INGENIERÍA HUMANA
Nuestro cerebro es único y también cambia
Ahora que los alumnos están en clases, es de suma importancia conocer la información que existe acerca del cerebro, responsable del aprendizaje, ya que ha incrementado debido al desarrollo de nuevas técnicas de visualización cerebral.
Cerebro único y cambiante
Los que nos dedicamos a la docencia podemos observar que el cerebro, al ser único y particular, independientemente de que la anatomía cerebral sea similar en todos los casos, sugiere la necesidad de tener en cuenta la diversidad del alumnado y ser flexibles en los procesos de evaluación. Si asumimos que todo alumno puede mejorar, como docentes podremos tener expectativas positivas hacia ellos, ya que el cerebro humano es extraordinariamente plástico, por lo que puede adaptar su actividad y cambiar su estructura de forma significativa a lo largo de la vida. La experiencia modifica nuestro cerebro continuamente, fortaleciendo o debilitando las conexiones entre sus neuronas, generándose de esta manera el aprendizaje, el cual es favorecido por el proceso de regeneración llamado Neurogénesis.
La importancia de las emociones
Partiendo de que las emociones son reacciones inconscientes que garantizan la supervivencia, y que para nuestro propio beneficio hemos aprendido a gestionar en lugar de erradicar. La neurociencia ha demostrado que las emociones mantienen la curiosidad, nos sirven para comunicarnos y son imprescindibles en los procesos de razonamiento y toma de decisiones. El neurofisiólogo António Damásio menciona que los procesos emocionales y los cognitivos son inseparables; además, las emociones positivas facilitan la memoria y el aprendizaje, mientras que el estrés crónico dificulta el paso de la información hacia la corteza cerebral.
La novedad como alimento para la atención
La neurociencia ha demostrado la importancia de hacer del aprendizaje una experiencia positiva y agradable. Todos tenemos conocimiento de que estados emocionales negativos, como el miedo o la ansiedad, dificultan el proceso de aprendizaje de nuestros alumnos. Aunque en la práctica diaria predominan los contenidos académicos abstractos, descontextualizados e irrelevantes, que dificultan la atención sostenida. Acá debemos recordar que la atención sostenida no va más allá de los 15 minutos y, por otro lado, recordar que los seres humanos somos curiosos y la curiosidad es la que activa las emociones que alimentan la atención y facilitan el aprendizaje.
No es déficit de atención
Tal pareciera que muchos alumnos padecen Síndrome de Atención Dispersa por Hiperactividad, pero simple y sencillamente es que les vale, no les interesa. Y esta es únicamente responsabilidad del docente. Una recomendación, bien puede ser que en los primeros 15 minutos de clase se hable de los contenidos más importantes para continuar con bloques que no superen los 10 o 15 minutos, y con ello poder optimizar la atención. Al finalizar cada bloque es recomendable hacer un pequeño espacio para la reflexión. Obvio, el docente debe cambiar su ubicación desplazándose por el salón e ir cambiando el tono y volumen de la voz, evitemos ser un somnífero para los alumnos.
Mente sana en cuerpo sano
Definitivamente el ejercicio físico mejora el aprendizaje, principalmente el aeróbico, que aporta oxígeno al cerebro optimizando su funcionamiento, con lo que se promueve la neurogénesis, atrás comentada, facilitando la memoria a largo plazo; así, el estado de ánimo reduce el temido estrés crónico que repercute negativamente en el proceso de aprendizaje. Son muchos los estudios que han demostrado que las clases de educación física se deben impartir al inicio de la jornada académica y no al final.
Práctica continúa
En ella estamos hablando del aprendizaje significativo; el cerebro conecta la nueva información con la ya conocida, con lo que aprendemos mejor y más rápidamente cuando relacionamos la información nueva con los conocimientos ya adquiridos. Para optimizar el aprendizaje, el cerebro requiere repetir todo aquello que necesita asimilar. Por lo que es conveniente la adquisición de una serie de “automatismos” para memorizar, lo cual requiere tiempo. Los docentes debemos ayudar a adquirir y mejorar las competencias necesarias según la práctica, como lo son la práctica continua de cálculos aritméticos, aunque debemos medirnos, ya que podemos caer en una práctica académica que puede resultar aburrida.
