El recinto en donde se verían el presidente José López Portillo, Agustín Legarreta director del Banco Nacional de México y el dueño de Bancomer, Manuel Espinosa Yglesias, daba mucho que desear. No era la flamante oficina de Espinosa, allá en Carranza, en sus lujosos espacios de cristales y maderas, una especie de mezcla entre lo vanguardista de las luminarias y el clásico de las maderas pulidas y estofadas de acrílicos transparentes.
Era más bien frío.
Las oficinas del Banco de México, a pesar de lo suntuoso virreinal del edificio, en general al interior, gozaban de una triste modestia. Una mesa de caoba que ya venía dejando sus años, unos sillones buenos y fuertes, pero ya desgastados por el uso. ¡eso sí! una impecable alfombra guinda, unas paredes adornadas con piezas artísticas de Rufino Tamayo, embargadas a algunos capos de la droga de los setentas y una que otra lámpara del Art Nouveau, le daba a lo ecléctico del lugar, un tono triste.
Tanto Espinosa de Bancomer, como Legarreta del Banco de México, tenían varios meses analizando un rumor salido de las oficinas de propia presidencia: ¡nacionalizar la banca!
¡Arriesgado truco presidencial! —si fuera verdad— debido a que el estado había malgastado todos sus recursos en hacer funcionar las empresas que expropiaron a particulares —en anteriores sexenios— y que, al existir volatibilidad en los bancos mundiales, trataron de rescatar la economía con el único bastión del capitalismo del siglo XIX: los bancos.
La noticia que ocasionó todo este enjambre del rumor de nacionalizar la banca mexicana radicaba en que la deuda externa estaba en 86 mil millones de dólares y el Banco Mundial estaba a días de embargar a México como país.
—¡Ya todo es del estado cabrón! — decía Manuel Espinosa, mientras se sentaba y esperaban la llegada de López Portillo.
—¡Calma mi Mane! verás que el presidente nos deja claro la perspectiva y de una vez por todas, terminamos con esta especulación, que está haciendo que los capitales se vayan del país.
En esta plática estaban cuando llegó López Portillo, un hombre fornido y bien ejercitado, disciplinado con su salud y en férreas condiciones físicas, es en mucho, el presidente más atlético y fuerte que ha tenido México, casi un físico constructivista, saludarlo, era recibir un apretón de manos …¡que dolía! y una voz ronca que dejaba a más de uno helado.
—¿Qué pasó mi Manuelete? te miro muy espantado — mientras el presidente se arremangaba su camisa y mostraba una fuerte cadena de oro con incrustaciones de diamantes con su nombre, así se estilaba—.
—¡No está de más presidente…!
—¡Tú me puedes decir Pepe! ¿qué? ¿acaso ya no te acuerdas de nuestras partidas de dominó?
—¡De madre… dirás mi Pepe! — trató de colocar el chiste.
¡Risas!
—Mira Pepe, no voy a andar con rodeos, en mucho y cercano, me ha llegado el rumor de que deseas nacionalizar los bancos o estatalizarlos ¡no sé! dime.
Mientras la plática se daba, López Portillo se acomodaba sus mancuernillas de la camisa, unos finos gemelos de porcelana china, traídos por una de sus hijas de su último viaje, debido que al arremangarse se le cayó uno.
A la vez le miraba de reojo a Legarreta, tal vez acusándole de que no dijera nada a Manuel, con el fin de no echar al traste, la operación “Centenario 1920” que así se le denominó a la investigación mandada hacer al presidente del Banco de México Miguel Mancera Aguayo y que tenía como fin, establecer los siguientes pasos a dar, respecto a la economía mexicana al costo que fuera, si el Banco Mundial quería embargar al país se iba a llevar una sorpresa magna.
—¡Manuel hombre! ¿de qué te preocupas? nos está llevando la chingada la baja del precio del petróleo y los intereses internacionales nos comen el mandado, ¿cómo crees en semejante cosa? ¿nacionalizar la banca? qué idiotez, además sabemos de buenas fuentes que desea el Banco Mundial embargar al país completo.
—Pero Pepe las condiciones y las reformas que haces a la constitución percibimos ver que todo va por ese lado.
—¡Nada nada! Manuel ya no veas películas, no mames, ¡lo que sí nos puede sacar del atorón son que bajes esos pinches intereses que nos tiene ahorcados a todos los mexicanos!, se están sirviendo con la cuchara grande ustedes los banqueros y la deuda aumenta gracias a sus informes continuos al Banco Mundial.
—¡Pero son por cuestiones internacionales!
—¡No te hagas pendejo! baja los intereses cabrón o de verdad vas a ver un golpe bancario sin precedentes, no colmen la paciencia de un presidente ¡no la colmen!
¡Dio un puñetazo a la mesa!
El 30 de agosto de 1982, oficinas de Banca Serfín.
La reunión de varios banqueros de México, casi de manera secreta —debido a que tenían varios días siendo seguidos por militares con camuflaje de civiles— lograron escabullirse a las oficinas de Banco Serfín. La reunión de una vez y por todas, tendría como escenario el último informe de gobierno de López Portillo, al fin y pareciera, se vislumbraba una oportunidad para que no se diera la tan temida nacionalización.
