SERENDIPIA
Reflejos
Los candidatos a la presidencia son un reflejo de la sociedad, es decir, de lo que somos todos. Y los recorridos de los candidatos son un espejo de la realidad, del país y del ánimo colectivo. Las simpatías y los odios afloran como el canto de un gallo al amanecer, tan pronto en la mesa se hace la pregunta necesaria: ¿Por quién vas a votar?
Ayer en la mañana, en uno de los vuelos, el 2527 de Interjet que venía de Mérida, las emociones contenidas se desbordaron.
Abordo del avión venían Ricardo Anaya y su esposa Carolina; Salomón Chertorivksky, Marcelo Abrard, Yeidckol Polevnsky, y uno de los hijos de López Obrador, José Ramón.
Hubo un momento de tensión cuando el hijo de López Obrador le gritó cerdo a Ricardo Anaya, de acuerdo con testimonios de varias personas. En Morena se apresuraron a desmentirlo.
Esta campaña ha superado a varias de las anteriores en el encono, los ataques y el daño que se han provocado los candidatos. Entre otros calificativos, se han llamado lavadores de dinero, mentirosos, corruptos y canallas y dos de ellos han cruzado acusaciones y denuncias penales. El país, otra vez, está partido.
Los candidatos también son reflejo de sus campañas y de cómo han convencido o no a la sociedad.
Anaya sin duda es el más afectado de todos. Se muestra ansioso –todo el tiempo acomodando las cosas a su alrededor en el debate– y físicamente muy desgastado. Sus apoyos han venido a menos. Luce acorralado por las denuncias y los videos de las últimas horas, y ayer se le veía disminuido en el vuelo de regreso a la ciudad de México.
Ya no son solo los ataques que le dirige la campaña de Meade, sino todo lo acumulado y lo reciente desde las campañas de Morena y desde su propio partido, el PAN, que dividió para ganar la candidatura.
Su principal desafío en los días que vienen será evitar el derrumbe de su campaña y mantener el segundo lugar al que parece agarrado con las uñas.
José Antonio Meade se quedó en Mérida para hacer un show road que consistió en una ruleta de entrevistas con medios radiofónicos y televisivos. Al candidato se le veía tranquilo y sonriente, listo para la última etapa de la campaña: consolidarse en el segundo lugar para ir tras AMLO.
López Obrador dejó pronto atrás el debate y volvió a lo suyo, las giras. Con la cara roja por el sol de los mítines, continuó su recorrido en Ticul, territorio de zapateros, donde se dijo convencido de lograr una utopía: “Vamos a construir en la tierra el reino de la justicia”.
En Ticul, a donde AMLO prometió volver antes del 1 de diciembre, el candidato de Morena, el ex panista Joaquín Díaz, va rezagado. Pero López Obrador confía en que la ola obradorista le meta un susto a los candidatos del PRI y del PAN, que disputan el primer sitio.