Festejar este 15 de septiembre la independencia, no sólo nos debe remitir a la idea de la independencia política, sino también al concepto de soberanía, entendida como la independencia de cualquier Estado para crear sus leyes y controlar sus recursos sin la coerción de otros Estados. En el contexto actual de México, hoy justo en estos tiempos se impone la discusión sobre la cuestión energética, como base del desarrollo de un país, comunidad, pueblo, empresa o actividad económica, cultural, académica y las demás.
Pero la discusión se remite a que, en un mundo globalizado, con la presencia no de estados, sino de empresas transnacionales, en un país, es del todo imperativo entender que se debe aspirar y lograr la soberanía energética, como aquella que enuncia el derecho de los individuos conscientes, las comunidades y los pueblos a tomar sus propias decisiones respecto a la generación, distribución y consumo de energía, de modo que estas sean apropiadas a las circunstancias ecológicas, sociales, económicas y culturales, es decir, una soberanía energética en donde todas las personas tengan derecho al acceso a las energías en condiciones dignas y en cantidad suficiente y equitativa.
Bajo esta perspectiva, de lo que se trata es de alcanzar dicha soberanía energética, que supone que los pueblos puedan decidir sobre las cuestiones energéticas sin interferencias y esclavitudes, como las que representan la persecución de beneficios crecientes y la rendición de cuentas ante accionistas, a las que están sujetas las empresas privadas actualmente, y fruto de la actual mercantilización de la Energía. Para priorizar el control de los pueblos sobre el bien común energético se debe trascender la disyuntiva entre el sector público y el privado, anclada también en una lógica donde otras visiones ni estatales ni privadas quedan excluidas. Por el contrario, se debe tender a fomentar estructuras y actores económicos que nos liberen de dichas esclavitudes y permitan a la población tomar decisiones libremente y entre iguales, siguiendo el ejemplo ya sea de las cooperativas comercializadoras de electricidad o de la propia iniciativa del ciudadano que ha incursionado en colocar paneles solares en sus techos.
La transición energética hacia energías renovables presenta espacios de posibilidades muy importantes, no solo para combatir el cambio climático, sino para construir una nueva lógica en la producción de energía. En México la generación de electricidad, al amparo de la reforma energética, se estaba migrando de un modelo estatizado a uno, en el cual, el usuario siempre ha tenido un rol pasivo de consumidor en un mercado sin alternativas. La generación eléctrica distribuida a partir de recursos renovables y principalmente solares rompe con esa lógica de consumidores pasivos y empodera a la gente haciéndolos participar del mercado desde un rol de productor/consumidor en el cual los ahorros y eficiencias en el uso de la energía son recompensados económicamente al inyectar energía renovable a la red de transmisión.
Si bien es cierto que los precios de las energías renovables han mostrado una tendencia a la baja constante durante la última década y esta tendencia continuará con la masificación de la producción, también no es menos cierto, que en el presente, el costo de instalación de un sistema fotovoltaico sigue siendo uno de los obstáculos más grandes para su acceso, es por esto que el Estado tiene que adoptar una participación proactiva en la generación de mecanismos de financiamiento para fomentar el acceso a este tipo de tecnologías, esto puede conseguirse reenfocando los recursos destinados a subsidiar la electricidad generada a partir de combustibles fósiles y trasladarlo al financiamiento para la compra de estos sistemas y, que dentro de los esquemas de los programas sociales de apoyo, se incluya, el concepto de bono verde, como instrumento económico para adquirir los paneles y costos de instalación en las casas habitación en las microempresas, que sostienen una gran parte de los empleos en México.
Así es que este 15 de septiembre que ¿Viva la Independencia y Soberanía Energética de México