Actividad lúdica
El juego constituye un mecanismo natural arraigado genéticamente que despierta la curiosidad, es placentero y permite descubrir habilidades, que se convierten en herramientas para desenvolverse en el futuro. Estamos hablando de la liberación de un importante neurotransmisor cerebral relacionado con el placer: la dopamina, que permite que la incertidumbre del juego constituya una auténtica recompensa cerebral que promueve la memoria de trabajo. Con ello podemos observar que el juego constituye una necesidad para el aprendizaje que no está restringida a ninguna edad y, sobre todo, mejora la autoestima, genera
bienestar y facilita la socialización.
Arte y cerebro
La neurociencia ha demostrado que las actividades artísticas, al involucrar diferentes regiones del cerebro, particularmente la música, promueve el desarrollo de los procesos cognitivos. Es importante que, en cualquier asignatura, la creatividad sea la parte medular, ya que con ella se mejora la capacidad intelectual como consecuencia de la plasticidad cerebral. Actividades como el teatro o el baile son importantes auxiliares en el desarrollo socioemocional.
Seres 100% sociales
Básicamente podemos afirmar que somos seres humanos en función de que nuestro cerebro se desarrolla en contacto con otros cerebros. Al respecto podemos observar que el aprendizaje del comportamiento cooperativo se da conviviendo en una comunidad en la que impera la comunicación, pudiendo y debiendo actuar. La colaboración efectiva en el aula requiere de algo más que estar juntos unos a otros. Los alumnos deben adquirir una serie de competencias básicas imprescindibles para la comunicación social.
Empatía docente-alumno
Al hablar de la empatía en la docencia, nos referimos a la empatía que debe ser desarrollada desde el docente hacia el alumno, ya que de la personalidad del docente, así como de su nivel de relación con los alumnos, depende en mucho el éxito o fracaso de estos en sus estudios. Aquí, en realidad, estamos hablando de las capacidades emocionales del maestro. Aunque el docente posea un título que le acredita como un profesional, nadie puede dar garantía de que posea las capacidades necesarias para asumir la tarea de educar. La verdadera bronca se presenta si consideramos que la capacidad empática nada tiene que ver con la brillantez académica, ni con la capacidad intelectual, ya que en su expediente no se menciona su capacidad para considerarlo como docente empático.
El docente como receptor
Josefa Sánchez Doreste, en su trabajo titulado “La empatía en la docencia”, cita que en un acto de comunicación, que es el desarrollo de una actividad de clase, el docente no es un mero emisor de contenidos, no tiene un solo mensaje intelectual que dar a los alumnos. El profesor también es un receptor de los mensajes orales y de los emocionales que de manera constante le transmiten sus alumnos. Por lo que el docente debe tener la capacidad y sensibilidad para interpretar el código o lenguaje no verbal que le transmiten sus alumnos, incluso cuando alborotan en la clase, los alumnos están enviando un código en el que expresan que nuestra clase no les interesa o les aburre. Debemos recordar el aprendizaje significativo.
Recordar es revivir para enseñar
La especialista Sánchez Doreste señala que un docente que no posea un alto grado de empatía, que haya olvidado por completo su niñez, difícilmente podrá ser capaz de ponerse en el lugar de sus alumnos, difícilmente podrá establecer una relación de armonía y equilibrio en el escenario de su aula. El docente, al no ser empático, no podrá resolver de manera eficiente los conflictos de su clase, a menudo no entenderá el comportamiento de sus alumnos, se sentirá agredido a nivel personal, adoptando medidas correctivas que, lejos de ser educativas, conducirán a todo lo contrario y, finalmente, se convertirá en un profesor
“quemado”.