GOTA A GOTA
La esperanza
El gran pensador alemán Ernst Bloch (188- 1979) es poco conocido en México. Tal vez por su consciente voluntad de una escritura poli semántica, aunque decididamente socialista. Perentoria es la necesidad del socialismo, escribía esa vehemencia encarnada, convencido, de que, a despecho de los sombríos años veinte del siglo XX que presagiaban el totalitarismo de Stalin, aquella utopía imaginada por Tomas Moro era posible, cuya fuente se aposenta en los sueños soñados despierto, en una especie de excedente cultural que contienen todas las manifestaciones de la cultura humana.
Toda su fecundidad teórica se derramó en un formidable libro: “El principio esperanza” (1936-1947) La esperanza es una de las funciones de la utopía, de esa utopía siempre presente en la alegría de los hombres comprometidos con un mundo mejor. Pues que las utopías, todas, han sido un principio de progreso. Dice Steiner que ‘Bloch alegoriza la teoría marxista de la historia en un escenario perenne, en una búsqueda donde sitúan la rebelión de Prometeo, los viajes de Ulises; en fin, un peregrinaje fáustico a la sabiduría. La esperanza: Una liberación que fluye lentamente, como un ‘todavía no’ que jamás concluye. Pues que se trata, en efecto, de un proceso largo animado por un optimismo militante, que impulsa a los oprimidos y explotados de la tierra a organizarse y luchar por su liberación. Una idea aspiracional con aires protocristianos.
La esperanza no es, pues, un slogan teóricamente estéril que a nada conduce que no sea incitar a un voto circunstancial anclado en una retórica de plazuela, en un ataque ‘ad hominem’, es decir, dirigido a grupos o personas, sin asidero argumental alguno. El esperar es extraño a la bajeza, a una ilusión mediática a una voluntad rencorosa de destruir con obsesión casuística, la obra de sus adversarios políticos: tirar por la borda reformas educativas, suspender aeropuertos, poner en libertad a los criminales, vender transportesm oficiales… Lo comprendo si se trata tan solo de un anzuelo electoral. Pero nada más. Quien cree de verdad en esta clase de ‘esperanza’ pronto se sentirá defraudado y se encontrará apenas con una ánfora de cenizas.