Allan Stewart Konigsberg cumplió ayer domingo 90 años, y aunque su nombre de pila no resuene tanto, el artístico es un pilar del amor al séptimo arte con una narrativa genuina: Woody Allen.
Antes de que estrellas como Mel Gibson, Charlie Sheen, Chris Brown, Kevin Spacey y Karla Sofía Gascón fuesen “funadas” por ciertos sectores en la cumbre de su estrellato, Allen estaba en la mira de muchos cuando no había redes sociales. Eso no empañó su visión cinematográfica, aunque claro que dio mucho de qué hablar.
Con el récord de nominaciones al Óscar en la categoría Mejor Guion Original, el laureado cineasta y productor, cuya carrera abarca 70 años, fue de las primeras grandes celebridades en sufrir vetos o rechazo gracias a su expareja Mia Farrow.
Corría 1992 cuando Allen y Farrow, ambos con prestigio en Hollywood, se separaron, y la actriz lo acusó de haber abusado de su pequeña Dylan Farrow, entonces de 7 años, y luego, de otra hija, Soon-Yi Previn; no tardó en salir a la luz la insospechada relación entre ésta y Allen, para casarse en 1997.
Durante años, el director se mantuvo distante de las acusaciones de Farrow y de algunos de sus 14 hijos (la mayoría, adoptivos), así como de las especulaciones y la marginación en algunos sectores artísticos, y en A Propósito de Nada, la autobiografía que lanzó justo al inicio de la pandemia de Covid-19, finalmente dio su postura.
“Puesto que Mia y yo no éramos los amantes que el público imaginaba, yo estaba preparado para tener una relación significativa, y por mi talento para el harakiri, terminó siendo Soon-Yi”, escribió el realizador.
“Mia disfrutaba adoptando, le encantaba la emoción, como si se comprara un juguete nuevo. Le gustaba la reputación de santa, la publicidad de admiración, pero no le gustaba criar a los niños y realmente no los cuidaba”.
Con esto, el eterno amante de Nueva York, el sempiterno admirador de Manhattan, zanjó la cuestión para no volver a hablar del tema, ya que nunca enfrentó cargos ante la justicia, y se concentró en lo que siempre ha sabido hacer: películas.
Su valía, describió el texto del Registro Nacional de Cine (National Film Registry, de Estados Unidos), tiene que ver con una narrativa tan precisa y contundente, tan romántica y tan real, que cautiva y genera una admiración única. Esto, cuando Annie Hall fue incluida ahí, a finales de los 70 (y que en México fue renombrada Dos Extraños Amantes).





