SERENDIPIA
El Peje, ¿inalcanzable?
En el año 2000, a la mitad de la guerra por la presidencia, el diario Reforma hizo un enroque y me mudó de la campaña de Labastida a la de Vicente Fox. Pasé del bostezo al estupor: Fox rompía a patadas un féretro del PRI; Fox decapitaba a un dinosaurio. Fox llamaba mariquita al candidato del priismo; Fox le decía Panchito y lo saludaba alzando al cielo el dedo medio.
En unas semanas, con una estrategia y kilos de ocurrencias (como las que nos recetó después desde la Presidencia) Fox opacó y despedazó la imagen de Labastida y del PRI. Las televisoras y los medios transmitían los actos donde disparaba groserías y frases escandalosas. Pero Fox en campaña era un Rey Midas a la inversa: todo lo que hacia o decía le atraía votantes.
En esos días vi dos mundos paralelos: el de las plazas del país atestadas de familias que llegaban a escuchar y ovacionaban a Fox, y el de las jerarquías dominantes –partidos, medios y comentaristas– que aislados de la atmósfera de las calles nunca vieron lo que se gestaba.
En la victoria del panista fue determinante, más que cualquier otra cosa, el ánimo social de rechazo al PRI y el desencanto ciudadano con sus gobiernos. Hace dos días, de vacaciones en Mérida, me di una vuelta al recorrido de cinco días de Andrés Manuel López Obrador por ocho municipios de Yucatán.
En Izamal y Motul, cuna de Carrillo Puerto, el Peje mostró el arsenal en el que se apoyará para ganar. Sobre el escenario se le ve como a un león envejecido y tenaz. Camina de un lado al otro mirando a la gente y desplegando un ensayado repertorio de preguntas, ejemplos y argumentos.
Sus discursos se dividen en dos momentos: aplausos y reclamos iracundos. Distraídamente, AMLO pregunta: “¿Saben cuánto gana un ministro? ¡650 mil pesos! ¿Saben cuánto le pagamos a Salinas y los ex presidentes por sus pensiones? ¡5 millones de pesos al mes! ¿Saben cuánto cuesta la corrupción? ¡500 mil millones!”
En Yucatán, territorio priista con una oposición histórica del PAN, cientos de yucatecos llegaron a escuchar a López Obrador, que los llamaba paisanos, los hacía reír llamando “gemelos” a los Mauricios, los candidatos del PRI y del PAN al gobierno local, o los llevaba a aplaudir a rabiar cuando citaba al Papa Francisco para condenar la compra de votos; o cuando anunció que cancelará las pensiones de los ex presidentes; o que terminará la reforma educativa (lo más celebrado), o que entregará becas de 3 mil pesos a los estudiantes y pensiones de 2 mil pesos a los ancianos del país.
Los auditorios del Peje están formados por una mayoría de jóvenes y viejos. Para convencer, antes hay que emocionar, y en ese territorio López Obrador tiene el humor social soplando a su favor. Si Anaya y Meade no logran conectar pronto con los electores, El Peje será inalcanzable.