DESDE LOS BALCONES
Expiación política en la semana mayor en Querétaro
Habrá que ir a “Peña de Bernal” a cargarse de coraje y vergüenza política.
Toda la semana mayor y hasta el viernes santo, los pueblos de la Sierra Gorda y todos los centros urbanos de este Estado, como el país entero, se entregan a la celebración, dentro de la tradición cristiana en que vivimos desde hace 2018 años y que, aunque la tradición es la misma, se vive de manera diferente por cada pueblo en distintas épocas.
Nuestras raíces indígenas nos remontan hasta más allá de la era cristiana, etapas históricas que trascurren de la mano amalgamadas con las etnias Otomí, a la que pertenecen Los Pames, una de tantas ramas Chichimecas, mismas que poblaron gradualmente todo el Valle de México, Michoacán, Oaxaca y Veracruz, por donde se desparramaron Los Toltecas que fundaron Teotihuacan y más tarde los enigmáticos Olmecas, que dejan sus testimonios arqueológicos en Tres Zapotes y en Las Cabezas de la Venta en Tabasco.
Milán Kundera, el fabuloso novelista Checo, no pudo interesarse en estos temas en su obra “La Insoportable Levedad del ser.”
Nuestra historia indígena, que entronca con la cultura occidental y el cristianismo, es algo distinto a lo acontecido en Jerusalén y la sufrida vida de Cristo, cuyo empuje liberador individualizaste iba a derrumbar el portentoso mundo bárbaro al que pertenecen gigantescos genios y portentos espirituales de donde se nutre y desarrolla la nueva fe que se centra en el concepto divino del alma humana y su trascendencia, como objeto-ente espiritual especulativo, el que exponen, por vez primera Platón y el propio Aristóteles.
Pero nadie quiere perderse en erudiciones de aficionados a la historia y a las ideas, sin pasar por la realidad de ahora, presente e igualmente dramática.
90 dias de campaña electoral, misturada, por no decir embarradas de historia y de política de la buena que ha habido, y Querétaro todo da y es testimonio de ello.
90 dias de campaña electoral no sirven ni para asomarse a las penalidades y a los sufrimientos de la población rural y urbana, a sus aspiraciones comunes de cómo producir su vida material. Cuyas dificultades tienen su reflejo en todo lo espiritual de que se llenan estas poblaciones, cada una a su manera, pero todas luchando por la supervivencia social, que es el otro modo de perpetuar el alma con el trabajo vivo, multitudinario, de los residentes y los que emigran por decenas de miles, pero que nacieron dentro del elemento religioso de la tradición cristiana.
90 dias de campaña político electoral, apenas son algo menos que la levedad del tiempo histórico en que ha nacido y surgido el país entero tal y como los concedemos ahora, ¿o lo desconocemos?
Cada rotación de la tierra alrededor del sol, da lugar a 4 estaciones de 90 dias, aproximadamente, cada una; y nosotros queremos transformar el país con sólo 90 dias de campaña política electoral, divisando de lejos la vida popular y sus estructuras agrarias, industriales y comerciales, por donde los cometas y las lunas del capital mundial. Como hoyos negros, devoran las débiles fuerzas productivas, arrancadas prematuramente del modo de vivir colonial feudal exportador que, más que oro y plata, exportara valor trabajo esclavo con que México se encadenara al atraso servil internacional.
Que nada de esto se pueda analizar ni discutir en 90 días, sin referirnos más que sólo a cargos representativos de orden estatal, es tanto como repetir las bondades que nunca hubo en Las Leyes de Indias, que se dictaran por la Corona, disque paraa proteger a los indígenas.
Las encomiendas capitalistas y neocapitalistas, parecen desparramarse como el arsénico con que se lavan ahora los cientos de miles de onzas oro troy que se obtienen de las más de 100 millones de hectáreas concesionadas a partir del año 2000 a la fecha.
Dura realidad en tiempos difíciles que dan ganas de ponerse a cantar el poema de
Renato Leduc que, entre otras cosas dice: “Sabia virtud de conocer el tiempo/ a tiempo amar y desatarse a tiempo/— hay cuanto tiempo perdí/— ignoraba aún que el tiempo es oro….”
La levedad del tiempo electoral en cada sexenio, es casi tiempo perdido y la descapitalización galopante que no para, misma con que enajenamos las principales fuerzas productivas, al parecer malbaratadas para siempre y sin discusión posible. Hasta ahora… Sabia virtud de conocer lo que no se puede ver en 90 días y con sólo ideas abstractas por largas que fueran. ¿A poco no?