Si la conferencia mañanera del Señor Presidente es su escudo contra incomprensivos, adversarios y conservadores, mucho debe necesitar defenderse en estos tiempos en los cuales el agua se le mete a su cayuco.
Ayer se tiró un poco más de tres horas con las cantinelas de toda la vida, pero ahora con un ingrediente: los demócratas del equipo de mister Joe Biden, “ya comprendieron” el motivo de su reticente prudencia para no admitir todavía, como un hecho consumado, el triunfo electoral de quien despachará en la Casa Blanca dentro de un par de meses: estamos defendiendo nuestros principios.
Actuar de acuerdo con nuestros fundamentos constitucionales en materia de política exterior (o interior), es cosa obligada para un presidente mexicano. Pero nuestra constitución, nuestra historia y nuestros principios, no les importan en los Estados Unidos, sólo les importan nuestras actitudes.
Y sobre los hechos, sin explicaciones, disculpas, teorías, doctrinas “carrancistas” o “estradianas”, van a poner sus cartas y su apuesta sobre la mesa.
No es imaginable el papelón de la embajadora Martha Bárcena quien en Washington ha sido obligada –en acatamiento a su disciplina profesional— a teorizar sobre las doctrinas mexicanas, como si estuviera dando clases a extranjeros en el Instituto Matías Romero, cuando no logra persuadir a quien no se deja convencer, de lo más simple: escribir un tweet para saludar al señor Biden en esta nueva etapa de su carrera política.
“..Hoy expliqué –ha dicho con el canario azul–, a interlocutores estadunidenses la posición del gobierno de México de esperar para felicitar al ganador de la elección presidencial en EU, por instrucciones del presidente López Obrador…”
Y después un rollo sobre los principios.
Sin embargo para la embajadora Bárcena, a despecho de su inteligencia, su buen juicio y su impecable carrera como una mujer ejemplar en nuestro servicio exterior, esto no es ya cosa de principios. Es cosa de finales.
“Su misión ha terminado. El siguiente gobierno americano no la verá con piedad, ni comprensión sino como representante de un presidente cuya empatía no le habría estorbado a nadie”.
No habrá represalias porque no somos una colonia, ha dicho el presidente de la Republica; somos una nación soberana y nadie nos manda ni nos dice cómo hacer las cosas. Bueno.
Nadie ha puesto en duda nuestra soberanía, pero hay formas más inteligentes de conseguir la simpatía.
“…Que si no reconocemos, van a haber represalias (comenta el SP). No, no tiene por qué haber represalias, porque nos estamos apegando a nuestra política de principios, a nuestra legalidad; además, no somos colonia, somos un país libre, independiente, soberano. El Gobierno de México no es pelele de ningún gobierno extranjero…”
Y en esas condiciones a los embajadores y demás diplomáticos se les envía un ejemplar de la doctrina Estrada para mostrarla como texto explicativo. ¿Para qué? Pues quien sabe.
Así pues el asunto ha quedado zanjado. Ojalá y la zanja en medio no sea muy profunda.
Pero en estas cosas de la conciliación hay otro asunto sorprendente: la Comisión Federal de Electricidad calculó tarde y mal los volúmenes de desfogue, las fechas y el momento oportuno para soltar miles de millones de metros cúbicos de la Presa Peñitas sobre Villahermosa.
“Pero en Tabasco la consecuencia de esa ineptitud de la CFE fue una severísima inundación. El gobernador tabasqueño, Adán Augusto López con la sangre caliente como todos los habitantes de ese lugar, reclamó el pago de los inmensos daños”.
Manuel Bartlett le soltó una trompetilla y lo mandó al carajo, muerto de risa. Tiró la demanda como quien tira el sistema. Pero esos pleitos no requieren árbitro. Son motivo de orgullo.
“…Eso es muy normal en Tabasco. En Tabasco los ríos se desbordan, los verdes se amotinan… es que así es, es la pasión, sí. En Tabasco la política es pasión y es razón…”
A veces sinrazón. ¿Por qué es invulnerable Bartlett en este gobierno? Un misterio.
Y como adorno de nuestra política exterior, se ha condecorado al ex subsecretario para América del Norte, Jesús Seade (‘Miguel Hidalgo’ en grado de Banda ).
–¿Por qué tan alta distinción?
–Es otro misterio. Dizque porque nos representó y condujo en la negociación del Temec.
Pues así cualquiera: Ildefonso Guajardo y Moisés Kalach le dejaron el trabajo hecho y él nada más agregó las exigencias de los gringos.
Luego quiso jugar en las mayores (OMC). No llegó ni a primera base.
Lo “poncharon” abanicando el aire con tres “strikes” endemoniados.