienda que se distinguiría por un invento electoral el famoso “carrusel”, que consistía en traer en camionetas y camiones, a sin número de campesinos que no sabían leer, obreros y toda la población de mayor pobreza, bajo la consigna: “vota por los colores de la bandera”
Estas personas, junto con burócratas que no tuvieran credencial o estuvieran fuera del padrón electoral, harían la diferencia superior, en números de los votos finales contados.
También se observaron las porras volantes, así llamadas porque votaban en varias casillas acarreados por camionetas y camiones sin logo, para “engordar” los votos de las urnas.
Con 2,713,745 ganó el General Adolfo Ruiz Cortines, que representaba el 74% del padrón electoral.
Pero Henríquez se autoproclamó ganador de las elecciones y para levantar el ánimo y dar madruguete, citó a mitin en la Alameda de la ciudad de México para celebrar su triunfo el 7 de julio, es decir, al otro día, llamándolo la Fiesta de la Victoria.
El gobierno sabedor de este movimiento, le reprimió dicha celebración, dándose un encontronazo entre los simpatizantes comunistas de Henríquez y el ejército, teniendo como saldo 6 muertos, 80 heridos y 500 detenidos, que fueron a parar al colegio militar de Popotla.
Esta cicatriz le haría ruido a Henríquez por largo tiempo y no desdeñó continuar con su lucha, por no haberse ejercido el conteo de los votos que le fueron adjudicados a su persona.
¿”ónde” habré escucho esto?
El primero de diciembre de 1952 en el majestuoso Palacio de las Bellas Artes, Adolfo Ruiz Cortines se coinvertiría en el presidente de México, recibiendo la banda de la mano de Miguel Alemán Valdés, y rompiendo el protocolo de años -que consistía en hablar bien del que salía- Ruiz Cortines le reviró a su antecesor:
“No permitiré que se quebranten los principios revolucionarios ni las leyes que nos rigen…seré inflexible con los servidores públicos que se aparten de la honradez y de la decencia…”
Así, el pobre de Alemán no supo dónde meter la cabeza.
¡y peor aún!
Desde un Chalet en Europa, Alemán vio como su “viejito querido” duró todo el sexenio completo.
¡puesto quince! Y le duró seis años…
¿Qué me cuentas a mí que se tu historia?
Luego entonces amigo lector, no nos quejemos del México que estamos viviendo, porque en ello quede claro: ¡Tenemos el País que queremos!? Esa es mi apuesta ¡y la de Usted?…