El Banco Mundial había sido claro con los dueños de los bancos en México, serán la herramienta para lograr el embargo —que nunca se había dado en este tiempo a deudores de fondo internacional— ¡embargar a México era un sueño de los bancos internacionales!
Después de deliberar ampliamente las estrategias para lograr una paridad y frenar la crisis económica ocasionada por la caía del petróleo, que había hecho que el dólar pasara de 29 pesos a 49, se les ocurre llamar a presidencia para mostrarles todo el apoyo al mandatario.
Cuando les contestaron —una voz femenina agradable— les confirmaron que por favor no fallaran al evento — el último informe— debido a que habría temas de jerarquía máxima en lo referente a la banca en México, en específico, se haría un anuncio importante.
—¿Qué tan importante? – preguntaba Marín, del Banco Internacional.
—¡Relevante Sr Marín!
Oficina central del Banco de México, mañana del 1º de septiembre de 1982.
Cuando avisó a su secretaria particular, la Lic. María Eva Alcántara acerca de su renuncia, el Mtro. Carlos Mancera Aguayo, no podía dar explicaciones al personal, pero estaba consciente de lo que se venía.
Nacionalizar la banca era tal vez el error más grave que cometería López Portillo —o acierto para evitar el embargo del Banco Mundial— debido a que contribuía a un control del estado completo de los factores de mayor jerarquía en la productividad del país, por querer salvar una economía y cerrar las fronteras, con su famosa “economía interna” solo lograría llevar a la debacle al país, pensaba.
Sería probable —decía Mancera— que una devaluación ante el dólar se disparara, pero no creo que fuera cuestión propia solo por ello el tratar de nacionalizar, existen factores internacionales.
Aquella mañana del 1º de septiembre de 1982, todos los bancos sin excepción fueron capturados por el ejército y la fuerza pública, a los banqueros se les prohibió ingresar a sacar sus cosas, fueron perseguidos hasta sus casas y custodiados —una vez que en el informe presidencial anunciara el control del estado de la banca pública— hacia sus oficinas, para que entregaran los libros contables a la federación.
Los banqueros recibieron tal vez el golpe histórico de toda una tradición del manejo de los recursos financieros, en siglos de existencia en México. Había bancos que provenían inclusive, desde el virreinato mismo —los menos— y los más, desde las inversiones del siglo XIX, tanto a mediados como a finales.
Último informe de gobierno de López Portillo, 1º de septiembre de 1982.
“«…la banca extranjera, sus representantes, las organizaciones auxiliares de crédito y el Banco Obrero, no son sujetos de expropiación o afectación alguna. Los derechos de los trabajadores del sistema bancario serán respetados. El viejo anhelo de crear un sindicato bancario podrá fructificar, como ocurre en la mayor parte de los países del mundo. La banca seguirá funcionando normalmente. Su administración sólo ha revertido a las manos de quien la concesionó: el Estado mexicano…»
¡Los banqueros se fueron para atrás…!, se pararon y los improperios no se dejaron de escuchar, pero los aplausos de la concurrencia eran de mayor volumen.
Hubo paros cardiacos de los banqueros que escuchaban el informe, inmediata compra de dólares a nivel internacional los que pudieron y los que no, la ruina total de un negocio, los que ni siquiera fueron advertidos, aunque el mayor encono, fue cuando se designó a burócratas, como directores de los bancos, cuando ni siquiera sabían hacer un balance.
López Portillo continuó con su discurso:
«…la banca privada mexicana ha pospuesto el interés nacional y ha fomentado, propiciado y aun mecanizado la especulación y la fuga de capitales. En suma, nacionalizamos la banca porque no es admisible que el instrumento domine o condicione el propósito, el Estado ya no estará acorralado por los grupos de presión…»
¡Más que molesto! Carlos Abedrop Dávila, al ser cuestionado como el presidente de la asociación de banqueros de México, rugió ante López Portillo, en una entrevista dada a todos los medios mexicanos — que obviamente no salió a la luz pública—.
«…lo único que se nacionaliza es el elevado endeudamiento en dólares de la banca privada, sector que no es un traidor sino patriota y solidario con los más altos intereses del país y de eso existen abundantes pruebas…»
Ya en la sala de sesiones le mentó la madre a López Portillo desde su curul de invitado al último informe de gobierno, salió despavorido a sus oficinas que ya estaban tomadas por el ejército.
¡Nunca más volvió a México!
Ciudad de Washington D.C., Estados Unidos oficinas del Banco Mundial, al teléfono Alden W. Clausen, presidente del organismo, 1º de septiembre de 1982.
—Mr Alden, el presidente de México Nacionalizó los bancos del país… ¡todos!
—¡Fuck!
—Y acaba de expulsar a todos los banqueros, dándoles solo 48 horas para dejar la nación.
—Por favor agenda una cita con carácter de urgente con él.
—¡También yo fui expulsado del país!…