La pandemia más devastadora de la humana historia ha sido la peste negra o también llamada bubónica, por las ‘bubas’, o hinchazones pestilentes. Por su causa fallecieron en Europa aproximadamente 25 millones de personas. Asia y África registraron entre 40 y 50 millones de contagiados. Apareció en 1347 y tuvo su punto más alto en 1353. Los síntomas de la enfermedad eran la inflamación purulenta de los ganglios linfáticos, fiebre, dolor de cabeza, dificultades respiratorias. El agente infeccioso era las pulgas que se hospedaban en las ratas, depositarias de la bacteria llamada ‘Yersinia pestis’. El imaginario colectivo atribuía la desgracia a la ira justa divina, pero no faltó quienes interpretaron la plaga como una mordedura diabólica de la comunidad judía.
Giovanni Boccaccio (1313- 1375), sobreviviente de aquel infierno que diezmó la población de Florencia. En un capítulo de “El Decamerón” dejó para la posteridad el testimonio de la mortífera peste en aquel año 1348. Nos cuenta el italiano que no solamente hablar y tratar con enfermos desataba contagio y muerte de los sanos; el simple tocar cualquier cosa usada por el enfermo infundía el pánico. Huir de la pandemia era la única medicina. Y aun así, pocos encontraron la salvación. Huir significaba abandonar al enfermo sin importar que se tratase de un ser entrañable: amigo, hermano, padre, madre, hijo. Como hoy día, para el enfermo todo era abandono y soledad. En casa, en la vía pública. Los ataúdes eran insuficientes. Familias enteras se acumulaban en uno solo.
¿Y la economía? Destrozada. Ovejas, cabras, cerdos erraban por los campos sin dueño. Las cosechas en total abandono. Con estupor, Boccaccio narra las consecuencias de aquel mal:
¡Oh, cuántos grandes palacios, cuántas bellas casas, cuántas nobles moradas llenas por dentro de gentes, de señores y de damas, quedaron vacías hasta del menor infante! ¡Oh, cuántos memorables linajes, cuántas amplísimas herencias, cuántas famosas riquezas se vieron quedar sin sucesor legítimo! ¡Cuántos valerosos hombres, cuántas hermosas mujeres, cuántos jóvenes gallardos a quienes no otros que Galeno, Hipócrates o Esculapio hubiesen juzgado sanísimos, desayunaron con sus parientes, compañeros y amigos, y llegada la tarde cenaron con sus antepasados en el otro mundo!
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Las pandemias son tozudas, como los políticos ambiciosos. Todavía, en este 2020, hay nuevos brotes de aquel mal. Justo en Mongolia, donde surgió por primera vez.