SERENDIPIA
La dieta de Meade
¿Qué tanto importa que un candidato en México deba gozar de una imagen favorable empezando por los militantes del partido que lo apoyan y del electorado en general?
A principios de 2011, antes del proceso electoral en el Estado de México, Eruviel Ávila, estrenó una figura de galán de cine, después de una dieta que le quitó veinte kilos de grasa. En la campaña apareció con el cuerpo impecable de candidato, según decía con satisfacción a su equipo de comunicación que lo llevó al hospital ABC para someterlo a un régimen alimenticio a base de malteadas y verduras.
A la presidencial de 2012, el corte de cabello y la sonrisa era el atractivo principal no sólo para las mujeres, sino para los votantes en general y de la propia oposición que se distrajo desde antes, en centrar sus críticas en el peinado del gobernador mexiquense Enrique Peña Nieto. Mientras, ellos se perdían en discutir su imagen Peña dinamitó en las elecciones intermedias los bastiones del PAN, en el centro de la entidad, y del PRD, en el Oriente.
Recientemente vimos una transformación en la imagen de Jorge Carlos Ramírez Marín, quien meses antes del proceso electoral interno en el PRI se quitó más de 25 kilos de peso como parte de un proyecto para buscar la candidatura por Yucatán. Dejó los azucares, las harinas y grasas y apareció con agilidad cantando rap frente a los jóvenes en eventos para apoyar el arte urbano. Aunque estaba prendiendo al final quedó fuera de la competencia por otras circunstancias internas.
La imagen que proyecta un candidato va de la mano de la campaña electoral, ya que lo que hace, piensa y siente, ejerce un papel comunicativo, primero, hacía él, es lo que me dijo ayer Arturo Monlui, consultor en imagen pública, durante una conversación.
¿Qué está haciendo José Antonio Meade? ¿Por qué ha ganado sobre peso? ¿No le dicen nada sus asesores? ¿Qué está comiendo?
En un perfil que el periodista Wilbert Torre realizó a finales del año pasado sobre el aspirante presidencial del PRI, se reveló que Meade desayuna mal y que es fanático de los chocorroles y la comida chatarra.
Monlui también contestó mi interrogante inicial, palabras más palabras menos, diciendo que el candidato que aspira a ocupar un determinado cargo político debe tener una imagen favorable entre los militantes del partido y del electorado en general.
Curiosamente fue en el marco de un diálogo con militantes del Partido Nueva Alianza en Acapulco, Guerrero, donde le recomendaron cuidar su alimentación después de que Meade revelara que además de los chocorroles le ha dado por entrarle a las papitas adobadas y Chips fuego (muy picosas). “Es que ahora me las encuentro en todos lados. A donde voy pasando alguien me quiere regalar una u otra”, dijo el aspirante.
No es suficiente, y menos en este momento en que carga el costo político de las pésimas administraciones priistas, que el candidato sea ciudadano ni lo de su experiencia en cuatro secretarías de estado. “La imagen política puede gobernar a las personas y administrar las cosas”, dice una frase de Santiago Bernés.
Meade prometió ponerse a dieta.