COLUMNA INVITADA
La patria y la libertad en la política
Cada vez que se avecina una elección surgen las voces que claman cambios o permanencias, siempre “por el bien de la Patria”, afirmación en la que juegan un papel preponderante diversos planteamientos no ayunos de ideología.
En una elección general como la que está próxima, con mayor razón, porque es un ejercicio inédito en México y porque en la circunstancia se percibe una apetencia generalizada de cambio, más por decepción e inconformidad, según parece, que por razones de fondo.
Hace tiempo compartí algunas reflexiones sobre el tema que me ha parecido pertinente retomar por esa razón, basadas en un artículo de Gonzalo Fernández de la Mora, para quien solo hay una forma de gobierno: “El mando de pocos u oligarquía”, una de cuyas especies es la democracia, “en la que el censo electoral tiene periódicamente la posibilidad de preferir, mediante diferentes procedimientos de sufragio, alguna de las alternativas que le ofrece la clase política” (Razón Española, N° 113, HYPERLINK “http://www.galeon.com/razonespanola/r113-ide.htm” http://www.galeon.com/razonespanola/r113-ide.htm).
En ese contexto, el mítico contrato social de Rousseau “es una respuesta a la cuestión de cómo se origina la comunidad política, mientras que la democracia es una respuesta a la cuestión de cómo pueden participar los gobernados en el gobierno”, por lo que cada una de esas categorías representa dos niveles distintos en el análisis.
Es decir: el contrato social no se presenta como la manera de designar a los gobernantes, sino como el modo de constituir una sociedad y salir del “estado de naturaleza”, para decirlo a la manera de Hobbes.
“Es falso -dice- que las sociedades se gobiernen a sí mismas; siempre son regidas por unos pocos. La oligarquía es la forma trascendental de gobierno que engloba a todas las demás enunciadas por los griegos, tanto las sedicentes correctas como las que no lo son”.
Así, “la inverosímil hipótesis de que la convivencia se funda en un contrato, sea originario o renovado, no es un absurdo puesto que se utiliza como imaginario fundamento de derivaciones presuntamente legitimadoras del poder. No es ni la expresión de un hecho, ni una hipótesis que espera confirmación empírica, ni un ideal utópico; es ideología, y lo ideológico es irracionalismo con disfraz”.
En otro lugar y momento, Juan Bautista Alberdi, con informada razón, sostuvo que “La Patria, tal como la entendían los griegos y los romanos, era esencial y radicalmente opuesta a lo que por tal entendemos en nuestros tiempos y sociedades modernas. Era una institución de origen y carácter religioso y santo… pues era la asociación de las almas, de las personas y de los intereses de sus miembros”, incluidos, preponderantemente, los antepasados muertos, que tenían el carácter de dioses, en cuya voluntad descansaba todo el sistema normativo.
Esa “patria” era omnipotente y, al contrario de lo que hoy ocurre -al menos en la teoría- su capacidad de actuación no tenía límites respecto de los individuos. “El hombre individual se debía todo entero a la Patria; le debía su alma, su persona, su voluntad, su fortuna, su vida, su familia, su honor” ( HYPERLINK “https://www.elcato.org/publicaciones/ensayos/ens-2003-01-31.pdf” https://www.elcato.org/publicaciones/ensayos/ens-2003-01-31.pdf)
De ahí es que nace la idea de que el “estado”, personificación de la “patria”, haya surgido como omnipotente por sí misma, y no como derivación de una capacidad popular. “La Patria personificada en sus monarcas o soberanos, no en sus pueblos”.
La “soberanía del pueblo” tomó el lugar de los reyes, pero solo teóricamente, dice Alberdi. Fue así como la mítica patria se convirtió en el único “poder de derecho”, pero en la república, como lo había sido en la monarquía, la sociedad moderna, en la que el ser humano y sus derechos son teóricamente lo principal, “siguió en realidad gobernándose por las reglas de las sociedades antiguas… en que la Patria era la negación más absoluta de la libertad”.
Reaccionario el primero, socialista el segundo, en diferentes siglos, ambos plantean cuestiones que ameritan reflexión a la hora de hacer y participar en política ¿No lo cree usted así?.