SERENDIPIA
El ritual fue en esencia el mismo de antaño: el Presidente en la cumbre del poder y desparramados en la plancha del Zócalo los contingentes de siempre: los cercanos al poder y los que llegaban como en el pasado a alimentar la esperanza de que el país puede cambiar y puede ser diferente.
Las insignias oficiales en el pecho —maestros, petroleros, campesinos , contingentes de burócratas— hicieron la mayoría. La euforia del triunfo quedó atrás y en su lugar se respiraba un clima de esperanza moderada y preocupación compartida.
En el Zócalo, al cumplirse un año del cambio de gobierno, se mezclaban sin perder su identidad los distintos estratos sociales que han dado forma al liderazgo del Presidente.
Estaban los más fieles a López Obrador, encapsulados en el centro, dentro de un corral de acero que resguardaba a la familia y al círculo cercano al poder; atrás y en los costados las familias y los grupos que creen en la Cuarta Transformación; y por todos lados, divididos por secciones y regiones apreciadas en los gafetes, los trabajadores petroleros, los maestros del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE) y los campesinos que llegaban como en el pasado a refrendar su apoyo al Presidente.
El poder desgasta: Andrés Manuel López Obrador refrendó ayer su músculo corporativo, sin alcanzar la magnitud de los mítines del pasado —las calles aledañas no lucían repletas como en sus tiempos de opositor invencible—, pero el ánimo era muy distinto al tono festivo y celebratorio de la campaña y la eleccion del año pasado.
Hubo pocos aplausos fuertes al discurso del Presidente. Entre los asistentes al zócalo había un ánimo dual: se le otorga a AMLO el crédito del cambio de régimen que rompió los lazos entre el poder político y económico y la corrupción voraz del gobierno de Enrique Peña Nieto, pero al mismo tiempo se le reclama incapacidad para llevar adelante los planes de gobierno para repartir becas y recursos indispensables en distintos sectores.
En Perote hemos creído en AMLO, pero estamos llenos de necesidades y recursos para seguridad, educación y la economía familiar”, dijo Julia Contreras, veracruzana, única voz en un grupo con mayoría de hombres.
Maricela Domínguez, de Villa Aldama, Veracruz, decía qué en su pueblo hacen falta recursos para medicinas, seguridad y educación.
“Tenemos muchas escuelas sin maestros y recursos”, dijeron las dos señoras.
A un año de gobierno el principal desafío de AMLO no es entender que cambios son necesarios, sino encontrar la forma de llevarlos adelante con eficacia.
Su capital político lo exige.
El reconocimiento de errores y la rectificación no pueden esperar. La crítica situación del país lo reclama.