SERENDIPIA
Los presidentes buzos
Hacía tiempo que la relación México-Estados Unidos no atravesaba por una crisis como la que ha detonado la presidencia de Donald Trump. El episodio más reciente de este distanciamiento es la renuncia de Roberta Jacobson, la embajadora norteamericana en México, que de acuerdo con un memorando oficial citado por The New York Times, planea retirarse en mayo próximo.
La separación de Jacobson, al parecer motivada por diferencias irreconciliables con la presidencia de Trump, es una pésima noticia. Con una experiencia de tres décadas en América Latina, Jacobson es una de las diplomáticas que más conoce América Latina, y en particular México y sus problemas de seguridad, narcotráfico, derechos humanos y democracia.
La revelación sobre la decisión de Jacobson sucede después de que el presidente Enrique Peña Nieto, tras una llamada telefónica con el presidente de Estados Unidos, anunció la cancelación de su visita a Washington en medio de la insistencia de Trump a que México pague por la construcción del muro fronterizo y la posición irreductible del presidente mexicano de rechazarlo de manera categórica.
Pero si la relación bilateral parece atravesar una crisis institucional inédita, en sentido opuesto y contrastante sobresale el hecho de que los gobiernos de Donald y de Peña han resultado muy avezados, desde antes de que el magnate ganara la elección hace más de un año, en la construcción de lazos de diálogo y acuerdos no oficiales, producto de la cercana relación que el canciller mexicano tuvo desde el inicio con Jared Kushner, yerno de la amenaza naranja.
En mayo del año pasado, en los días previos a la Asamblea de la Organización de Estados Americanos (OEA) en Cancún, Donald Trump le pidió al presidente Peña un favor: liderar una abierta ofensiva contra el gobierno de Nicolás Maduro, en Venezuela.
En una entrevista con Andrés Oppenheimer, Videgaray dijo que Venezuela no es una democracia y estamos ante rasgos francamente autoritarios. Citó que el uso recurrente de tribunales militares para enjuiciar civiles, rasgo de un gobierno autoritario, y dijo que México actuaría a través de la OEA y otros canales diplomáticos para incidir en una solución pacífica en Venezuela.
Nueve meses después, a principios de febrero de 2018, el secretario de Estado de Estados Unidos, Rex Tillerson, apareció para advertir el alto riesgo de una injerencia rusa en la elección presidencial mexicana, un asunto que el gobierno de Trump está lejos de sepultar.
Ahora, junto cuando el PRI aparece en tercer lugar en las encuestas, una llamada de Trump y Peña tumba una visita del presidente mexicano a los Estados Unidos, un viaje que se pronosticaba de pronóstico reservado para peña, en medio de los amagos por cancelar el Tratado de Libre Comercio de América del Norte.
Trump y Peña han llevado la relación bilateral a un estado de frialdad y debilidad institucional, mientras por debajo del agua tejen y destejen pactos y acuerdos. La cancelación de la visita no significa nada. Los presidentes buzos seguirán conversando.