Con la llegada e implementación de la tecnología 5G se podría alcanzar una velocidad de navegación de hasta 10 Gbps (gigabytes por segundo), diez veces más rapidez que la ofertada actualmente. Las implicaciones no son menores. La velocidad de conexión y la alta tecnología que se podrá impulsar con esta rapidez impactará de manera positiva en la vida de las personas en diversas materias, por ejemplo: industria, comercio, gobierno, medicina y educación.
La pandemia ha demandado acelerar los procesos de transformación tecnológica. Diversas herramientas virtuales han permitido que en algunos sectores la actividad productiva continúe en marcha en la medida de lo posible. Los gobiernos, las empresas y los ciudadanos han recurrido como nunca a la tecnología para enfrentar la llamada nueva normalidad. El distanciamiento social ha requerido trabajar desde casa, estudiar a través de plataformas digitales, incluso, acceder de manera electrónica a distintos servicios públicos, como la salud.
Corea del Sur, China y Estados Unidos se disputan el liderazgo en el desarrollo de esta tecnología. Pero en América Latina también se reportan importantes avances. De manera positiva, la tecnología 5G es la primera en ser incluida en los planes de desarrollo nacional de algunos países, tal es el caso de Brasil, Colombia y Chile. En abril de 2019, Uruguay fue el primer país latinoamericano en desplegar comercialmente una red 5G. Brasil, Colombia, Chile, Perú, Puerto Rico, República Dominicana, y por supuesto, México ya han anunciado próximas activaciones o pruebas piloto de estas redes. El avance del 5G en la región es inminente.
A pesar de las buenas noticias, es necesario considerar algunos retos que implica el desarrollo de esta tecnología en México. De acuerdo con el INEGI, sólo el 44% de los hogares en el país tiene acceso a una computadora, mientras que, únicamente el 56% dispone de acceso a internet. Cuando se hace una diferenciación entre comunidades urbanas y rurales el efecto se agrava: se reporta uso de internet en un 76% y 47% respectivamente. El desarrollo de nueva y mejor tecnología podría aumentar la brecha digital si no se aplican las medidas adecuadas para su democratización.
Sin un plan adecuado, la tecnología 5G podría aumentar la desigualdad porque acelerará la obsolescencia de dispositivos y la población de bajos ingresos no podrá acceder a equipos de última generación. En contraste, el 5G también podría ayudar a cerrar la brecha digital. Por ejemplo, aumentar su disponibilidad en zonas rurales podría permitir conexión de mayor calidad y velocidad, con un menor precio. Incluso, por su propia naturaleza, la conexión 5G puede ser instalada en áreas donde el paisaje geográfico dificulta la colocación de redes de tecnología actual.
Para enfrentar este y otros retos será necesaria la colaboración estrecha entre gobierno, iniciativa privada y sociedad civil, en la construcción de una agenda digital que incluya las preocupaciones de cada sector. En ésta, no podemos dejar atrás a la población con menos recursos. Al contrario, contamos con una excelente oportunidad para reducir la brecha digital en el país. Además, la recuperación luego de la actual crisis de salud deberá estar apoyada en alta tecnología, impulsada por el 5G. Invito a todas y todos a colaborar en estas tareas. En el Poder Legislativo hay voluntad para atender los desafíos tecnológicos del país.