SERENDIPIA
Trinos
45 DÍAS. José Antonio Meade tendrá un mes y medio para sentarse a repensar su campaña. De hecho, lo hará sobre la marcha ante lo que ya está en el escenario y lo que se viene. ¿Será capaz de dar una vuelta de timón o continuará obedeciendo la estrategia diseñada en buena medida en Los Pinos? A Meade le urge definir una nueva ruta y una serie de acciones para frenar a Anaya y crecer a un ritmo endemoniado para lograr, alianzas y compromisos mediante, enfilarse a un escenario de ensueño en el que alcanza y está en empate técnico con Andrés Manuel López Obrador.
Por lo pronto, la campaña del PRI es la misión imposible del salmón que nada contra la corriente y contra todo lo que arrastra a su paso. ¿Qué tendría que hacer Meade para repuntar?
Contener y evitar situaciones que ponen en entredicho no la honestidad personal que defiende, pero sí su cercanía con políticos que arrastran una fama oscura de acusaciones y hechos de corrupción. El problema es que difícilmente podrá hacerlo por una razón: se trata de personajes del régimen y entramados y guiones que difícilmente podrá eludir, porque son regla no escrita y es imposible ir contra ellos.
¿Contra qué?
Por ejemplo la aparición de Arturo Montiel en el último mitin de pre campaña. O el impresentable líder del sindicato petrolero. O la llegada al CEN del PRI de Rubén Moreira como secretario de Organización y de Luis Felipe Enriquez, en Acción electoral. Moreira no necesita presentación, Enríquez es compadre de la ex gobernadora Ivonne Ortega, un operador con una oscura carrera de financiación partidista con la venta de terrenos ejidales.
Estos desplantes tan comunes en el priismo se convierten en municiones a pasto para los ejércitos encargados de disparar obuses desde las casas de campaña de Andres Manuel López Obrador y de Ricardo Anaya, adelante de Meade en el estratégico juego de la comunicación en las redes sociales y del internet, que en esta elección podrían jugar un papel semejante en influencia al de la televisión en las pasadas cuatro décadas.
Otra parte capital de los 45 días críticos son las capacidades de persuasión de Meade. Ahora, en la tarea más complicada de su vida, deberá poner en sus habilidades de negociador para convencer a los gobernadores no priístas de sumarse.
¿Quién está a cargo de la negociación con los gobernadores? ¿Aurelio Nuño? ¿Eruviel Ávila? ¿José Antonio González Anaya? ¿Está suelta esa parte de la campaña?
Desde luego el PRI deberá entrar en la bitácora de cirugía de la campaña. La altura discursiva que Enrique Ochoa ha puesto al servicio de Meade solo le ha acarreado negativos. Lo de los prietos, además de discriminatorio, fue una torpeza que puso al descubierto una enorme falta de experiencia y habilidad política para enfrentar el día a día de la campaña con inteligencia, elegancia, ironía y sarcasmo. Se trata de sumar, no de restarle votos a Meade.