Se ha dicho y se ha escrito mucho acerca de la victoria de Argentina en la Copa America 2024, se ha hablado de Messi, de Di Maria e incluso hasta del show del medio tiempo, pero se ha dicho poco sobre los sucesos de violencia y descontrol que sucedieron en el entorno de la gran final. ¿Por qué?, porque esos temas no venden, no interesa que se entre a detalle en las causas y mucho menos en las consecuencias. Se tapa el sol con un dedo tratando de quitarle importancia a los sucesos que desafortunadamente rodean el futbol y que al parecer no hay forma e interés en detenerlos.
Los lamentables hechos de violencia que empañaron la final de la Copa América entre Argentina y Colombia no solo representan un acto vergonzoso para el fútbol, sino que también son un reflejo preocupante de la cultura de violencia que se ha arraigado en nuestra sociedad latinoamericana. La imagen de hinchas de ambas selecciones ingresando a la fuerza al estadio y hasta por los ductos de ventilación, protagonizando peleas, persecuciones y poniendo en riesgo la seguridad de los jugadores y los asistentes, es una mancha histórica. Tristemente, este episodio no es un hecho aislado. La violencia en el fútbol latinoamericano es un problema crónico que ha cobrado la vida de muchas personas en las últimas décadas y no se vislumbra cambio alguno. Esa es la realidad.
¿Qué nos ha llevado a este punto? ¿Acaso la pasión por el fútbol se ha convertido en una excusa para la barbarie? La respuesta no es sencilla. Sin duda, la pésima organización de entidades arrogantes como la Conmebol, plagada de corrupción e ineficiencia, ha contribuido en gran medida al problema. La falta de medidas de seguridad adecuadas, la impunidad ante los actos violentos y la desidia de las autoridades han creado un caldo de cultivo perfecto para la violencia. Se ha priorizado el dinero contra el espectáculo y la seguridad, y ahí esta el resultado. Que triste.
Sin embargo, sería simplista culpar únicamente a las instituciones. La responsabilidad también recae en nosotros, como sociedad. La violencia en las gradas es un reflejo de la violencia que se vive día a día en las calles de nuestras ciudades. La falta de valores, la tolerancia hacia la agresión y la normalización de la violencia han creado un ambiente propicio para que este tipo de conductas se reproduzcan en los estadios. Graves, muy graves problemas que se alimentan principalmente de la impunidad e indiferencia. Un ejemplo claro de lo anterior es lo sucedido el fin de semana en Tijuana, donde una pelea entre aficionados de Xolos y Chivas derivó en un disparo en la cabeza a un individuo. Un hecho que, lamentablemente, ya no sorprende ni indigna a la sociedad mexicana. Una noticia que se menciona de pasada y se olvida con la misma rapidez con la que se consume la información en la era digital. Han pasado unos días y ya nadie se acuerda de ello. Que jodido.
La tibia y mediocre reacción de la Federación Mexicana de Fútbol ante este tipo de sucesos solo pone de manifiesto la podredumbre que impera en esas instituciones. No hay una respuesta contundente, ni un plan integral para erradicar la violencia del fútbol. No saben cómo hacerlo y, sobre todo, no les interesa hacerlo. No han vuelto a tomar acciones como las que tomaron con el Querétaro. Se nota demasiado el peso e interés de ciertos equipos (Monterrey, por ejemplo).
¿No hay luz al final del túnel? No, en este momento no la hay, no hay nada que nos demuestre que esta normalización de la violencia se detenga, es más, pululan muchos aficionados que solo entienden su pasión a través de ello, es la única forma de vida que entienden, esto es el reflejo de su entorno y de su sentido de pertenencia. Estamos en un pozo profundo y oscuro, un pozo lleno de dólares y de mediocridad futbolística.
Todos sabemos que es necesario un cambio radical, una transformación social y cultural que nos lleve a recuperar los valores de respeto, tolerancia y deportividad. Las autoridades deben asumir su responsabilidad y tomar medidas drásticas para erradicar la violencia de los estadios. La impunidad no puede ser la norma. Pero, tristemente todo esto, es en definitiva una utopía que no alcanzaremos. Las cosas como son. Hoy estamos jodidos.
“La violencia es el último recurso del incompetente», decía Isaac Asimov. Y hoy en el fútbol mexicano, en todos sus aspectos, la incompetencia parece ser la norma.
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