Claudia Sheinbaum anunció a Lázaro Cárdenas Batel como su jefe de Oficina en la Presidencia que arrancará el 1 de octubre, lo cual fue visto como el regreso al del hijo de Cuauhtémoc y nieto del general a Palacio Nacional. Cárdenas Batel, la tercera generación de políticos de izquierda, se reintegrará al servicio público pero no de la causa, por la que aún después de haber sido maltratado por el presidente Andrés Manuel López Obrador y expulsado de sus oficinas en el Zócalo por el secretario particular Alejandro Esquer, siguió trabajando.
Cárdenas Batel fue coordinador de asesores del presidente López Obrador hasta marzo de 2023, cuando renunció después de prácticamente acusó a su padre Cuauhtémoc Cárdenas de traición por haberse unido a un grupo de políticos y académicos opositores. Aunque Cárdenas se asustó y desistió seguir en esa corriente crítica del presidente tras declararlo su adversario político, su hijo quedó en una posición sumamente débil y salió del gobierno. Sin embargo, su declive en la Presidencia se venía dando meses atrás, después de haber sido una de las tres personas en quienes más se apoyaba López Obrador.
Durante buena parte del sexenio la triada de asesores políticos de López Obrador la componían Julio Scherer, su consejero jurídico, Jesús Ramírez Cuevas, vocero y jefe de la maquinaria de propaganda, y Cárdenas Batel. De ellos, su coordinador de asesores era a quien menos escuchaba, pero aun así le era funcional. Como los otros dos, era mensajero de recomendaciones, órdenes y reprimendas al gabinete y a los líderes del Congreso y del partido, incluidas algunas que parecían haber sido diseñadas para lastimarlo personalmente, como cuando lo instruyó a que hablara con los jueces para evitar que a Rosario Robles, la exsecretaria de Estado que estaba en la cárcel por la Estafa Maestra y que era muy cercana a él, la dejaran salir de la cárcel y defenderse en libertad.
Cuando Scherer renunció a la Consejería Jurídica de la Presidencia en octubre de 2021, Cárdenas Batel perdió espacios ante la participación cada vez más prominente de Rafael Barajas, El Fisgón, que rápidamente lo desplazó. Los resultados electorales en 2021 endurecieron a López Obrador y se fortaleció la línea purista de su movimiento, donde Barajas y Ramírez Cuevas se convirtieron en las figuras más influyentes sobre el presidente.
La agonía de Cárdenas Batel en la Presidencia fue lenta. López Obrador lo escuchaba pero no le hacía caso, mientras que Esquer lo mudó con todo su equipo a unas oficinas en Constituyentes, más cerca de Los Pinos que de Palacio Nacional. El manotazo de López Obrador a su padre, que reaccionó de manera poco digna, fue el epílogo de esa relación. El presidente no tuvo miramientos con Cuauhtémoc Cárdenas, quien desde entonces, se calló la boca. López Obrador no la emprendió con su hijo, aunque antes de ese episodio le habían sugerido en Palacio Nacional que hablara con su padre para silenciarlo.
Cárdenas Batel tenía, sin embargo, lo que nadie en el equipo principal de López Obrador tenía: una relación estrecha, de acceso e influencia en Cuba, un país idealizado por el presidente que lo tiene como referencia, aunque no es un hombre con formación de izquierda. A él se le atribuye, como coordinador de asesores de la Presidencia, la idea de importar médicos cubanos en la primera fase de la covid-19, que con el filtro de tiempo se puede entender hoy más como un subterfugio para financiar al gobierno de La Habana, que como un esfuerzo del gobierno mexicano para ocuparlos en plazas donde supuestamente no querían ir médicos mexicanos para enfrentar la emergencia.
Los médicos cubanos no han dejado de llegar pese a las críticas sostenidas a lo largo de los años por sus limitaciones clínicas. A López Obrador no le han importado los cuestionamientos. A cada médico cubano lo tratan aquí como especialista con un salario mensual de 20 mil pesos -25% del total va a las arcas del gobierno cubano-, reportó El Universal desde el primer año de la pandemia, mientras el portal Diario de Cuba señaló que por el primer trabajo de casi 600 médicos, La Habana recibiría 10 mil dólares por cada uno de ellos.
Otra intervención adjudicada a Cárdenas Batel se dio con el Tren Maya, al haber intercedido para que se le adquiriera el balasto a Cuba. Este tema ha sido muy polémico desde el principio. De acuerdo con constructores del Tren Maya, es poco resistente y tendría que darse un mantenimiento más frecuente, que elevaría los costos. No se ha llegado a ese punto porque de las 200 mil toneladas de balasto que compraría México en 8 millones de dólares, solo se emplearon 7 mil por la falta de puertos con infraestructura para su descarga y los altos costos de transporte, informó en su momento el portal cubano 14ymedio.
El amor de López Obrador con Cuba, sin embargo, no fue la razón por la que Cárdenas Batel llegará a la jefatura de la Oficina de la presidenta Sheinbaum. Para ese cargo estaba apuntado originalmente Carlos Ulloa, una de las personas más cercanas a ella que fue su secretario particular durante la primera parte de su gobierno en la Ciudad de México, pero en el rejuego de los cargos y la aparente necesidad de Sheinbaum de tener con ella la marca “Cárdenas”, encontró un puesto que se acomodara a los deseos de Cárdenas Batel.
El apellido le da lustre al equipo del gobierno que ha venido anunciado, y de alguna manera le sirve de contención contra el ala dura del obradorismo, que ha mantenido una actitud hostil contra ella. Aunque en el gabinete hay casi una mitad de cargos impuestos por López Obrador, no hay ninguno que pueda ser considerado pieza del ala radical del movimiento. Esa corriente, no la oposición, será el principal problema que tenga la nueva presidenta, que con Cárdenas Batel parece estarse apertrechando, puesto que hasta el momento, solo ella y él son los únicos políticos auténticamente de izquierda en el primer nivel de gobierno.
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