GOTA A GOTA
La imagen
María Zambrano pensaba que la democracia es un régimen político en el que razón guía la voluntad ciudadana. Creo que ella se refería a su formulación ideal. En los hechos, dada la experiencia, pesan más las emociones: lo que los sufragantes ven, lo que sienten. En este sentido, las decisiones colectivas vulneran las democracias más de lo que desearíamos. Hitler sería un ejemplo; Donald Trump, otro. El triunfo de ambos en las urnas débese a que han respondido a aquello que las masas anhelan escuchar: sus prejuicios, sus deseos, sus enojos, sus frustraciones, así sean lo peor que proyectan sus adherentes. La máscara, la imagen atraen con más fuerza que la sensatez, los programas. De ahí el éxito de los constructores de imagen, de los expertos en la mercadotecnia electoral.
Víctor Gordoa ha dedicado muchos años al estudio del comportamiento de las masas y de los políticos. Analiza menos las razones que fluyen en la interacción que lo que asoma en la imagen, el lenguaje corporal, los silencios. Es un emagólogo, por así decirlo. En una entrevista que le concedió a Ciro Gómez Leyva, Gordoa definió así a los candidatos a la presidencia de la República: Amlo, el mesías; Meade, el profesor; Anaya, Peter Pan, el niño que no creció, que habita en ‘el país de nunca jamás’.
Días después de la entrevista los tres comparecieron en una reunión de banqueros y de alguna manera confirmaron las semblanzas de Gordoa: Amlo ofreció el respeto a los empresarios, pero como el hombre todopoderoso, salvador de la patria advirtió, que, de haber fraude –lo que significa que si no se reconoce si triunfo- soltaría al tigre, metáfora de un ‘México bronco’ que él no parece dispuesto a sujetar; Meade se movió como pez en el agua y se llevó la noche; aunque la complacencia de sus interlocutores pocos votos le favorecerán y Anaya, nada diestro en asuntos financieros desvió la atención con sus prospectivas tecnológicas que casi nada dijeron a esos señores del dinero.
De nuevo, el niño fantaseando, brioso pero incompetente; niño del cambio futurista. Alarde de una visión ambigua extraviada en las promesas que sólo atienden a las bondades de un porvenir que nos regala la tecnología, sin considerar el horror escondido detrás de ella: el ‘Big Brother’ al que puede arrastrarnos ese optimismo bobo. Ahí están las predicciones de Orwell en ‘1984’ o la narrativa de ‘El intruso’, un filme terrorífico que aborda la pérdida de la privacidad, por obra y gracia de la mente perversa de un psicópata más peligroso que un Amlo, ingenuo y torpe, que pone la mirada en el pasado